Con el sabor de Colombia
"El inútil", telenovela colombiana protagonizada por Ruddy Rodríguez y Julián Arango. Elenco: Manuela González, Constanza Duque, Germán Quintero, Sebastián Sánchez, Antonio Sanint, Patricia Grisales y elenco. Tema musical: "Piel canela", interpretado por Andrés Cepeda. Dirección: Andrés Marroquín y Juan Pablo Posada. Escrita y producida por Juana Uribe, para la cadena RCN. Lunes a viernes, a las 15, por Canal 13.
Nuestra opinión: muy bueno
La industria colombiana de telenovelas se ha convertido en una de las principales proveedoras del género en la última década. Incluso superando si no en cantidad al menos en cantidad a la gigantesca Televisa, de México. En este caso, otro producto de la cadena de Colombia RCN, la misma que produjo el éxito "Yo soy Betty, la fea", acerca a la pantalla argentina otro de sus culebrones, "El inútil", cuyo protagonista es el mismo actor que en "Betty..." interpretó al modisto gay de Ecomoda.
El joven en cuestión
Arango es aquí Martín, el inútil en cuestión. El día que cumple 30 años es el punto cero del capítulo presentación. Son las once de la mañana y aún duerme en su cama de niño rico, mimado por las mucamas de la casa, pero presionado por su madre que lo acusa de vago e irresponsable y, cómo evitarlo, de inútil. Pero tal vez el muchacho tiene a quién salir: su madre, que no quiso hacer el trabajo de parto, le solicitó a su obstetra tenerlo por cesárea; su padre nunca permitió siquiera que lo dejaran gatear con tal de no verlo interrumpir el paso del hogar (así es como el televidente se entera de que debieron contratar a un fisioterapeuta para que le enseñase a caminar).
A Martín no le importa nada excepto continuar con esta misma vida de millonario sin agenda ni preocupaciones ni diario que leer por las mañanas. Bailar es su única pasión. Y todo porque a los 18 años, entre boleros y chachachá, conoció a Rubby, la chica de sus sueños a quien nunca más volvió a ver.
Placer para los ojos
El precioso tratamiento visual de "El inútil" es acompañado por una buena idea de edición que, con el formato de fotogramas del viejo cine, trae del pasado las imágenes que justifican las historias del presente: cómo conoció a Rubby, cómo fue su niñez, etcétera. Lo mismo sucederá con el resto de los personajes para los que, presentados de una vez, sólo basta ese recurso de regresar brevemente al pasado para justificar conductas y sueño.
Y qué fue de la vida de Rubby. Ella se casó, quién sabe por qué, por cariño y no por amor. Su marido es Mirando, un ser cándido, ex caddie del club de golf más prestigioso de la ciudad, que con tiempo y esfuerzo se ha convertido en el dueño de un imperio zapatero -construido codo a codo por la pareja- y sueña con ser aceptado por los señores distinguidos que en otros tiempos fueron sus patrones. Esta asignatura pendiente es la que lo lleva a entrecruzar su vida con la de la familia de Martín, sin saber que así como Martín jamás pudo olvidar a Rubby, ella tampoco ha podido hacerlo.
Despreciado por la alta sociedad en su anhelo de hacerse socio del club, es invitado por error a la fiesta de cumpleaños de Martín. Y en ausencia de su esposa, que ha viajado a Europa por trabajo, lleva a Miranda su bella hija, que si bien tiene a Rubby como madre por adopción ha aprendido de ella el arte del baile.
Paralelamente, atosigado por sus padres, Martín huye hacia adelante y con tal de evitar el castigo, por inútil, de no tener su gran fiesta de cumpleaños, les anuncia su próximo casamiento. Y para que la fiesta sea un hecho, les asegura que allí les presentará a su prometida. Así empezará una carrera en busca de su Cenicienta y no tendrá más remedio que enamorarse de la forma de bailar de Miranda.
Pero la historia se complica aún más. Hay hijos y entenados propios de las telenovelas, que colaborarán para retorcer la trama hasta su punto justo. En tanto, el baile y la música son el alma de la tira, que se perfila incluso como una especie de manual de ritmos y pasos caribeños.
Con guión ágil, dirección de cámaras -excepto algunos detalles- adecuada, modernas fotografía e iluminación, "El inútil" viene a ser no sólo un descanso para los oídos -gracias al buen castellano colombiano- sino también un regocijo para los ojos.
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