En Guinzburg convivieron lo serio y lo profano
Periodista, productor, actor, humorista, conductor y empresario teatral de actividad inagotable, apoyaba su estilo en la observación risueña de la actualidad
Jorge Guinzburg siempre se las ingenió para que lo serio y lo profano pudieran convivir sin problemas en las múltiples iniciativas surgidas de su inagotable capacidad de trabajo. Tenía una creatividad enorme, inversamente proporcional a su pequeña estatura (1,60), atributo que lejos de acomplejarlo supo emplear a su favor.
Fue sucesivamente hippie, poeta, taxista, fugaz estudiante de abogacía y creativo publicitario antes de destacarse como periodista, actor, productor, autor, humorista, conductor y empresario teatral y televisivo, casi un multimedio en sí mismo. Y toda la vida, fue orgulloso fanático de Vélez Sársfield, club en el que quiso probarse alguna vez como delantero.
Falleció ayer -a los 59 años, en la clínica Mater Dei donde estaba internado desde el jueves-, en la plenitud de sus condiciones y con muchos emprendimientos pendientes. Pero más que de su propio desempeño solía enorgullecerse de su destreza para armar equipos de trabajo y llevar adelante objetivos conjuntos. Mañanas informales , su última gran creación televisiva, fue un ejemplo perfecto. Y este ciclo de Canal 13, a la vez, ilustra a la perfección el lugar que siempre le gustó ocupar en los medios, aquel en el que los temas importantes podían convivir con los más frívolos.
Dispuesto todo el tiempo para la réplica chispeante y veloz, Guinzburg siempre se molestó cuando se lo identificaba como un obsesivo de las cuestiones sexuales, sobre todo porque un sello de sus entrevistas -especialidad en la que supo brillar como pocos- era la clásica pregunta sobre la primera vez .
Con el tiempo admitió que ese típico recurso suyo (también representado como "la pregunta para romper el cubito"), podía resultar muy agresivo. "Hoy me daría vergüenza repetir algo así", reconoció no hace mucho, tal vez pensando en quienes en su momento se molestaron (Ante Garmaz, Marcelo Tinelli) con la actitud descarada con la que Guinzburg también llegó a parodiarlos. Eso sí, a la vista de todos también sabía reírse de sí mismo.
Hitos televisivos
Con todo, más allá de algún exceso siempre calculado, supo manejarse en este terreno más cerca de la picardía que de la procacidad y se jactaba de no decir jamás una palabrota ante las cámaras. Pero en más de un momento de su fértil trayectoria televisiva dejó la impresión de no poder escaparse del tema, convertido casi en una idea fija, por ejemplo, de Tres tristes tigres .
Este ciclo de 1996, en el que estuvo acompañado por los Midachi Dady Brieva y Chino Volpato, tuvo buena repercusión en su momento, pero no pudo alcanzar el éxito cosechado primero por Peor es nada y luego por La biblia y el calefón , tal vez los dos títulos televisivos que mejor sintetizan el estilo de Guinzburg.
El primero, clave en el primer tramo de la década del 90 y en el que también se destacaba Horacio Fontova, funcionó como eficaz parodia de la realidad y la pantalla chica de entonces, burlándose de figuras conocidas del espectáculo y la sociedad y exponiéndose a más de un problema. El sketch Casa Rosada fue motivo de reclamos desde el más alto nivel político, y por Kuwait, primer pelotón argentino enfrentó una querella del Ejército. "Mi humor está muy ligado al periodismo. No se me ocurre el humor basado en cosas surrealistas o tiburones en islas desiertas. Todo está basado en la realidad", dijo una vez.
Esta dirección encuentra su complemento exacto en La biblia y el calefón (1998), divertimento en forma de talk show en el que Guinzburg y un cuarteto de famosos compartían en cada emisión chistes, ironías y reflexiones muchas veces subidas de tono sobre temas de actualidad. Con similar estructura, este influyente ciclo tuvo una segunda y fugaz etapa a comienzos de este año, por Canal 13. Fue la última aparición de su conductor ante una cámara.
En el fondo, las mejores ideas de Guinzburg derivaron, en mayor o menor medida, de aquella innovación decisiva a la hora de hacer humor en la pantalla chica, que se llamó La noticia rebelde , de la que fue uno de sus puntales.
