Una que ya vimos todos
"Gata salvaje" (2002-03), telenovela venezolana. Libro: Alberto Gómez. Dirección: Freddie Trujillo y Jackie Ortega. Producción ejecutiva: Alfredo Schwartz. Dirección ejecutiva: Arquímedes Rivero. Con Marlene Favela, Mario Cimarro, Marjorie De Sousa, Carolina Tejera, Mara Croatto, Adamari López y elenco. De lunes a viernes, a las 14.15, por Canal 13.
Nuestra opinión: malo
Rosaura Ríos (Marlene Favela) es una pobre chica: tiene un padre alcohólico y tres trabajos para ayudar a mantenerlo, en la humilde cabaña que comparte con él, a la sombra del latifundio propiedad de la familia más poderosa de la zona, los Arizmendi. Luis Mario Arismendi (Mario Cimarro), por otro lado, parece tenerlo todo: una mujer a la que ama, dinero a raudales, y una vida idílica en Miami. Hasta que su mujer -que sabemos que lo engaña, y no demasiado prolijamente- ¿muere? en un accidente.
Penando por amor, y sabiendo que su familia está experimentando problemas económicos, decide volver a su tierra a hacerse cargo de la finca, pero, otra vez, las fallas mecánicas lo persiguen como la peste: la avioneta en la que viaja sufre un desperfecto y se precipita a tierra, donde se despierta -por supuesto, con sólo un leve dolor de cuello- en brazos de Rosaura, a la que besa intempestivamente a pesar de no conocerla. Ella, por supuesto, hace rato que ha caído rendida de amor, y no tiene problemas en confesarlo (aparentemente, lo de "gata salvaje" no es por nada). El se siente halagado por la atención, y rápidamente la corteja, a pesar de que sus hermanas -unas auténticas arpías- confían en que se case con una rica heredera a la que tienen apalabrada, y así salvarse la finca y su tren de vida.
Como se verá, nada en "Gata salvaje" pretende sorprender al público. Todo lo contrario: es una de esas novelas en las que el interés reside en saber lo que cualquiera de los personajes dirá, pensará u ocultará, como ocurre en los cuentos de hadas y las narraciones orales: una historia familiar, satisfactoria y bien contada. No es el caso de "Gata salvaje".
En una telenovela -especialmente una tan clásica como ésta- buena parte del éxito o fracaso de sus peripecias reposa en los hombros de la pareja protagónica, que deben poder convencer al público no sólo de que su amor podrá vencer los escollos en su camino, sino que, en efecto, su singularidad los hace merecedores de su protagonismo en la historia. Y ni Favela ni Cimarro tienen remotamente la capacidad actoral necesaria para sacar adelante los diálogos remanidos y las situaciones inverosímiles a los que los somete el libro de Alberto Gómez (por ejemplo, zamarrear y gritarle a una persona exánime: "¿Está muerto?", una y otra vez, como forma de descubrir si realmente lo está), mucho menos dedicarse a construir dos personajes que son, en realidad, un rompecabezas conformado por distintos rasgos de otros galanes y heroínas del género que los precedieron. El resto del elenco acompaña como puede (léase: alternativamente parsimonioso y sobreactuado) esta historia de venganza personal, ascenso social, segundas oportunidades y, por supuesto, amor verdadero.
Si bien esta producción venezolana tiene un gran despliegue de exteriores y producción -así como adecuados rubros técnicos-, hubiera sido deseable destinar al menos una mínima parte de los considerables recursos y tiempo que se invirtieron en ella a -precisamente- encontrar una buena historia y contarla satisfactoriamente.
5,1 puntos: la telenovela venezolana está penúltima en su horario
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