Un toque de Mozart
Bastián y Bastiana / Autores: Mozart, sobre libreto de Weiskern y Schachtner, en adaptación para títeres / Dirección: Gabriela Marges / Intérpretes: Adrián Tolosa, Gabriela Marges y Esteban Fernández / Muñecos: Esteban Fernández / Vestuario: Natalia Méndez Curto / Luces: Pasha Kyslychko / Sala: La Nube, Jorge Newbery 3537 / Funciones: sábados, a las 17.
Nuestra Opinión: Buena
Dos jóvenes enamorados desconfían uno del otro y consultan a un estrambótico mago. En su confuso juego, el hechicero le dice a Bastiana que simule desinterés. Y le sugiere a Bastián que ella está interesada en otro. Los celos y la simulación culminan, sin embargo, en el encuentro de la pareja. Final feliz, a toda música. Mozart compuso la sencilla ópera de un solo acto cuando apenas había cumplido doce años. Bastián y Bastiana se estrenó posiblemente en el mismo año de su composición en los jardines del Palacio Mesmer, del médico vienés que la había encargado al joven músico.
La puesta en escena de Gabriela Marges recrea en el retablo la representación por una compañía itinerante, como era frecuente encontrar en las ferias del siglo XVIII, en particular en París. Incluso se solía apelar entonces a los títeres para parodiar el teatro serio de los grandes teatros cortesanos.
Ese espíritu juguetón está presente tanto en la música de Mozart como en la puesta en escena. El director de los artistas trashumantes y el mago, manipulados ambos por Esteban Fernández, exhiben el toque estrafalario de los personajes cómicos de feria. Y la Bastiana que lleva Gabriela Marges, transita sutilmente entre la simpatía y la ingenuidad pastoril. Se sale un poco de tono el Bastián de Adrián Tolosa, quien le pone una voz excesivamente enunciativa al personaje. Bellísimos los muñecos, diseñados por el mismo Fernández, acordes a la exquisitez mozartiana.
Marges resolvió hábilmente la cuestión de cómo mantener la música original sin perder fluidez narrativa: la partitura, grabada y cantada en su idioma original, discurre como telón de fondo, mientras que los personajes dicen lo suyo en castellano, sin cantar. Podrían depurarse algunas líneas de texto que suenan desprolijas y se pueden dar algunos momentos en que una versión con cantantes en vivo pudiera tener más fuerza dramática. Pero se gana en vivacidad, algo esencial a los títeres, sobre el marco musical del genio de Salzburgo. Un detalle: a la pequeña sala de la Biblioteca La Nube le falta un acondicionamiento que esté a la altura de su selecta programación. Ojalá sea posible realzar el espacio, que ya tiene un público propio más allá de los libros.