Una agrupación que prometía algo más atractivo
Concierto de la Orquesta de Cámara Kremlin. Director: Misha Rachlevsky. Programa: Sonata N° 5, en Mi bemol Mayor, de Gioacchino Rossini; Sinfonía de cámara Op. 11 bis de Dmitri Shostakovich; Contrapunto I del "El arte de la fuga", de Johann Sebastian Bach, y Serenata para cuerdas en Do Mayor Op. 48, de Piotr Ilyich Tchaikovsky. Organizado por Festivales Musicales de Buenos Aires, con el auspicio de la embajada de la Federación de Rusia. En el teatro Avenida.
Nuestra opinión: bueno
Gioacchino Rossini comenzó muy temprano a componer obras de cámara. Sus seis Sonatas a cuatro las escribió aparentemente en Ravena en años que hasta ahora no se han podido fijar con certeza. De todos modos, esas piezas, anteriores a sus mejores creaciones líricas, permiten justificar el apodo de "el alemancito", con que sus condiscípulos lo habían bautizado en Italia, dada su admiración por las obras de Haydn y Mozart, muchas de las cuales transcribió en ejercicios de música.
Y este concierto de la agrupación rusa comenzó con la quinta de esas contribuciones, donde el autor deja apreciar algo de su futura línea melódica inspirada, de la chispa de sus ritmos y ese humor contagioso que trasuntará su estilo en cuanto a la dinámica y los planos sonoros en el mundo de la ópera.
De todos modos, la simpática composición no pareció una elección acertada por parte del director, Misha Rachlevsky, en primer término por su simplicidad compositiva que no encontró una realización jerarquizada en la ejecución, ya que el sector de los violines dejó escuchar cierta falta de amalgama en los pasajes al unísono que, desgraciadamente para ellos, son muchos a lo largo de los tres movimientos.
Quizá por la juventud de los integrantes, que podría conllevar falta de experiencia, o por una carencia del propio director, en la segunda obra, la conflictiva Sinfonía de cámara Op. 110 bis de Dmitri Shostakovich, en realidad una transcripción del Cuarteto de cuerdas N° 8, Op. 110, se reiteró esa debilidad en la zona aguda del registro. No así en las violas, violonchelos y contrabajo, que en todo momento se escucharon con la característica pastosidad y redondez de las orquestas rusas.
El maestro Rachlevsky incluyó, solicitó y logró que no se aplaudiera al finalizar la obra de Shostakovich para que quedara unida al primer contrapunto de "El arte de la fuga", de Johann Sebastian Bach, con la intención de no interrumpir el momento de recogimiento y piedad que genera el final de la composición, obra que el autor consideró autobiográfica y que expresa como ninguna otra una inclinación por el expresionismo, manifestación de dolor y denuncia evidente del sufrimiento del pueblo de su tiempo.
Segunda parte
La segunda parte del programa estuvo dedicada a la muy difundida y grata "Serenata para cuerdas", en Do Mayor, Op. 48, de Piotr Ilyich Tchaikovsky que, como Rossini, también fue un profundo admirador de Mozart y que en esta composición parece rendirle un homenaje con sabor rococó y mucho del estilo vienés del siglo XVIII.
Por fortuna, la orquesta de cámara elevó considerablemente su rendimiento y el director dio una muestra de mayor preocupación por inculcar a sus músicos un discurso más expresivo y sobre todo por prestar atención en obtener la gama de matices y coloración sonora que el autor plasmó con mano maestra tan sólo con las cuerdas en combinaciones de sutil variedad.
De todos modos, aun incluyendo los dos agregados que por gentileza del aplauso ofreció la agrupación, no alcanzaron para elevar una presentación que prometía ser mucho más atractiva.
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