Guido Kaczka se encontró con un gran amigo de su abuelo y no pudo resistir la emoción
El del martes parecía un programa más de Bienvenidos a bordo. Los mismos juegos, la misma dinámica y (casi) los mismos invitados. Sin embargo, convocar a gente común para que se acerque al canal a jugar por algunos de los muchos premios que tiene el programa siempre tiene el plus de la sorpresa. O, en este caso, el de la emoción.
"Los conocés a Felisa y a Marcos", le dijo Salvador, taxista y carpintero. "Mis abuelos se llamaban así", contestó Guido Kaczka con la voz entrecortada. "Yo los conocí cuando era chico -siguió el hombre-. Mi papá y mi tío trabajaron mucho con tu abuelo. Y él a mí me quería mucho, siempre iba a la fábrica y me quedaba con él".
El brillo en los ojos del conductor fue más allá de cualquier actuación. Era real, y conectaba directamente con su niñez. Marcos, el abuelo de Kaczka, murió cuando él todavía era un bebé. Y ahora, de golpe, alguien estaba dispuesto a contarle detalles de su vida con un tinte extra familiar.
"Era divino, un pan de Dios -siguió Salvador-. Si te digo la verdad, tu abuelo me quería como a un nieto. Era cachetudo y achinado". El programa se corrió completamente de eje, mientras el conductor quería conocer más detalles de su familia, y Salvador estaba feliz de poder completar su historia: "También lo conocí a tu papá Benjamín, a Jaime y a Luis (sus tíos). Tu abuelo en las fiestas quería que todas las familias de los que trabajaban estuvieran ahí, porque él quería conocer a todos. Era buenísimo, de verdad".
Visiblemente emocionado y sin saber cómo seguir, Guido intentó estirar todo lo posible el tiempo, adelantando incluso un corte comercial para tener tiempo de hablar con el participante fuera de cámara. Y, de este modo, construir de la nada un momento emotivo; y seguramente, inolvidable.