Iain McGilchrist: “No entendemos de dónde provienen la felicidad y la plenitud”
Graduado en letras, el psiquiatra escocés acaba de publicar un libro en el que aborda una filosofía de lo cotidiano para vivir mejor; “nuestra crisis espiritual es tan grande como la física”, dice, en alusión a la pandemia
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La formación de Iain McGilchrist es peculiar. Su abordaje, también. Y encima vive en el extremo noroccidental de Escocia, en la isla de Skye, rodeado de whisky. Tan rodeado del “agua de la vida” que mora en la histórica y legendaria Talisker House. Los amantes del whisky sabrán de qué les hablo.
Graduado con honores en Letras de Oxford, McGilchrist viró hacia la medicina. Psiquiatra, dirigió hospitales y desarrolló investigaciones neurocientíficas, mientras escribía en sus ratos libres. Y un día, tres décadas después de empezar a darle forma, terminó El maestro y su emisario, en el que abordó cómo los dos hemisferios del cerebro afectan nuestras vidas, para bien y para mal. Su libro causó sensación.
Ahora, a los 68 años, McGilchrist lanza The Matter with Things, adentrándose en la filosofía de nuestras vidas cotidianas, buscando respuestas a las preguntas que nos agobian desde siempre (y más en estos tiempos). “Tenemos una crisis espiritual que es tan grande como la crisis física”, afirma, y no cree que el flagelo del Covid19 nos lleve a mejorar. “Tan pronto como la pandemia lo permita, muchos volverán a ser egoístas e infelices”, lamenta.
De rostro bonachón, tono amable y mente brillante, McGilchrist no aspira a ver cambios sustanciales, ni a nivel global, ni personal: Pero tampoco es ese el objetivo, aclara. “No se nos pide que solucionemos todos los problemas; solo que nos comportemos de una manera verdaderamente humana”.
Y en ese “verdaderamente” está la clave, que plantea con una pregunta: “¿Qué me permitirá decir, cuando todo termine, ‘bueno, hice mi mejor esfuerzo’?”.
–¿Por qué este libro, The Matter with Things, y por qué ahora?
–Desde mi adolescencia sentí que había algo muy mal en la forma en que generalmente hemos estado pensando en el mundo moderno de Occidente. Comencé a sentirlo de manera intuitiva y solo más tarde descubrí que había muchos filósofos que estarían de acuerdo conmigo, porque no supe sobre ellos en la escuela. El mundo no es algo meramente material y mecanicista, algo que está ahí fuera, ajeno a nosotros. Pero solemos ver las cosas de ese modo. Lo mismo ocurre con las obras de arte o con la naturaleza, que tomamos como algo que nos rodea, cuando en realidad somos en relación con ella. Sin embargo, me tomó treinta años de estudios e investigaciones del cerebro poder articular mis ideas.
–¿A qué conclusiones arribó?
–Encontré que hay muchas diferencias entre los dos hemisferios del cerebro que no se han investigado. Son dos formas completas de percibir el mundo: uno se enfoca en lo que podemos tomar y usar, y eso es lo que priorizamos; el otro ve el panorama completo y lo que sucede en otros lugares. Ahora, usted podrá preguntarse por qué es esto relevante. La respuesta es porque nos ayuda a comprender mejor qué es un ser humano, qué es el mundo y cuál es nuestra relación adecuada con el universo. Debemos comprender que todo está interconectado. No somos solo un cerebro que funcionaría mejor si no tuviera que lidiar con un cuerpo. ¡Al contrario! Somos un cuerpo y la mente está ahí para comprender y ayudar a ese cuerpo, mirando de otro modo la forma en que abordamos las respuestas a las cosas. Sin embargo, hemos conspirado para despreciar nuestras reflexiones no instruidas sobre las intuiciones de la vida, los juicios que formamos por experiencia.
"Deberíamos cultivar hábitos de reflexión, de meditación, de sumergirnos en las grandes obras de la música y la poesía"
–¿Cómo es eso?
–Todo tipo de personas inteligentes han aportado pruebas de que podemos estar equivocados, demostrando aquí o allá que nuestra intuición está equivocada. Eso es muy divertido, sí, como lo son los libros que aportan giros inesperados. O como las ilusiones ópticas. Sin embargo, tras observar una ilusión óptica, nunca escuché a alguien decir: “Bueno, de ahora en adelante, voy a cerrar los ojos y vivir mi vida a ciegas porque no puedo confiar en ellos”. No. Nuestras intuiciones son absolutamente vitales y nos alertan que destruir el mundo, violarlo y saquearlo es malo. Sin embargo, el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro ve el mundo de otro modo: “Sé todas las respuestas. Entiendo cómo funciona”. En otras palabras, lo que los griegos llamaban “arrogancia”. Creer que lo sabemos todo, cuando las investigaciones psicológicas demuestran que las personas que saben muy poco piensan que lo saben todo y las personas que saben mucho piensan que no saben nada. Pero así vivimos, en un mundo que cree que “sabemos cómo hacernos inmortales. Podemos tener todo lo que queremos”.
–¿A qué se debe eso?
