Teatro. Una muy atípica entrega de premios
Una perfecta amalgama de afectos y profesionalismo, de clima fraternal, pero con precisa producción y de felicidades compartidas, sobrevoló el escenario y la sala a tope del teatro Presidente Alvear, el martes último. Sucedió durante la tercera entrega de los Premios Hugo al teatro musical, que motorizan Pablo Gorlero y Ricky Pashkus. Vale aclarar que soy orgulloso miembro de su jurado y que opino desde esa adhesión.
A diferencia de ceremonias similares no hubo aquí caretaje insustancial ni envidias irreprimibles ni nadie se fue antes de tiempo. Tampoco hubo que lamentar el insoportable cotorreo de nominados desentendiéndose de lo que pasaba sobre el escenario. Primó, en cambio, una entrañable camaradería entre los distintos elencos que competían entre sí y una auténtica alegría general de sentir que todos eran parte de un amable acto de justicia: darle mayor visibilidad a un fenómeno rico y diverso que no siempre el público acompaña con intensidad.
Hay algo de mecánica monotonía que en la presentación de los rubros y el agradecimiento de quienes ganan es difícil de romper cuando se reparten tantas distinciones. Pero los Hugo saben disimularlo no sólo porque desdoblan en dos actos ese trámite, sino porque lo matizan oportunamente con fragmentos de las obras, representados en vivo por sus propios intérpretes. A eso se agregó el colosal número coreográfico de apertura y la graciosa y eficaz conducción de Laura Oliva y Ronnie Arias. Un compacto de los mejores momentos de esa noche inolvidable podrá verse hoy, a partir de las 22, por TN.
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