El 8 de febrero de 2012 perdíamos al Flaco; en el primer aniversario de su muerte, lo recordamos analizando las influencias, los mensajes y el sonido de su disco eterno, el mejor de la historia de nuestro rock
Hay discos que son el testimonio en carne viva de una búsqueda interior. Dentro del rock nacional, difícil encontrar un testimonio más puro, descarnado –e inspirado– de esa búsqueda que Artaud. En 1973, aún persistía la idea –consagrada por los Beatles con su Sgt. Pepper’s– de considerar el LP como una obra de arte. Y este disco es el equivalente spinettiano de Una temporada en el infierno (Rimbaud) o El jardín de las delicias (el Bosco), el momento en que el creador está en comunión con sus impulsos más íntimos a la vez que en pleno control de las herramientas de su arte, derribando de hecho las distinciones entre consciente y subconsciente, entre universo onírico y mundo real, para producir una obra deslumbrante. Quizás en ningún otro lugar de una discografía extensa y plena de momentos brillantes podemos encontrar un Spinetta tan expuesto, tan íntimo y entregado (al público, a su arte) como en Artaud. En las pocas ocasiones en que accedió a explicar algunas claves sobre su obra (principalmente en el libro de Eduardo Berti, Spinetta: crónica e iluminaciones), Luis contraponía el sufrimiento y la locura de Artaud con la redención por el amor preconizada por Lennon. Pero no es casual que fuera justamente John quien exteriorizara en público las raíces de su sufrimiento más profundo en el álbum John Lennon/Plastic Ono Band (1970), cuya desnudez –emocional y musical– constituye un antecedente ineludible de Artaud. Incluso la despojada instrumentación de trío (y el hecho de que Lennon haya recurrido a dos viejos amigos como Klaus Voormann y Ringo Starr para el bajo y la batería) guarda cierta similitud con la elegida por Luis.
En sus declaraciones a Berti, quince años después de la realización del álbum, Spinetta intentaba tomar cierta distancia de Artaud, una distancia que no existía en el momento de la creación del disco, como lo prueban sus respuestas a Miguel Grinberg en una entrevista de 1973 (publicada por primera vez en La Mano, en 2006): "Me siento identificado con la poesía de Artaud y con su vida, y por eso creo que le tenía que dedicar algo mío", decía, para después poner en un plano de igualdad –y no de oposición– al poeta francés y los Beatles. "Creo que en la poesía de los Beatles, o la poesía de Artaud, o la de Rimbaud que es antiguo pero también es como de ahora, sucede que las palabras están cargadas con una energía que es la que provoca la buena violencia en la mente."
Se ha dicho hasta el cansancio que Artaud es un álbum solista de Spinetta bajo el nombre de Pescado Rabioso –lo cual es cierto–, pero conviene recordar que es un álbum solista por default, y no por propia voluntad. Los músicos de su banda lo abandonaron, y Luis se refugió en su entorno más cercano para grabar esta descarnada confesión hecha disco, que comienza con un consejo ("Cuida bien al niño, cuida bien su mente") y finaliza con una declaración de libertad, que incluye probablemente los límites impuestos por el propio rock y su cultura ("no estoy atado a ningún sueño ya"). Sólo habían pasado tres años desde que Lennon pronunciara su concluyente "the dream is over", y la generación que había iniciado el rock se enfrentaba a la adultez y los dilemas que ésta planteaba.
"TODAS LAS HOJAS SON DEL VIENTO"
La bellísima canción que inicia el disco encuentra a Luis solo con su guitarra acústica, cantando –a dúo consigo mismo– un tema que mira hacia el futuro ("hoy que un hijo hiciste..."), y nos recuerda la fragilidad de la vida, a la vez que la necesidad de ocuparse de las nuevas generaciones ("cuida bien su mente..."). La declaración resulta particularmente conmovedora si pensamos que no está relatando su propia experiencia (su primer hijo, Dante, nacería en 1976). En 1973, y proviniendo de un grupo como Pescado Rabioso –que para muchos era uno de los símbolos del "reviente"–, la declaración "cuídalo de drogas" sonaba valientemente transgresora.
"CEMENTERIO CLUB"
Difícil pensar en un mejor gambito para una canción que "Justo que pensaba en vos, nena, caí muerto". Y sólo Spinetta podía superarse a sí mismo con una conclusión aun más potente: "Qué solo y triste voy a estar en este cementerio/ qué calor hará sin vos en verano", frase emblemática que el propio Spinetta encontraría escrita en la pared de un calabozo de una comisaría, durante una de las habituales caídas por "averiguación de antecedentes" en 1977. El envase musical es un blues con el swing jazzero característico de Almendra (si bien aquí la base son Gustavo y Emilio) y Luis aportando ese riff de guitarra eléctrica punzante y repetitivo que completa la identidad del tema.
"POR"
Aquí la sonoridad de la guitarra acústica de doce cuerdas de Spinetta evoca la de "Muchacha (ojos de papel)" de Almendra, pero la letra es una de las experimentaciones semánticas más arrojadas (y exitosas artísticamente) de las emprendidas por el cantante en toda su carrera. Retomando los experimentos de los surrealistas con la sonoridad del lenguaje, Luis va acomodando las palabras teniendo en cuenta sólo su sonido y duración (independientemente del significado) en función de que se adapten a una melodía exquisita, de esas que sólo podían salir de su imaginación.
