Un narigón clásico y moderno
En rigor de verdad, nadie puede saber a ciencia cierta si un álbum recién editado se convertirá, con el paso del tiempo, en un clásico. Pero después de escuchar los inspiradísimos cincuenta minutos de música que Divididos ofrece en su nuevo trabajo, cómo no aventurarse y decirlo en voz alta y a los cuatro vientos: "Narigón del siglo" va a quedar inmortalizado en ese rubro dorado dentro del rock argentino.
No hay vuelta que darle, es imposible que canciones como "Par mil", "Elefantes de Europa", "La ñapi de mamá" o "Como un cuento" -por nombrar algunas de las trece composiciones del disco- no se inserten en el inconsciente colectivo del público rockero.
Está dicho: las casualidades no existen. Pero más allá de poseer todos los ingredientes necesarios para instalarse como un clásico, el nuevo material discográfico de la aplanadora del Oeste es, paradójicamente, el álbum menos clásico de Divididos. Desde su chillona portada verde flúo hasta los coqueteos pop con orquesta de cuerdas incluida.
Un asado en Abbey Road
Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Jorge Araujo viajaron a Londres con varios demos, se instalaron en los estudios Abbey Road y veinte días después cruzaron la calle como si los Beatles fueran tres -¿hace falta recordar la portada "Abbey Road", el último disco de los chicos de Liverpool?- con el mejor disco de la banda de los últimos años en sus bolsillos.
Los amantes de las cábalas hablarán de espíritus, de instrumentos que tocan solos, de mística y otras yerbas. Pero lo cierto es que Arnedo compuso varias de las mejores líneas de bajo que se le hayan ocurrido en su vida; que Mollo canta mejor que nunca y despliega virtuosismo musical como siempre; que las letras poseen el mismo humor para pocos que suele practicar el trío pero que, a la vez, deja abiertas las puertas de la imaginación con su lenguaje retorcido y porteño; que los arreglos tienen un cuidado y una obsesión envidiable para cualquier músico. Y la lista de virtudes podría continuar un par de párrafos más.
El trío orquesta
Como si fuera poco, Divididos logra lo que muchos artistas intentan pero sólo se quedan con las ganas: que las cuerdas de la London Session Orquestra tengan sentido en una canción de rock y no que deambulen detrás de la melodía perdidas como mera compañía de turno.
El ejemplo queda registrado en dos de los puntos más altos de un álbum por demás parejo: "Spaghetti del rock" y "La ñapi de mamá". La primera, una canción de melodía pop en la que Mollo no necesita gritar para sobreponer su voz sobre la guitarra. Pop a la Divididos, extraído de las mismas entrañas románticas del cantante.
La segunda, un rock sin más efectos especiales que una poderosa base lo suficientemente abierta como para que se fusione con los violines y los chelos sin distorsionar el espíritu de la canción. Y que llega a su clímax en unos compases de violines al mejor estilo "Eleanor Rigby" de los Beatles. Una joyita.
Para los que a esta altura crean que se encontrarán con Mollo teñido de rubio y Arnedo en ropas de color naranja, en busca de la modernidad sonora, a no desesperar. Porque "Narigón del siglo" también tiene canciones como "Tanto anteojo", "Qué pasa conmigo" -de tono casi funk-, "Como un viento" -en la que el alumno Arnedo se saca un diez en bajo- o "Sopa de tortuga" -un tema que seguramente hará estragos en los conciertos.
Allí, Divididos vuelve a sus orígenes y suena con el vigor de sus dos primeros discos- "40 dibujos ahí en el piso" y "Acariciando lo áspero"- de fines de los 80 y principios de los años 90, pero más afilados y ajustados.
Queda más, mucho más. Porque más allá de su acertada duración, que se podría considerar escasa en estos tiempos compactos donde parecería que la música no se compone sino que se fabrica para rellenar 74 minutos de duración, la banda aprovecha cada minuto grabado. Otro desafío ganado y van...
De chalchaleros y punto com
Entonces, aparece "La gente se divierte", un reggae con el sello del oeste bonaerense; el flanco campestre del grupo con la hermosa "Par mil"; las tablas y sitares aportadas por un músico hindú, Pandit Dinesh, en la mismísima apertura del álbum -"Casi estatua"-; uno que insta a imaginar el vertiginoso pogo que vendrá -"Pasiones zurdas derechas"-, yel chiste de tono folklórico del final con "La firma del opa".
Los últimos dos apartados se lo llevan algunas frases extraídas de las intrincadas letras y el packaging que acompaña al disco.
Porque no es cuestión de no prestarles atención a irrisorios versos como "un chalchalero no es un Rolling Stone", al ¿homenaje? a Charly García con "hubo un tiempo que fui hermoso y fui preso de verdad", a la ironía de "no se dieron cuenta, cientos laburando y uno solo en fiesta y todo porque... por la firma del opa", y de "Buenos Aires naufraga por Perón.com".
Consecuentes hasta el final, el arte de "Narigón del siglo" cierra con precisión la última puerta abierta en esta nueva aventura de Divididos. Chocante desde lo visual, simplista y a la vez original. Además, si se tiene en cuenta que los discos clásicos deben ser ubicados fácilmente, el verde loro flúo que colorea todo el diseño sin duda resaltará en cualquier discoteca hogareña.
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