
La izquierda millennial busca su lugar en el mundo
Con una agenda distinta de la histórica, apunta a nuevos votantes, pero sin resolver sus contradicciones
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La izquierda está ganando espacio en diferentes lugares, a fuerza de elecciones y malas gestiones de los partidos tradicionales. Presenta hoy una agenda política diferente de la histórica, una lista de prioridades que no habla de manera excluyente de proletariado y lucha de clases. Y todo lo hace con un discurso menos agresivo y una imagen de sus candidatos más burguesa, similar a la de sus pares. Con toda esta batería de elementos, sale a seducir a ciudadanos cansados de un modelo capitalista en el que reinan las desigualdades socioeconómicas, los brotes antimigratorios y la violencia de género. Un panorama que agravó la pandemia y que desenmascaró la crisis del sistema de salud, la brecha educacional y las consecuencias del cambio climático.
Los jóvenes votantes de hoy no tienen memoria de las revoluciones setentistas y sus fracasos. Solo saben que están decepcionados de la política en general, y que nada los anima a concurrir a las urnas. La izquierda, consciente de esa orfandad, les habla de los temas que les preocupan. Ya lo había anticipado el filósofo español, introductor del marxismo en España, Manuel Sacristán, al sugerir en los años 70 que la izquierda solo evolucionaría si llevaba como bandera los colores del ecologismo, el feminismo y el socialismo. Todo indica que ese tiempo ha llegado.
“No soy tu hija, no soy tu mami, soy Irací”, fue el descargo de la hoy alcaldesa de Santiago de Chile que se volvió viral en las redes y traspasó las fronteras chilenas.
Irací Hassler (30), feminista, es la segunda mujer en ocupar esa posición, y es la primera militante comunista en alcanzar esa jerarquía institucional. Y salió al cruce de un periodista a quien le reprochó en vivo que la hubiera llamado “mamita” en el medio de una discusión por el rediseño de una línea de subterráneo. Con ese discurso, atrajo todas las miradas. Quizá por eso se incomoda y duda en definir su postura frente a los regímenes de Venezuela, Cuba o Nicaragua.
Su éxito electoral no es un caso aislado en su país: el próximo 19 de diciembre el conservador Antonio Kast (55) irá a segunda vuelta por la presidencia con el izquierdista Gabriel Boric (35), a quien aventaja por escasos cuatro puntos. No cabe duda: en Chile la izquierda se fortalece de la mano de la juventud que la sigue y que adquirió mayor poder tras las importantes revueltas estudiantiles de 2019, justo previas al inicio de la pandemia.
"“¿Es posible ser ambientalista o feminista y reivindicar, a su vez, a regímenes que privan hasta el más básico de los derechos como la tiranía cubana, el esperpento de Maduro y el reinado dinástico nicaragüense?”, se pregunta Jorge Sigal"
La Argentina también vive su experiencia. El Frente de Izquierda hizo la mejor elección en veinte años y consiguió cuatro bancas en la Cámara de Diputados. Sumó 1.280.240 votos, lo que representa el 5,41% de las voluntades nacionales. Obtuvo así dos lugares por la provincia de Buenos Aires, uno por CABA, y otro por Jujuy, donde Alejandro Vilca, un recolector de residuos, sumó más del 25% de los sufragios.

Hicieron la diferencia empoderando a sus candidatas mujeres. Así, de las cuatro bancas conseguidas, dos fueron para Myriam Bregman (CABA) y Romina del Pla (provincia de Buenos Aires). Pero también tuvieron lugares destacados durante la campaña las postulantes Celeste Fierro y Vilma Ripoll. Y se animaron a una campaña más osada, más fresca y joven. Sus spots televisivos buscaron incluso generar empatía, imitando populares series televisivas nativas como Okupas y Los simuladores. Incluso se animaron a parodiar la serie norcoreana de Netflix El juego del calamar con la Argentina y el FMI como protagonistas. Al cierre dicen: “Los que nos gobiernan nos llevan a un juego del calamar. Hay otra salida: no al pago de la deuda, no al acuerdo con el fondo. Nacionalizar la banca y el comercio exterior. No a la reforma laboral”.
