The Crown: la reina de Netflix está de regreso
Ya están disponibles los diez episodios de la segunda temporada de la serie que renueva el interés por las historias que transcurren entre palacios y secretos de Estado
“Nadie quiere complejidad y realidad de parte nuestra. La gente tiene lo suficiente de esas cosas en su propia vida. De nosotros quieren que los ayudemos a escapar”. La frase dicha por la reina madre (Victoria Hamilton) en el cuarto episodio de la segunda temporada de The Crown –disponible desde hoy–, contesta la pregunta que expertos y no tanto se hacen desde hace años. ¿Cómo y por qué las familias reales y, especialmente, la británica, siguen despertando el interés del mundo entero? ¿Cuáles son las razones por las que a esta altura del siglo XXI la noticia del compromiso entre un príncipe y su novia actriz ocupen las tapas de las revistas y los diarios?
Alguna de esas incógnitas son exploradas por Peter Morgan, dramaturgo, creador y guionista deThe Crown , la serie de Netflix que parece ser el contenido ideal para fascinar a la audiencia global de más de 100 millones de suscriptores que tiene la plataforma. Esos que, como tantos otros, no pueden dejar de mirar esas historias que se parecen a los cuentos de hadas o a los más lujosos sueños aspiracionales.
La llegada de la segunda temporada de The Crown, diez episodios -que van desde 1956 a 1964-, no podría haber sido más oportuna ni más significativa para lo que cuentan los nuevos episodios. Es que apenas hace diez días la fiebre por la realeza volvió a subir de temperatura cuando el príncipe Harry, uno de los solteros más cotizados y blanco preferido de los paparazzi desde su nacimiento, anunció su compromiso con la actriz norteamericana Meghan Markle. Una noticia que resultó la mejor movida de marketing para la serie de Netflix. Después de todo, la ficción imagina con notable detalle qué sucede detrás de la pompa y la ceremonia en el palacio de Buckingham. Y, especialmente, hace un profundo examen de los aspectos desconocidos de la reina Isabel II, una de las personas más populares del mundo. Cada episodio, como sucedía en la primera temporada, entrelaza hechos de la historia británica con la intimidad de la monarca y su familia. Si en los primeros capítulos todo giraba alrededor de la joven Isabel (y la brillante actuación de Claire Foy que lograba representar con sensibilidad la difícil adaptación de una joven que intenta hacer el trabajo que le tocó por nacimiento), en los nuevos, ya establecida en su puesto, la cuestión pasa por cómo hacer para mantenerlo cuando todo y todos a su alrededor parecen conspirar para que suceda lo contrario.
Todo comienza con la crisis del Canal de Suez en 1957, un conflicto político, económico y diplomático que se desarrolla en el plano público. Mientras que puertas para adentro, el matrimonio entre la reina y Felipe (Matt Smith) atraviesa otro tipo de crisis. Gracias a un interesante manejo de la línea temporal, los primeros dos episodios logran un exquisito balance entre la política nacional y la intimidad de la pareja. Además le dan espacio a Smith (Dr. Who) para desarrollar su personaje. Y si para los fanáticos de la primera temporada, la menor presencia de Foy puede ser un demérito, lo cierto es que justamente por su calculada ausencia cada una de las apariciones del personaje y la actriz resultan magnéticas, atrapantes. Sin adelantar demasiado, los admiradores de Foy deberían prestar especial atención al capítulo cinco en el que la reina debe lidiar con un enemigo inesperado: la modernidad.
Claro que casi todos los personajes que se destacaron en la primera temporada, esta vez, tienen más espacio para brillar. Entre ellos se cuenta la princesa Margarita, una de las víctimas más cercanas de la corona. Interpretada por Vanessa Kirby, la hermana de la reina se transforma en un personaje trágico. Tras haber perdido a su gran amor, por que resultaba inconveniente para la imagen de la monarquía, empieza a demostrar el hartazgo y la desesperación que le genera la vida que no eligió. En un episodio dedicado casi enteramente a ella, Kirby consigue una interpretación a la altura del guión de Morgan. En otro orden de cosas, la inclusión de Matthew Goode como el fotógrafo Tony Armstrong -Jones, que sería su futuro marido, se destaca como una excelente elección de casting. Menos apropiada pero igual de entretenida es la aparición de Michael C. Hall (Dexter), interpretando al seductor J.FK.