"SUPERCHERIA"
Deslumbrante exhibición de musicalidad de Luis, el tema tiene al menos tres partes diferentes enlazadas con maestría. Comienza con una cadencia valseada en 3x4 ("superstición...") con el cantante animándose incluso a una suerte de scat. Luego viene una parte rockera en la que el esquema de pregunta-respuesta entre la voz líder y el coro ("eso es lo que mata tu amor"), que opera como en el teatro griego, recuerda al de "Figuración", de Almendra. La interpretación vocal de Spinetta es extraordinaria, mientras hace una de las múltiples alusiones que hay en el disco a los factores (sociales, individuales) que coartan la libertad ("siempre temblar, nunca crecer…"). Finalmente, la esperada liberación de la tensión creada por la repetida sucesión de estas dos partes llega con un swing jazzeado donde la amistad es consagrada como posible consuelo frente a esa situación de estancamiento y frustración ("y cuando te das cuenta que es tu amigo quien te da la mano..."). Unos bellísimos coros aparecen sorpresivamente en la última parte valseada. Sin embargo, al final, el implacable Spinetta no permite que la comodidad se instale: "Si te dieras al menos un porqué".
"LA SED VERDADERA"
Spinetta solo con sus guitarras (acústicas y eléctricas) en otro de los temas en que parece dialogar con los conflictos entre el artista y su público, así como la relación con un movimiento de rock próximo a concluir su etapa contracultural, sujeto de numerosos debates de la época (para la presentación en vivo de este álbum, Spinetta escribió el manifiesto "Rock: música dura, la suicidada por la sociedad"). Luis parece criticar cierta actitud indolente del público que espera que todo venga del artista, sin hacerse cargo de su propia vida ("la paz en mí nunca la encontrarás/ si no es en vos... creíste en todo lo que te di/ y nada salió de vos"). Concluye con otra de las frases emblemáticas de Artaud: "Las luces que saltan a lo lejos/ no esperan que vayas a apagarlas jamás". Al final, el sonido ambiente en que se escuchan conversaciones, ruidos de vasos y el sonido de una sirena parece confirmar esta idea de que el tema trata del rock y su contexto en ese momento, represión policial incluida.
"CANTATA DE PUENTES AMARILLOS"
El tema central de Artaud, cuya principal fuente de inspiración fueron las cartas que Vincent Van Gogh escribió a su hermano Théo (recopiladas en el libro Cartas a Théo), al que Luis llegó tras leer el ensayo dedicado por Artaud al pintor holandés (Van Gogh, el suicidado de la sociedad). Una canción "con varias formas poéticas y varias formas musicales, agrupadas en módulos diferentes entre sí". El tema tiene una secuencia de acordes que es una obra maestra, enlazados por imágenes tan vívidas como las pinturas de Van Gogh y construcciones poéticas propias del surrealismo ("monos, nidos, platos de café"). La cantidad de referencias que pueden encontrarse en esta pequeña suite es asombrosa; entre ellas, es inevitable pensar en alusiones a la realidad política del país y su creciente violencia ("con esta sangre alrededor/ no sé qué puedo yo mirar"), así como –nuevamente– el diálogo de la primera generación del rock argentino con el movimiento que ellos mismos habían creado ("y en el mar naufragó/ una balsa que nunca zarpó"). Otro de los temas que sobrevuelan el álbum, la búsqueda de libertad, encuentra una brillante síntesis en "las almas repudian todo encierro". A partir de allí, el cantante emerge con la férrea convicción de no quedarse aferrado al pasado, con otra de las frases de Artaud que han sido citadas una y otra vez: "Aunque me fuercen yo nunca voy a decir/ que todo tiempo por pasado fue mejor/ mañana es mejor".
"BAJAN"
Uno de los temas más rockeros del álbum (aquí nuevamente con Gustavo y Emilio), consagrado años después con la versión de Cerati en Amor amarillo, prácticamente calcada de la interpretación de Pescado. Es quizá la canción más optimista en un trabajo signado por el sufrimiento, con sus imágenes sobre el paso del tiempo impregnadas de cándida juventud ("tengo tiempo para saber/ si lo que sueño concluye en algo"). El mensaje final establece una clara conexión con la utopía hippie, aún presente tanto en la mente de Luis como en los sueños de su generación: "Y además vos sos el sol/ despacio también podés ser la luna".
"A STAROSTA, EL IDIOTA"
El tema tiene una armonía que remite un poco al Lennon de Plastic Ono Band y es el único en el que aparece un piano (supuestamente ejecutado por Luis, aunque no figura en los créditos), pero a la vez tiene una originalidad absolutamente desconcertante. La línea melódica singularmente spinettiana atraviesa contornos imprevisibles hasta liberar la tensión en el "vámonos de aquí". Las referencias beatlescas continúan con un interludio vanguardista en el que aparecen cintas pasadas al revés y el lejano eco del "She Loves You", que remiten a "Revolution 9". Incluso la letra, con ese personaje idiota, cuyo nombre (Starosta) sólo aparece mencionado en el título, puede emparentarse de alguna manera con el "Fool on the Hill" beatle, al que en este caso Luis le (se) aconseja que comprenda que las tinieblas son "como la luz en primavera".
"LAS HABLADURIAS DEL MUNDO"
La última canción del disco tiene una impronta rockera, con la participación de la base de Almendra, y tiende un puente tanto hacia este grupo (no hubiera estado fuera de lugar en el álbum doble de Almendra) como al último Pescado Rabioso (el de Pescado 2), con una estructura que incluye numerosos cortes (stop-and-start) que propulsan el tema hacia adelante. La guitarra eléctrica que duplica la línea vocal remite a un recurso utilizado por Harrison en los Beatles, mientras que el ritmo asume por momentos una síncopa latina, empujado por el cencerro de Rodolfo. La última frase (del tema, del álbum) funciona como una verdadera declaración de principios: "No estoy atado a ningún sueño ya/ las habladurías del mundo no pueden atraparnos".
Por Claudio Kleiman
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