Jorge Sigal, periodista, escritor y miembro del Club Político Argentino, considera que el cambio de agenda de la izquierda responde a que “una fuerza política que no entiende el devenir de la historia, pasa a retiro”, y por lo tanto es lógico que “una izquierda que pretenda ser competitiva cuelgue, junto al retrato del proletario de 1917, otros símbolos que expresen esos reclamos de los millennials y ahora de los centennials”. Pero lo que a su entender resta resolver es “si esas reivindicaciones se pueden realizar sin renunciar a la ideología totalitaria que abrazó la gauche y de la que tanto le cuesta desprenderse”.
Sigal precisa: “¿Es posible ser ambientalista o feminista y reivindicar, a su vez, a regímenes que privan hasta el más básico de los derechos como la tiranía cubana, el esperpento de Maduro y el reinado dinástico nicaragüense? ¿Es compatible la opción por la libertad de género con el sostenimiento de regímenes medievales en Medio Oriente? Así como no se puede ser liberal democrático y sostener el retrato de Augusto Pinochet, ¿es razonable hacerse feminista o defensor de la libertad de géneros y mantener intocable a Fidel Castro, que fue un misógino militante y un homofóbico consecuente?”
El resurgimiento político de la izquierda no es un proceso exclusivo de América Latina, donde convive con otros liderazgos populistas que abrazan consignas de izquierda sin despertar la confianza de nuevos electorados, que reconocen en ellos a líderes autoritarios y antidemocráticos. También está atravesando distintas realidades en todo el mundo. De hecho, por primera vez en sesenta años, la izquierda gobierna en los cinco países nórdicos (Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia), admirados por sus indicadores económicos y su amplio bienestar social. Y Portugal cuenta con una coalición de izquierda dirigida por el Partido Socialista que, según The Economist, es el “pequeño milagro en el Atlántico”, y su gran desafío “es sostener el desarrollo y aumentar los haberes de los trabajadores y los beneficios sociales”.
Estados Unidos ya lo vivió con Bernie Sanders, autodenominado socialista, que aglutinó a su alrededor a muchos millennials. Más que su contrincante Hillary Clinton y el republicano Donald Trump juntos. Una encuesta marcaba en el 2016 que los menores de 30 calificaban al socialismo de manera más positiva que el capitalismo, 43% a 32%. Tres años más tarde, eran todavía más: 51%.
"“Hace casi veinte años, cuando planteábamos la lucha por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, nos decían que éramos utópicas, que la correlación de fuerzas y la sociedad no daban”, sostiene la diputada electa Myriam Bregman"
Pero para la izquierda argentina, sin embargo, el giro es novedoso. Los resultados en las urnas del domingo 14 de noviembre los convirtieron en la tercera fuerza más votada del país. Myriam Bregman, diputada electa por la ciudad de Buenos Aires, sin embargo no cree que el triunfo se deba a que apelaron a una agenda modernizada. “El feminismo, el cuidado ambiental son parte de nuestra agenda desde hace décadas”, subraya y explica que “hace casi veinte años, cuando planteábamos la lucha por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, nos decían que éramos utópicas, que la correlación de fuerzas y la sociedad no daban. Y acá estamos. La irrupción de la ‘marea verde’ logró lo que parecía imposible, y desde la izquierda estamos orgullosos de haber sido parte desde los inicios de ese movimiento. En cuanto al tema del medio ambiente, cada día queda más demostrado que en ese tema no hay grieta entre el oficialismo y la oposición de derecha. Dentro del margen que propone el FMI lo único que les queda es poner en valor nuestro ambiente para conseguir hasta el último dólar para pagar esta deuda fraudulenta. Desde ya que desde la izquierda estamos y estaremos junto a todos los movimientos que rechacen este saqueo.”
