Tiempos de show business
Las palabras show business, en castellano "negocio del espectáculo", definen la creación, interpretación y exhibición de ciertos productos con tendencia artística. La traducción al castellano revela el cinismo del giro. La obediencia a este tipo de producciones a cargo de las salas llamadas comerciales es lo que convierte en excepcional el hecho de que nuestros dramaturgos estrenen sus obras en tales salas.
Porque nuestros dramaturgos, generalmente, crean sus obras respondiendo a impulsos muy alejados de la preocupación económica. Por lo contrario, responden a impulsos interiores sobre temas que los preocupan, o los afligen, o los angustian o, a veces, los movilizan con la necesidad de comunicar la alegría que cualquier ser humano siente por vivir. Pero todo alejado de la preocupación por el show business.
Esta reflexión no implica que nuestros empresarios teatrales traicionen con su comportamiento las razones de ser del Teatro. Tal vez el mismo Shakespeare, con sus conocidos éxitos populares, fuera uno de los fundadores del show business. Pero aquellos eran otros tiempos y otros hombres. Hoy, aquí, el empresario necesita mantener su sala y asegurarse un supuesto éxito con obras de éxito en otros países. No siempre el suceso se repite aquí, pero los empresarios juegan a las posibilidades; y éstas son mayores si se las compara con obras inéditas de autores argentinos. Ese es el negocio: el show business.
¿Qué ocurre entonces con nuestros dramaturgos? Ahí están, fundamentalmente desde la aparición del Teatro Independiente, allá por los años 30, refugiados en sus escenarios. ¿Independientes de qué? Del show business. En otros escenarios no habría aparecido Roberto Arlt. Desde entonces, a través de los años, no recuerdo el nombre de un dramaturgo argentino estrenado y promovido por una sala comercial. Esta misión fue tomada por las pequeñas salas independientes o alternativas y en algunos casos también por los teatros oficiales.
Y ahí están -algunos ya casi en la historia los nombres de varios dramaturgos cuyas piezas han saltado desde los breves escenarios argentinos a salas lejanas. Tal vez sin la publicidad que exigirían los hechos. Pero allí están. Compartiendo ideas y sentimientos con mundos aparentemente lejanos. Y allí seguirán estando.
Carlos Gorostiza
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