"Fueron tres años que sembraron huellas para nuevos ciclos", dijo de La noticia rebelde Carlos Ulanovsky, a quien Guinzburg consideraba su maestro, en Estamos en el aire . Y fue en el prólogo de esa documentada historia local de la pantalla chica en que recordó su primer contacto con el medio que mejor aprovechó su talento. "Mi papá intentó armar un negocio sobre la venta de televisores y trajo uno a casa. Yo tenía tres años y lo primero que vi fue un dibujo animado. La casa se llenaba de vecinos y una noche, de vuelta de su trabajo, mi viejo llega, intenta hablar unas palabras con mi mamá, y un vecino que estaba sentado mirando le grita "¡Shhhhhh!". Entonces mi viejo mandó el televisor a la m....", recordaba allí.
Nacido el 3 de febrero de 1949 como Jorge Ariel Guinzburg en el Hospital Israelita de esta capital, donde una abuela suya era enfermera, se inició en los medios como libretista radial de Juan Carlos Mareco, en Rivadavia. Allí tenía un acuerdo especial para escribir 50 chistes por día. Supo destacarse más tarde en el dial con programas como En ayunas (junto con su entrañable amigo Carlos Abrevaya, compañero de múltiples proyectos), Despabilándose con Guinzburg , El día menos pensado y, sobre todo, El ventilador , un programa que calificó de "movilizador e irrepetible, en que los oyentes se reunían y hasta nos impulsaron a publicar un libro sobre ellos, Nunca me pasan los mensajes ". Se negó a repetir esa idea luego de la muerte de Adolfo Castelo, pero volvió fugazmente a la radio con su última aparición en ese medio, Vitamina G (2005), por Mitre.
Ese año lo mostró hiperactivo como nunca con trabajos en la televisión, el teatro y una columna gráfica, terreno que había comenzado a explorar en 1975 con la recordada experiencia de Satiricón , en cuya redacción lo sorprendió, un año después, el golpe militar, y que luego desarrolló en otros medios -entre ellos LA NACION- con proyectos muy serios.
La natural vocación de Guinzburg por incursionar casi simultáneamente en varios frentes sin descuidar ninguno de ellos repercutió en su salud, afectada por recurrentes complicaciones pulmonares que en la infancia habían obligado a su familia a trasladarse a Córdoba. Frente a este panorama, que lo obligaba a atenuar las exigencias, tendía a inclinarse cada vez más al trabajo de empresario teatral, actividad que parecía disfrutar como pocas. "El teatro me gratifica. Es la única actividad de la Argentina que no muestra el deterioro del país", reconoció hace poco.
En 2004, uno de sus espectáculos revisteriles ( La era del pingüino ) llegó a hacer cuatro funciones diarias en Villa Carlos Paz. Le siguieron Terminator , Un país de revista y Planeta show, éxitos que chocaron con la frustrada idea de utilizar al cine Metro (hoy desactivado) como cabecera de un proyecto a largo plazo.
Fue uno de los escasos fracasos de una carrera jalonada de aciertos, como resultado de una rara mezcla de astucia, oportunismo, visión, sentido común y capacidad de trabajo. En los últimos años, tuvo apariciones rendidoras en TV abierta ( El legado , Guinzburg & Kids ) y en ciclos mucho más serios como Capocómicos , por Canal (á) y Explora , un ciclo documental de la señal Encuentro que lo llevó a recorrer América latina.
Pero también sufrió decepciones televisivas ( La casita del placer Hitachi, No todo es noticia , Sin red , Penúltimo momento ), que en nada atenuaron la enorme influencia que ejerció en la pantalla chica durante la última década y media a través de esas dos caras que sabía equilibrar tan bien. "Se puede mezclar lo más serio y lo más duro con lo más distendido y divertido", dijo una vez. Se entiende así que tanta gente de la más diversa extracción lo recuerde hoy con una sonrisa en medio de tanto dolor.
"Cuando quería convencerte de algo era perseverante, no se daba por vencido, seducía. Estaba muy contento por los premios que ganamos en Carlos Paz, era muy competivo. Me quedo con el recuerdo de que lo último que me dijo fue te quiero."
Nacha Guevara
"Con Jorge tuvimos esa aventura debutante en televisión. Jorgito era un tractor. Le encantaba trabajar, su familia, sus hijos. Era un tipo que se morfó la vida. La imagen que me voy a llevar era cuando terminaba La noticia rebelde. Terminábamos todos juntos en un sillón payaseando".
Nicolás Repetto a Televisión.com.ar
"Solíamos armar campeonatos de truco. Ganaba mucho, en realidad, odiaba perder hasta a las bolitas. Me convocó para un País de revista y Planeta show, dándome la posiblidad de hacer lo que me gusta".
Julia Zenko
"En el humor hemos perdido a muchos. Es como si Dios quisiera cagarse de risa en el paraíso. El recuerdo de Jorge será imposible de borrar".
Enrique Pinti