De idas y vueltas está hecha la historia de la izquierda nacional, que ha coqueteado más de una vez con las fuerzas mayoritarias, y hasta con la dictadura argentina. Según el analista político Marcos Novaro “la izquierda argentina se frustró en sus intentos de modernizarse”. Le pasó con Alfonsín en “una versión socialdemócrata”, y le pasó en la versión modernizadora de Chacho Álvarez “de heredar a Menem en clave progresista, pero heredar a Menem”. Estas frustraciones, dice, “fueron dejando poco espacio para que también surgiera una izquierda peronista mas moderna”. Hasta que de repente, lo que surgió fue el kirchnerismo, con quien “juega un ballet, un baile mutuamente conveniente donde la izquierda pone la cara y el kirchnerismo junta los votos. Las piedras en el Congreso, en 2017, por ejemplo, las tiraban los troskistas, pero el kirchnerismo sacó los beneficios”.
Novaro explica que lo que sucede ahora que el kirchnerismo está en el gobierno, es que a la izquierda “parte de los votos se les van al kirchnerismo” y se “realimentan en versiones muy primitivas, no modernas, muy anticapitalistas”. Así resulta que “el resto de la izquierda, que en algún momento quiso heredar al kirchnerismo por izquierda, ser una vertiente moderada con el socialismo, con el Frente Amplio Progresista (FAP), haya quedado al final como muy ilusa”. Y detalla: “Hay razones históricas para entender este carácter tan precario de nuestra izquierda. Es una maldición. Porque eso invita también a que la derecha se vuelva primitiva, invita a los Javier Milei”.
Por todo esto, precisa Novaro, “si hoy han hecho una buena elección es porque recogen a los votantes que creyeron la promesa y se sintieron defraudados por lo timorato y tibio de Alberto Fernández; en muchos casos seguramente quieren más guerra, no menos”.
Los representantes de la izquierda local, por su parte, también son conscientes del rédito que les significó, en términos de voto joven, la decepción del electorado que votó en el 2019 por el oficialista Frente de Todos. A la pregunta por qué cree que hicieron tan buena elección recientemente, Bregman responde: “Alberto Fernández fue elegido por la mayoría en 2019 para sacarse de encima el desastroso gobierno de Macri, con la promesa de, al menos, recuperar lo perdido durante esos nefastos años. No cumplió, sino todo lo contrario. Hay un creciente sector de la población que valora la coherencia de la izquierda. Nunca vamos a votar a favor de un ajuste contra el pueblo trabajador. Nos acompañaron con su voto quienes valoran nuestra lucha por los derechos de las mujeres y disidencias, en defensa del planeta, contra la precarización laboral que sufre la juventud y quienes están contra el oscurantismo en la educación y la cultura”.
Pero como explica Sigal, el actual “descreimiento en las instituciones y en la democracia” no es, necesariamente, “un síntoma de renovación de las viejas políticas, tanto de izquierda como de derecha”. En definitiva, “con rechazar lo viejo, no alcanza”, el gran desafío que tiene la izquierda es “hacerse democrática” porque, de lo contrario, “será nuevamente fracaso y crimen” ya que “no se puede seguir de largo como si no tuvieran historia”.
Una vez más la moneda está en el aire. Vuelve a reeditarse la discusión sobre cómo construir Estados de bienestar que contengan al ciudadano e instituciones fuertes capaces de encausar los debates y los cambios con transparencia y lejos de la corrupción. “Zurdos”, progresistas, pero también liberales, “libertarios”, se han apropiado de los desencantados –millennials, pero también de otras generaciones– hablándoles de temas similares: ecología, feminismo, educación, salud. Comparten así una agenda programática a pesar de las diferencias dogmáticas que existen entre unos y otros. Por ejemplo, unos hablan de un sistema laboral opresivo contra las mujeres. Los otros sostienen, por el contrario, que la brecha de género en el trabajo no existe. Los representantes de la política tradicional que oscilan en el centro no han dado respuestas. Habrá que ver si, desvanecidos los grises, pueden los extremos capitalizar la frustración popular de los votantes más jóvenes que confiaron en ellos y reciclarse, modernizarse. O si la imposibilidad de tejer alianzas programáticas, reconocer autoritarismos más allá de las ideologías, y sincerar la verdadera causa de la pobreza en cada país los hace desperdiciar otra oportunidad histórica.