–Se debe a que no entendemos de dónde proviene la felicidad, de dónde proviene la plenitud. Asumo que debemos vivir en una conexión amorosa con el mundo, sin buscar manipularlo y hacer dinero con él.
–¿La pandemia global ha reforzado o, por el contrario, modificado de alguna manera sus puntos de vista, sus ideas o su proceso de escritura?
–Puedo decir que no, aunque pensé al principio de la pandemia que podría salir algo bueno de todo esto, que la gente vería que hay valor en una sociedad que no está impulsada por maníacos consumiendo todo el tiempo y que la gente comenzaría a calmarse, a moverse más despacio, pensando más detenidamente, leyendo más y contribuyendo menos a la destrucción del mundo.
–¿Y ahora?
–Ahora no sé si es algo que hayamos aprendido. Creo que tan pronto como se pueda, muchos volverán a ser egoístas e infelices. Basta con ver lo que ocurre en Gran Bretaña, donde se alienta a despreciar una cultura que tardó mil o dos mil años en crecer, haciendo afirmaciones locas como que no existe el cuerpo de una mujer o de un hombre. Leemos cosas estúpidas, todos los días, en el periódico. Resultaría divertido si no fuera tan triste, como muestran las investigaciones desarrolladas durante décadas. Cuanto más nos hemos enriquecido, menos satisfechos estamos. Y, por el contrario, las personas de países menos occidentalizados son más felices y saludables, con sociedades en las que uno tiene el deber de participar. Porque la sociedad nos hace lo que somos y nosotros, a cambio, ayudamos a mejorar esa sociedad.
"No hay nada de lo que podamos estar más seguros que de la existencia del tiempo. Nada tendría sentido sin su existencia. No habría nada. Por tanto, el tiempo no es nuestro enemigo"
–¿Puede ahondar en esa idea?
–Debemos dejar de hacer las cosas que resultan tan destructivas para nosotros, para nuestras comunidades y para el mundo. Se lo digo de otro modo: cuando la gente acude a mí como psiquiatra, no me corresponde a mí darle las supuestas respuestas, porque sería un error. Lo único que puedo decir es: “Me dices que estás haciendo esto y aquello y que no está funcionando. Bueno, dejemos de hacerlo, y pensemos y escuchemos un poco, y veamos si hay algo a lo que podamos responder”. Es casi una idea espiritual. Si siempre estamos recibiendo información y estímulos, y tratamos de hacer cien cosas a la vez, en realidad es muy probable que hagamos las cien cosas mal. Necesitamos, por tanto, crear un espacio en el que podamos concentrarnos.
–¿Qué lecciones aprendió a lo largo de este proceso de escritura de diez años?
–Escribir mi primer libro me tomó 25 años porque mientras estudiaba y escribía tenía un trabajo muy demandante y a tiempo completo, además de que me resultó muy difícil en ese primer libro expresar ciertas cosas porque nuestro lenguaje no nos equipa con lo que necesitaba decir. ¡Tuve que intentar explicarle a la gente por qué a veces es mejor no hacer que hacer! ¡A veces es mejor no saber sobre algunas de las cosas que son más valiosas, como el amor, el arte, el sexo, la poesía o la música! Son cosas que no se pueden expresar con palabras. Así que pasé mucho tiempo meditando al respecto hasta que llegué a la conclusión de que no podía escribir ese libro. De hecho, fui a terapia por ese primer libro [risas]. Pero al final, en el proceso de tener que explicar cosas que son difíciles de expresar, comencé a entenderlo mejor. Al escribir este nuevo libro, partí de tres lugares para comprender la respuesta a la pregunta sobre quiénes somos. La neurología, la filosofía y la física. La buena noticia es que a medida que avanzaba, los tres ejes se unieron. Fue maravilloso.
"Me considero un pesimista esperanzado, porque hubo muchas ocasiones en la historia en las que debimos haber pensado que era el final de todo. Pero no fue así"
–Deme un ejemplo.
–La cuestión del tiempo. Mucha gente piensa que si llegas a cierto nivel de percepción espiritual, compruebas que el tiempo realmente no existe. Pero estoy convencido de lo contrario. No hay nada de lo que podamos estar más seguros que de la existencia del tiempo. Nada tendría sentido sin su existencia. No habría nada. Por tanto, el tiempo no es nuestro enemigo. Es lo que hace posible todo lo que valoramos. Y no sería mejor si todo siguiera en un eterno presente. Eso nos lleva a otra idea: no podemos desesperarnos por cómo se encuentra el mundo. Por supuesto que resultará muy difícil corregir sus problemas, pero me considero un pesimista esperanzado, porque hubo muchas ocasiones en la historia en las que debimos haber pensado que era el final de todo. Pero no fue así. Continuamos. Y tampoco se nos pide que solucionemos todos los problemas. Solo que nos comportemos de una manera verdaderamente humana, realizándonos, comprendiendo que todas las cosas importantes de la vida, como el amor o el arte, no se pueden medir y son casi infinitas, aunque puedan parecer muy pequeñas a nuestros ojos. Intentemos pensar en la vida como un regalo. En mi caso, no sé cuánto tiempo me queda, pero he tenido muchas cosas buenas en mi vida. Y si mañana sigo vivo, es el regalo de otro día.
