Un festival para recordar al violinista Alberto Lysy
"Ljerko Spiller fue al violín lo que Scaramuzza al piano. Y Alberto Lysy, como discípulo de Spiller, el equivalente a Martha Argerich o Bruno Gelber", afirma el violista argentino Juan Lucas Aisemberg, ex alumno de Lysy en Suiza, integrante de la orquesta de la Deutsche Oper, al recordar a su maestro desde Berlín. Con esa perspectiva histórica por la cual todos aquellos que se formaron con Lysy o compartieron con él la experiencia musical en el escenario, es que su hijo, el chelista Antonio Lysy (radicado en Estados Unidos) y el violinista Pablo Saraví (su alumno y asistente), junto con destacados solistas y ensambles de cámara, rinden su tributo hoy y mañana, en el Teatro Avenida, al legendario músico a cinco años de su muerte. Estarán Cuarteto Petrus, Camerata Lysy-Argentina, Antonio Lysy y Stanimir Todorov (chelo), Bryan Pezzone (piano), Pablo Motta (contrabajo) haciendo obras de Ginastera, Piazzolla, Schifrin, Schubert, Bach y Mendelssohn. Como director artístico de esta iniciativa, Pablo Saraví dialogó con LA NACION.
-¿De qué manera comparte la valoración de Lysy en las palabras de Aisemberg?
-Totalmente. Lysy fue el violinista más descollante de la última generación. Antes estuvo Ricardo Odnoposoff y luego los hermanos Chumachenco. Lysy tuvo una carrera brillante no sólo de la mano de Yehudi Menuhin, sino también como artista con vuelo propio. Desde la Academia Menuhin mantuvo un estrecho vínculo con la Argentina.
-¿Qué lo hacía tan brillante?
-Su forma de tocar tan personal: recordaba a los maestros de la edad de oro -Szigeti, Menuhin, Heifetz-, pero con un plus propio, reconocible. Se lo identificaba con apenas un par de notas: tenía un vibrato bastante cerrado, un sonido precioso, no muy voluminoso, pero bien proyectado, que conseguía con cualquier violín, aunque prefería el Guarnerius. Siempre estaba "el sonido de Lysy". Hoy es difícil distinguir el sonido de alguien con los ojos cerrados.
-¿También en el violín se produce esa tendencia mundial a la globalización como pasa en el sonido de las orquestas o de los cantantes líricos?
-Bastante parecido, en parte, por la estandarización de los grandes concursos internacionales. Se elevó el nivel técnico, pero a costa de la pérdida de individualidad. En el pasado, uno podía estar de acuerdo o no con las personalidades, pero eran únicas. Hoy hay mucha información disponible para acceder a las grabaciones de los grandes maestros, y ahí está el tema: uno puede imitar tomando los clichés de esos maestros, pero sin sumergirse en el mundo psicológico que subyace en ese determinado sonido. Ese mundo es el porqué de ese sonido.
-La diferencia entre lo auténtico y lo impostado?
-Sí. Si falta eso, el resultado es artificial.
-¿Cuál ha sido la enseñanza más trascendente de Lysy, tanto en este aspecto de la interpretación al violín [el sonido] como en otros?
-Perderle el miedo al escenario. Él decía que el virtuoso era aquel que tomaba riesgos.
-¿Qué recuerdo tiene de él?
-Era un hombre generoso, de carácter fuerte. Había que conocerlo para saber tratarlo porque tenía rasgos de genialidad y de intemperancia a la vez. Había que estar muy bien preparado por lo que se venía cuando las cosas no salían correctamente. Todo era fuerte, pero en un punto quedaba minimizado: cuando tomaba el violín y era capaz de derretir a todos con la música. Fue un hombre absolutamente intolerante con la mediocridad.
Homenaje a Alberto Lysy
Hoy y mañana, a las 20.30. Teatro Avenida, Avenida de Mayo 1222.