Analistas de la actualidad: la nueva especie de la fauna de la TV. De profesión, panelista
Cada vez más programas recurren a estos expertos en el arte de opinar de cualquier tema y de animarse a decir lo que los conductores no se atreven
Nadie imaginó que los paneles, aquellos elementos inertes y estáticos de la utilería de los estudios de grabación, le darían nombre a una nueva especie de la fauna televisiva. En la pantalla chica vernácula -en los cinco canales de aire y a lo largo de toda la grilla-, los especialistas en el arte de opinar debaten desde su escritorio sobre los temas más diversos, banales y complejos. ¿Se trata de un fenómeno que creció con la crisis? ¿Tantas opiniones no terminan relativizando los debates que le interesan a la gente?
Más de 50 panelistas exponen su voz en nuestra TV: periodistas, modelos, médicos, abogados, psicólogos, actores o personajes mediáticos opinan doctos sobre temas tan disímiles, como el resultado del test de alcoholemia de Patricia Bullrich, el casamiento de Gerardo Sofovich o la paternidad del mandatario paraguayo Fernando Lugo.
La evolución de las especies
El pueblo quiere saber en los años 70, con Pinky y Raúl Urtizberea, y 20 mujeres, en los 80, con Fernando Bravo, iniciaron una nueva era: un presentador a cargo de la moderación del envío, secundado por otras voces, tal como ocurría en la radio. Luego, la pantalla, en la época en torno a 2001, se pobló de ciclos inspirados en aquella estructura y mecánica, pero que versaban sobre chismes y escándalos. Quizás el más recordado sea el de Zap TV, conducido por Marcelo Polino.
Hoy el panorama se ha complejizado. No se reparten piñas ni improperios, hay voces calificadas, especialistas, pero también hay profesionales de la opinión. "Panelista se hace, no se nace. Es un raza nueva de comunicadores que trabaja sin red, en tiempo real, con el requisito de la espontaneidad", dice Camilo García (Los profesionales, Canal 9).
Fernanda Iglesias (Duro de almorzar, Canal 13), una de las "malas" de la pantalla chica, sintetiza: "En la TV, soy panelista; en la radio, periodista, porque mi rol es informar. Son dos tareas parecidas, pero distintas. Hay excelentes periodistas que no podrían nunca ser panelistas".
Dos periodistas reconocidos, Orlando Barone y Luciano Galende, son panelistas de María Julia Oliván, en 6 en el 7 a las 8 (Canal 7). La Nacion quiso hablar con ellos, pero desde la productora de Diego Gvirtz, PPT, indicaron que los miembros de aquel ciclo no daban entrevistas.
Teoría de la relatividad
Desde temprano, Mañaneras (América) es uno de los ciclos que sube la persiana de la vidriera televisiva. Allí, participa Carmela Bárbaro, la esposa de Gerardo Rozín e hija de Julio, ex interventor del Comité Federal de Radiodifusión (Comfer), quien sostiene que su rol en aquel ciclo es el de aportar humor, y no el de ostentar su título de licenciada en Ciencia Política. "Nadie tiene la verdad revelada. No hay que dar cátedra, sino buscar que la gente se sienta identificada con tu opinión", dice.
Augusto Tartúfoli (AM) define su rol como panelista y habla de cierta complicidad en su función con el espectador. "Cumplimos un rol interesante. Hay cierta distancia y moderación que el conductor debe tener con respecto a los temas que trata. Yo intento ponerme del lado de la gente", sostiene. Este ex docente de la Universidad de Buenos Aires, que estudió literatura en los Estados Unidos, habla de dos clases de panelistas: aquellos que ostentan un saber calificado, por un lado, y quienes expresan un conocimiento degradado, por el otro. Los médicos, por ejemplo, Adrián Cormillot (AM) o los psicólogos, como Marcela Diodati (Mañaneras), forman parte del primer grupo. "Pero en el impacto, en general, la gente se lleva esa idea de que panelistas son sólo los que integran el último grupo", lamenta.
Todos los días, alrededor de las 16, Analía Franchín (Bendita, Canal 9) recibe en su casilla de correo electrónico una lista de temas tentativos que se tratarán en el programa de Beto Casella, a las 21. "La verdad es que ni la leo, porque lo jugoso que tengo es mi autenticidad. Todos los seres humanos somos opinólogos en la vida; la gente habla y juzga constantemente, ¿o no?", reflexiona.
En cambio, Mariana Briski sí lee aquella rutina que recibe en su casa, antes de partir hacia el estudio de RSM (América), el ciclo de Mariana Fabbiani. "Yo soy actriz y elaboro personajes. Sólo a través de ellos opino, pero con humor. Dejo aquella tarea a los periodistas que me acompañan. No creo que a nadie le interese mucho lo que pienso yo como actriz", dice.
Peligro de extinción
Algunos panelistas consultados admitieron que los ciclos de estas características eran más económicos para los canales que las ficciones de TV. Sin embargo, ninguno de estos programas, incluso aquellos que se emiten en el prime time, se acercan, por ejemplo, a los números de Valientes (Canal 13) o Los exitosos Pells (Telefé). Es probable que con el contexto económico financiero mundial las emisoras continúen apostando a lo seguro a la hora de ofrecer opciones que pueblen su grilla.
Pero, además, hay otro motivo que ocasiona este panorama. "Hay una crisis profunda de producción en nuestra TV. No hay espacios en los que se genere contenido", opina Tartúfoli. Y uno de los síntomas más evidentes de esta enfermedad es la sobreabundancia de programas autorreferenciales, en los que la TV habla de sí misma.
De este modo, las ideas en la TV se encuentran en peligro de extinción y en su lucha por sobrevivir les cedieron paso a las opiniones, de cualquier calibre, de cualquier voz y color. Sucede que en la era del zapping, lo que importa es hacerse oír, aunque sea, detrás de un panel.
El ADN del buen panelista
- Tener gran capacidad de síntesis: el tiempo apremia en la TV, por eso, su punto de vista debe ser expuesto de modo breve y conciso.
- Ser la voz del espectador: animarse, sin pelos en la lengua, a decir aquello que piensa el televidente y los conductores no se atreven.
- Ser autocrítico: poder reírse tanto de sí mismos como de los demás.
- Ser espontáneo: tener una rápida capacidad de reacción, preferentemente con una cuota de humor.
- Estar informado: poder opinar sobre un amplio abanico de temas de la actualidad, desde política hasta espectáculos.
- Representar un personaje específico: todo miembro del equipo desempeña un rol determinado, como el sexy, el cómico, el serio, el frontal, etc.
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