De Cannes a MasterChef: ¿qué es el cine? ¿Y la TV?
“El cine es para ver en salas y yo hago películas para la pantalla grande. Me gusta esa experiencia y cuanto más inmersiva, mejor”. La frase se escuchó esta semana en una Master Class en el Festival de Cannes, acaso el más prestigioso de la industria cinematográfica. Debe decirse que no salió de un director célebre o alabado por la crítica, sino –como consignó Marcelo Stiletano en este diario– del taquillero actor Tom Cruise y en el anticipo del estreno de la secuela del clásico ochentoso Top Gun. La charla con el director del festival derivó incluso hacia la diferencia en las narraciones y los guiones cuando se trata de cine y de televisión. Pero ¿por qué hoy el actor de Mission: Impossible es el representante máximo del cine? Y más, ¿qué es el cine en 2022, el año que las plataformas de streaming dominaron la entrega de los Oscar y Apple+ se impuso a los estudios al llevarse la estatuilla a mejor película por la emotiva Coda?
La tecnología y el estudio de los medios tienen más luz para proyectar (gracias, hermanos Lumière) sobre el caso que la etimología. ¿Cine es el aparato, el cinematógrafo? ¿Es ir al cine? ¿O, en definitiva, son las películas o films, cuando ya no se usan revelados ni cintas? O, desde la industria, ¿el cine son los grandes estudios y productoras especializadas?
La taquilla de esta semana, dominada con cifras enormes por Doctor Strange, el último lanzamiento del universo cinematográfico de Marvel, muestra el dominio que en las salas de cine tienen los superhéroes. Lo aclaran los críticos: los grandes éxitos de este siglo (con Batman o Spiderman al frente) son protagonizados por actores con máscaras, sin gestualidad facial. ¿Es el cine, entonces, espectacularidad en las salas?
En esa línea, el mismo debate radical atraviesa a la pantalla chica. ¿Qué es la televisión? ¿Los canales y contenidos que vemos dentro de ese aparato? ¿Lo que vemos en streaming desde que las TV se volvieron “smart”? También esta semana, los locales premios Martín Fierro debieron actualizar esa tensión: con las ficciones mudadas a las plataformas globales y con el periodismo y los deportes volcados a la TV de cable, triunfaron los realities. El despliegue alrededor de la competencia culinaria MasterChef Celebrity recibió su Oro. Cocineros estrella evaluando a figuras mediáticas… ¿Es la televisión, entonces, entretenimiento en vivo o en falso vivo?
También en la guerra del streaming la modesta pregunta doméstica se vuelve preocupación de grandes inversores: Disney abandona sus “canales de televisión”, bate récords de suscriptores y adquiere transmisiones deportivas a través de ESPN; gigantes tecnológicos como Amazon invierten fortunas en productoras de cine y series para alimentar Prime Video. Los desafíos de Netflix, convertida en billonaria usina de producción, pasan por cómo integrar publicidad (¡eso es televisión!, los avisos que la sostienen) o por sumar videojuegos, siguiendo la lógica del streaming y el entretenimiento hogareño. Sus problemas empiezan a ser los de los creadores de contenidos originales, los content creators: el contenido liviano, emotivo, entretenido, llevadero (las comedias, las novelas, la acción, el erotismo light), poco exigente, se impone entre los usuarios.
Acaso el calificativo “pochoclero” sea también una definición vigente de qué es el cine: impacto y espectacularidad en pantalla gigante. Y el contenido “low-brow” de baja exigencia intelectual, el que nos acompaña cuando elegimos la pantalla hogareña para, mayormente, cerrar la jornada. No es el algoritmo, pareciera, sino que somos nosotros, los consumidores a escala masiva, los que elegimos ver esa televisión.
Las grandes narrativas se vuelven expertas en el “enganche”, que permite grandes sagas en cine o “maratones” en series: personajes complejos o acomplejados, tramas ocultas, enredos o conspiraciones... Las pequeñas narrativas, las que enseñan el arte del pasatiempo y el meme: una mueca, una indumentaria, una escena memorable. Ese cruce de ciencias y artes narrativas se expresa como nunca en las bambalinas de la célebre croisette de Cannes. Allí, Meta impuso su despliegue con Instagram como principal sponsor del festival –apoyado en la repercusión en esa red de grandes eventos como la reciente Met Gala– pero TikTok inauguró una alianza que premiará al mejor film corto en esa plataforma, de entre 30 segundos y 3 minutos de duración. El responsable del acuerdo por TikTok, un ex-YouTube, Rick Waterworth, fue preciso y aportó su síntesis sobre qué otra cosa es, también, el cine: “Hay una línea directa y una naturalidad en la conexión de TikTok con la industria de hacer películas: el fanatismo por las celebridades y la creación de piezas audiovisuales”.