–¿Por qué debería leer este libro algún lector argentino o latinoamericano?
–La forma en que plantea su pregunta sugiere que no es suficiente que sean humanos [risas]. Habiendo dicho eso, sé que están sufriendo ciertas cosas muy específicas. Afrontan dictaduras bastante desagradables, ya sea de nombre o de hecho, se están destruyendo las selvas tropicales y ciertas formas de vida de los indígenas nunca podrán recuperarse, perdiendo una enorme sabiduría y belleza porque cierta gente quiere ganar dinero y expoliar sus recursos. Tenemos que detener eso. Pero también es cierto que en su hemisferio hay tradiciones espirituales vivas, la gente parece más cercana al equilibrio entre cabeza y corazón, al menos mejor que nosotros, los británicos. En cualquier caso, unos y otros tenemos una crisis espiritual tan grande como la crisis física. Tenemos que abordar la mente y el cuerpo juntos, usándolos sabiamente, como lo hicieron los griegos y los romanos y los mejores filósofos del Renacimiento.
–¿Cuáles son las preguntas que deberíamos habernos hecho hace mucho tiempo? ¿Cuáles son las preguntas que deberíamos hacernos ahora?
–Las de siempre: ¿qué es un ser humano? ¿Qué es este cosmos, este mundo en el que vivimos? Son, sin duda, las cuestiones más importantes. ¿Somos tan inteligentes como para pensar que no hay nada divino aquí? Creo que es un gran error haber perdido el aspecto divino del cosmos porque, al final del día, las civilizaciones florecen cuando las tradiciones, los rituales, los conjuntos de valores, están ahí. En cuanto al aquí y ahora, debemos preguntarnos a dónde pertenecemos. ¿Cuáles son las cosas que me llaman más urgentemente? ¿Cuáles son las cosas que realmente quiero? ¿Qué me permitirá decir, cuando todo termine, “bueno, hice mi mejor esfuerzo”? Esa no es una pregunta que mucha gente se haga. Prefieren preguntarse cómo pueden ganar más dinero o cómo pueden encontrar otra mujer u otro hombre. En mi caso, una de las personas que me han inspirado fue Alexandr Solzhenitsyn. Cuando era adolescente lo escuché pronunciar su discurso de aceptación del Premio Nobel, y nunca me había emocionado tanto con algo hasta entonces. Era un hombre religioso y yo no lo soy, pero sé al menos que es una tontería rechazar la creencia sin más. Tenemos que escuchar y mirar con nuevos ojos y nuevos oídos. Deberíamos cultivar hábitos de reflexión, de meditación, de sumergirnos en grandes obras de música, de poesía. Ahí es cuando surgirán las respuestas. Como dijo el gran psicólogo William James: “Nuestro conocimiento es una gota, nuestra ignorancia es un océano”. Abrámonos.
–¿Hay alguna pregunta que no le hice y que le gustaría abordar?
–Muchas [Risas]. Mire, sé que mi libro es vergonzosamente ambicioso. He tratado de armar una filosofía, en el sentido griego de amor a la sabiduría. Y no digo que sea sabio, sino que amo la idea de la sabiduría. En lugar de tratar de parecer inteligente e intercambiar duelos lógicos con otros pensadores, intenté pensar en las cosas profundas.
-La última: ¿qué libros o películas o música sugiere para distraerse o, acaso, aprovechar el tiempo?
– Si no conoce las primeras películas de Andrei Tarkovski, mírelas. Son, en mi opinión, las películas más profundas que jamás se hayan hecho. Merecen la calificación de “shakespeareanas”; en particular, Andrei Rubliov y Solaris. En cuanto a los libros, lo más gratificante es la poesía. Y la música es una fuente indescriptible de alegría para mí, quizás más grande que cualquier otra cosa en el mundo. Me encanta la música de cámara de Mozart y de Beethoven, pero también la música coral, sobre todo del Renacimiento; en particular la de Cristóbal de Morales, que es increíblemente nutritiva. Desafío a cualquiera a que lo escuche y no sienta que su alma se nutre.

UN HOMBRE QUE INTEGRA LOS SABERES
PERFIL: Iain McGilchrist
▪ Nacido en 1953, Iain McGilchrist estudió Literatura Inglesa en la Universidad de Oxford, donde completó su licenciatura y maestría con honores e impartió clases como profesor. Luego decidió dar un giro a su vida y estudiar medicina
▪ Psiquiatra, investigador clínico en neurología en las universidades de Oxford y John Hopkins, dirigió varios hospitales y se convirtió en investigador del Real Colegio de Psiquiatras y de la Real Sociedad de las Artes, ambas del Reino Unido
▪ Es miembro del Royal College of Psychiatrists de Gran Bretaña y miembro del All Souls College, Oxford.
▪ Escribió, entre otros libros, The Master and His Emissary y The Matter with Things: Our Brains, Our Delusions and the Unmaking of the World, recién publicado