Televisión. Las competencias del Mundial
¿Ficciones, entretenimientos, noticias, humor, shows estelares, producciones especiales? Nada de esto podría faltar en cualquier mapa elemental y básico de todo canal abierto. De esta materia prima se compone buena parte de los cimientos de la programación habitual y seguramente las cosas se repetirán, con aquellos matices que siempre marcan las diferencias, durante el año que acaba de iniciarse.
Pero lo que no llamaría jamás la atención en circunstancias normales puede convertirse en un preocupante llamado de atención si se llega a aplicar, como algunos indicios muy tempranos lo sugieren, a una situación tan específica como la del próximo Mundial de fútbol que se jugará entre el 9 de junio y el 9 de julio en Alemania. Con la agravante de que podríamos tropezar más de una vez con la misma piedra.
La perspectiva, todavía en el terreno de los trascendidos, de que Diego Korol podría ocuparse de la cobertura del más importante certamen futbolístico para uno de los canales abiertos (podría ser Telefé, según se especula desde el sitio de Internet television.com.ar) abre más de un interrogante al remitir a la sobredosis de televisión "mundialista" que debimos soportar sobre todo ocho años atrás cuando la atención del mundo futbolístico se congregó en Francia.
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Tras el paréntesis provocado en 2002 por las secuelas de la crisis socioeconómica y por la distancia entre nuestro país y los organizadores de la Copa del Mundo de ese año, Corea y Japón, circunstancia que no ponía la posibilidad de viajar y encarar coberturas permanentes al alcance de todos, las cosas se encaminan a ser muy distintas en esta ocasión.
Ya se habla de generosos dispositivos periodísticos por parte de algunas señales especialmente dedicadas al deporte, y todo indica que tampoco escatimarán esfuerzos los canales abiertos que ya cuentan con derechos para retransmitir los partidos (de hecho, también se dice que Canal 9 estaría muy interesado en sumarse a las otras emisoras y tener también su lugar en estas transmisiones).
Si hasta aquí no hay nada para objetar, no podría decirse lo mismo si llegan a reiterarse episodios que no aportaron nada más allá del gusto personal de algunos protagonistas de decir "estuvimos allí" con un propósito más turístico que de genuina utilidad para el televidente.
¿Volveremos a ver noticieros enteros transmitidos en horario central con cabecera en algún rincón de Alemania y con presentadores rodeados de silencio y oscuridad por imperio de los husos horarios? ¿Desfilará otra vez por la pantalla ese coro de bromistas profesionales empeñados en alterar y arruinar caprichosamente rutinas, protocolos y planes organizativos largamente elaborados con tal de demostrar frente al mundo qué vivos que somos los argentinos? ¿Volverán a tener el privilegio de un viaje y una estada cómoda en el verano europeo esos seudohumoristas que jamás podrán entender la diferencia entre una auténtica nota de color y la catarata de agresiones gratuitas y ofensas con que suelen interpelar a los extranjeros dispuestos de buena fe a charlar con ellos? ¿Se gastarán horas y horas de costosas transmisiones vía satélite para discutir sobre cualquier cosa con excepción de la táctica y el funcionamiento de los equipos que participan del certamen?
Si todos estos vaticinios llegan a hacerse realidad, lo mejor va a ser limitarse a seguir los partidos y a escuchar a los pocos verdaderos especialistas que estarán en Alemania tomándose muy en serio lo que significa seguir un Mundial en vez de perder el tiempo tratando de imitar a Marley en sus viajes por el mundo.
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