Rock. Un sueño que no se termina
La voz de John Lennon aparece desde una distancia imposible de detectar. Llega, nada más. Como si estuviese allí desde siempre. Y, claro, es así. ¿Cómo mantenerse indiferente cuando canta "Woman", "Imagine", "Mother"? Es una cita inevitable. Un antihéroe que se deshace en un rock and roll o en una balada. No importa qué es lo que canta. Tampoco cuál es el origen de su amor. Importa el instante, más allá del mensaje o la ironía. La composición tema de hoy era -originalmente- el amor y el rock, pero justo apareció John y la cabeza tomó otro rumbo; aparecieron otros paisajes. Y no tiene mucho éxito el intento de zafar. Porque también había más cosas para decir. Como el salto que esta columna dio del lunes al viernes, en un movimiento tan azaroso como cargado de cierta lógica, porque ¿qué día mejor que éste para el rock? Los viernes comienza algo que tiene que ver más con lo que está por llegar que con el agobio de los días pasados. Y parece, en fin, que el tema en realidad es la dispersión.
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Pero también está Lennon, que sigue en la compactera. Y, como si fuera poco, hace unos minutos llegó la noticia: el sello Capitol halló en un cofre unos cien temas del eterno beatle. Todos sospechábamos que John tenía guardados algunos secretos, pero el número sorprende. Y alegra, por supuesto. No fue por capricho que hace unos años, cuando se trabajaba en las ediciones de las Anthology de los Beatles, Yoko haya afirmado que quedaban cosas de su compañero dispersas por ahí (de hecho, ofreció un par para que Paul George y Ringo las completaran). Lo cierto es que ahora aparecieron en cantidades verdaderamente industriales, como en una caja de Pandora y el plan es editarlas en cuatro CD. Otra dispersión.
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Ahora hay que esperar, y soportar algunos interrogantes como: ¿es necesario que se edite algo que Lennon no dio a conocer en vida? ¿Se puede manejar así la obra de un artista que ya no puede dar su opinión sobre su trabajo? ¿Es un negocio más del revival de los noventa? Los fieles detractores de Yoko Ono, ¿tendrán más tela para cortar? Como sea, este hallazgo es una especie de milagro rockero que se agradece. ¡Nos vamos a reencontrar con John! ¿Cómo no dar las gracias?
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Mientras tanto, en la revista Rolling Stone podemos volver a leer que "el sueño terminó", esa entrevista en la cual John provoca, cuestiona y se cuestiona en un mundo que ya se había acelerado demasiado. Allí mismo decía que iba a hacer rock and roll hasta los ochenta años, o hasta que la muerte lo llamara... ninguna de las dos cosas sucedieron. Sólo lo arrancaron de nosotros. Nos robaron ese sueño que aún no había terminado, apenas había mutado su forma. Porque Lennon era ese hombre que se había empecinado en destruir el mito, para hacer de él un artista que se había enamorado de otra artista (Yoko, claro) a quien admiraba y de la que estaba en pleno aprendizaje, siempre. Eso podremos comprobarlo, finalmente, dentro de un mes, cuando la artista japonesa llegue por primera vez a Buenos Aires para presentar una obra interactiva. Pero el tema aquí es Lennon. O, mejor, el hallazgo de su obra. Todo un guiño, parte de esta dispersión que nos propone siempre. Un noble desafío.
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La voz de John sigue allí desde siempre. Dentro y fuera de nosotros. Nos incita a imaginar un mundo sin guerras. Nos invita a darle una oportunidad a la paz. Pero el sueño terminó. Ya lo dijo. Y lo repite. Toda su ironía, toda su cordura, al servicio de una época que lo devoró y se indigestó con él constantemente. Tal vez la figura más emblemática de aquellos años que, si bien no terminaron la tarea de cambiar al mundo, lo asustaron. Pero tal vez este descubrimiento sea mucho menos. Apenas la confirmación de que nunca se fue. Que es apenas un nuevo juego. Un nuevo guiño.
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