Un piano notable
Agustí Fernández (piano) / Festival internacional Buenos Aires Jazz / Función: el sábado / Lugar: Salón Dorado del Teatro Colón
Nuestra opinión: Excelente
El concierto excepcional que brindó el pianista catalán Agustí Fernández comenzó con un "veto de última hora". Unos minutos antes del inicio le anunciaron que, por regulaciones de la casa, no iba a poder utilizar los objetos que habitualmente coloca en el interior del piano para alterar su sonoridad. No sin ironía, anunció: "Va a ser un concierto de piano como se tocaba hace cien años". Lo cierto es que supo aprovechar la restricción y torcer el imprevisto en beneficio de una música que no podría haber sido tocada con mayor sentido de la oportunidad.
Su estilo pianístico surge de un impulso doble: macerar la tradición del piano clásico y abrazar las experiencias más radicales de la improvisación. Anteanoche se sucedieron siete improvisaciones (algunas basadas en sus composiciones) que se alternaron entre dos enfoques: uno, enraizado en la estela vaporosa de compositores como Ravel y Debussy; el otro, deudor del vocabulario virulento de Cecil Taylor y la "música estocástica" de Iannis Xenakis, a quien Fernández tuvo de maestro.
Después de una pieza de gran lirismo melódico, arremetió contra las teclas del piano con ímpetu percusivo, precipitando motivos erráticos con una digitación en la que el gesto de tocar parecía desfasado de la emisión sonora. Utilizando la caída vertical de los dedos, cuando no el canto de la mano, martilleó las teclas para tramar texturas de gran densidad. Luego, dos notas atacadas con fuerza, la primera y la última del teclado, funcionaron como marco de un tenue fraseo en la zona media de reminiscencias arábigo-andaluzas, y la reverberación de un bajo continuo dio gravedad a la caída de estos dibujos melódicos. La cuarta improvisación, de gran compromiso físico para el pianista, incluyó golpes de puños en los momentos de mayor intensidad. Movimientos paralelos, deslizamientos cromáticos, intensos trémolos y una pulsación vehemente produjeron el efecto de una lluvia de granizo cayendo sobre el encordado.
Con una concentración más introspectiva, siguieron dos piezas de carácter evocativo, de fuerte raíz hispánica y una emotividad en sordina, que exploraron las posibilidades de la resonancia al hilar frases delicadas sobre paisajes remotos. En la última improvisación, Fernández enlazó el alcance poético de estos pasajes con el abordaje percusivo de tramos anteriores. Con un dominio notable del instrumento, atravesó un corredor de notas para arribar a un sonido pedal que le permitió dedicarse a una exploración tímbrica de insospechada luminosidad y hacia el final retomar, con la melodía inicial, el recuerdo de algo ya extinguido. Al final, agradeció al público: "La música encarna el tiempo, por eso es importante asistir a conciertos".
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