Historias reales
Si bien The Crown es la joya de la corona de los relatos monárquicos, lo cierto es que sólo uno de los ejemplos es más o menos real.
Acaba de estrenarse en los Estados Unidos (aquí se verá el año próximo) la segunda temporada de Victoria, la romántica reconstrucción de los primeros años del reinado de la monarca y de su matrimonio con el príncipe Alberto. Ese consorte que en las más recientes películas dedicadas a la reina siempre es el gran ausente. Así sucedía en Su majestad, Sra. Brown (1997), en la que Judi Dench encarnaba a la amargada Victoria que, aún de duelo por la muerte de Alberto, empieza a cambiar gracias a un soldado escocés. Y algo similar ocurre en la reciente Victoria y Abdul, otra vez con Judi Dench, en donde la ya anciana reina se muestra entusiasmada con su sirviente indio.
A los maratonistas que consuman la nueva temporada de The Crown en el fin de semana largo, hay que decirles que hay consuelo más allá del final. Además de que ya están confirmadas otras dos temporadas de la serie, Netflix les preparó un festín que incluye: a una Isabel II antes de serlo (Un escape real), un documental sobre la familia real (The Royal House of Windsor) que celebra el centenario de los Windsor, otro dedicado a la princesa Diana a veinte años de su muerte -relatado por su hermano- y hasta un film, Un príncipe de navidad, que pertenece al subgénero de comedia romántica navideña. Esta última, seguramente una película realizada para la televisión –por el canal Hallmark– y pensada para el consumo durante las fiestas, un período ideal para las historias tiernas, poco complejas y con final feliz asegurado. Si a eso le sumamos un nevado reinado europeo de mentiritas, al que llega una periodista en busca de contar los secretos del príncipe playboy -de quien se termina enamorando-, mucho mejor: dulce como un turrón y casi más empalagoso.
Entre todas esas piezas que acompañan a The Crown, la que establece el diálogo más interesante con ella es Un escape real. Se trata de una ficción que imagina la escapada de Buckingham de las princesas Isabel y Margarita la noche de la Victoria. Protagonizada por Sarah Gadon (Alias Grace), como la joven Isabel -unos años antes de ser coronada-, y Bel Powley (The Diary of a Teenage Girl), la película resulta un homenaje explícito de la inolvidable La princesa que quería vivir. En el film de William Wyler, en el que Audrey Hepburn interpretaba a la princesa Ana, se cuenta la historia de la monarca que, harta de su vida en la jaula de oro, se escapa para recorrer Roma junto al periodista norteamericano -que encarna Gregory Peck-. Con algo de comedia slapstick y más de un guiño al film que la inspiró, Un escape real funciona como una especie de precuela un poco fantasiosa de The Crown. Rupert Everett encarna al tartamudo rey Jorge VI y Emily Watson es la sobreprotectora reina consorte.
Tal vez una de las consecuencias más marcadas del compromiso y futura boda del príncipe Harry sea la proliferación de películas y documentales dedicados a las familias reales de verdad y las de fantasía. Ante la evidencia del renovado y, en verdad, nunca agotado interés por los cuentos de hadas, los castillos y los príncipes azules enamorados de la cenicientas de turno, los productores salieron en busca de contenidos que puedan acomodar a esa demanda. Entre ellos, uno de los proyectos más destacados es la adaptación de la novela
The Royal We (
el título es un juego de palabras con el plural mayestático). Escrita por Jessica Morgan y Heather Cocks (creadoras del exitoso blog sobre moda
), la historia será adaptada por las actrices Lauren Graham (
Gilmore Girls
) y Mae Whitman
(Parenthood
), quien también podría interpretar a la estudiante norteamericana que se inscribe en Oxford y termina enamorándose del futuro rey de Inglaterra, quien, por cierto, no se llama Guillermo; pero da la casualidad de que tiene un hermano menor pelirrojo siempre dispuesto a ayudarlo y a divertirse sólo como los príncipes saben hacerlo.