TV que se devora a sí misma
El maltrato a "Vientos de agua" es un síntoma del deterioro a la hora de programar
Entre gallos y medianoche -literalmente-, la TV argentina acaba de perder una batalla crucial, cuyos resultados perversos profundizarán su chatura actual y su pasatismo obsesivo en los años por venir.
Injustamente maltratada -pues la mayoría de sus trece capítulos salieron al aire con demoras que fluctuaron entre los 15 y los 40 minutos, y su definición tuvo una frecuencia más que errática y casi imposible de seguir (domingo/sábado/domingo/jueves)- y casi ninguneada -porque no tuvo el amplio apoyo publicitario de otros programas, casi no había avisos de recordación en pantalla y careció completamente de promoción en la vía pública- acaba de llegar a su fin la miniserie "Vientos de agua", de Juan José Campanella, el exitoso director de "El hijo de la novia" y de "Luna de Avellaneda".
Las pulsiones autodestructivas de la TV local ya son dignas de una junta de eximios psiquiatras internacionales a los que, de todos modos, les costaría muchísimo llegar a un certero diagnóstico y, ni que decir, a una razonable curación.
Se jugaban muchas cosas con "Vientos de agua" y sus buenas chances de triunfar: comenzó con casi 15 auspiciosos puntos, sin dar premios, sin escatologías, sin estúpidos gags ni estrellas invitadas, sin eventos especiales ni escandaletes prostibularios o concursos raros. Más allá de contar una historia tan nuestra -la inmigración cruzada entre España y la Argentina, hacia acá en los años 30; hacia allá, tras el convulsionado 2001- había una apuesta internacional por elevar contenidos, actuaciones y estéticas televisivas que merecía haber sido más protegida.
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Si "Vientos de agua" hubiese sido preservada en un ambiente más amistoso, incluso hasta podría haber crecido. Se habría encontrado entonces con más de ese público que aún pide a gritos mayores espacios de calidad. Mantener porfiadamente un continuum de 24 horas seguidas de banalidades, estridencias y monerías ramplonas terminarán por alejar definitivamente a las audiencias más calificadas hacia otros sistemas. Si no reacciona a tiempo, un día la TV se dará cuenta de que le está pasando lo mismo que a la calle Lavalle: durante décadas transitada por multitudes de familias ávidas de ir al cine, hoy se ha vuelto casi marginal y poco aconsejable cuando la noche cae. Cuando eso termine de suceder, ya será tarde para cambiar y se tornará irrecuperable.
Pero todavía está a tiempo: hay enojo y no indiferencia de parte de muchos televidentes que en estos días han puesto al rojo vivo los foros de Internet por las inestabilidades y desdén continuos sufridos por "Vientos de agua" y, consecuentemente, por sus millares de seguidores, muchísimos de los cuales fueron quedando por el camino, fatigados de tener que adivinar la hora y, últimamente, el día de emisión, además de ser obligados a trasnochar. El último capítulo terminó pasada la una de la madrugada de anteayer, y así todo hizo 10,2 puntos de rating.
"Falta de respeto", "manoseo" y "bronca" son las palabras que más utilizan en la Web los televidentes despechados por tanto maltrato a "Vientos de agua".
Por su inconstancia y cambios permanentes, a Canal 13 le cuesta revertir desde hace años la baja audiencia de la franja horaria de la siesta. ¿Se evaluará ahora debidamente de qué manera impactará el resentimiento de tanta gente que, una vez más, se siente defraudada por la imprevisible forma de programar algunos ciclos que tiene Canal 13?
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Más allá de las muy atendibles objeciones que puedan caberle a "Vientos de agua", lo cierto es que, indudablemente, subyugó a esa buena porción de público que algo más de dos décadas atrás disfrutaba de producciones de la TV española como "Teresa de Jesús", "Anillos de oro", "Goya, los desastres de la guerra", "La barraca", "Juanita, la larga" y, particularmente, "Los gozos y las sombras". Una manera de narrar, de colocar la cámara, de dar tiempo a los silencios y a los diálogos que la actual televisión supersónica, histéricamente erotizada, morbosa y burlona no está dispuesta a tolerar de ningún modo.
Se trata de una absurda encerrona en la que, sorprendentemente, hasta pueden terminar acorralados y autoinmolados algunos de los propios jerarcas televisivos que consienten estos disparates.
Sin ir más lejos, Adrián Suar, como dueño de la productora Pol-ka, es víctima del Adrián Suar programador de Canal 13 que rifa el prestigio bien ganado el año pasado por "Mujeres asesinas", que ahora programa en insólita trasnoche, despojado de su emblemática cortina musical y machacando con sórdidas escenas sexuales que hasta son infrecuentes en películas prohibidas para menores de 18 años. También Pol-ka figura como uno de los productores de "Vientos de agua" y, sin embargo, Suar programador ha gastado y gasta muchísimo más dinero en sostener con cambios de horarios y de contenidos, y gran publicidad el ciclo de entretenimientos de Nicolás Repetto, a pesar de que "¿Querés jugar?" muchas veces registra ratings más bajos que "Vientos de agua".
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"«Vientos de agua» es una bofetada en la cara de todos los productores de bazofia embuchada en forma de ficción. Es la prueba de que, si se quiere (y se sabe), es posible hacer buena televisión. No me sorprenden las malas audiencias: si las televisiones llevan años alimentando a los asnos con paja seca es difícil que éstos aprecien la miel a la primera." Esto se lee en un foro español respecto de una situación peor que se vivió en la Península cuando Telecinco, el canal de "Gran hermano", directamente levantó del aire la miniserie de Campanella que hoy se vende en España en formato DVD como pan caliente.
Cosas muy raras están pasando en la TV abierta, no sólo argentina, como puede verse. Mientras dure el enojo de los televidentes, todavía queda algo de tiempo para revertirlas. Pero tras el enojo, si nada cambia, sobrevendrá inevitablemente la indiferencia.
Ahí sí ya será tarde, y entonces la TV por aire se quedará rodeada tan sólo de unas pocas caras extrañas, quizá las mismas que transitan por Lavalle de noche hacia ningún lado.
Miniserie internacional
- Con Héctor y Ernesto Alterio, Pablo Rago, Claudia Fontán y Valeria Bertuccelli, entre otros, la realización argentino-española de Juan José Campanella fue vendida a HBO, donde probablemente tenga mayor suerte que en Telecinco y Canal 13
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