Pilar del Río: “Saramago rinde homenaje a las mujeres en toda su obra”
El poder de observación ha sido siempre un atributo femenino, dice quien fue pareja del escritor portugués, que acaba de publicar un libro donde recuerda sus días con el autor de Memorial del convento
Pilar del Río (Sevilla, 1950) se levanta del escritorio con el celular en su mano, gira la pantalla y comparte con el interlocutor de la videollamada el mar y el paisaje que se extiende frente a la planta alta de A Casa, el lugar en el mundo que escogió junto con José Saramago, en la isla de Lanzarote. Allí vivieron durante 18 años, un sitio lejos del mundanal ruido, pero próximo a los amigos y los afectos. Saramago tuvo “la intuición de la isla”, dice Del Río. Ese es, precisamente, el título del libro que ella acaba de publicar por el sello Itineraria [pronto Alfaguara lo publicará en América Latina], el primero y el único que escribió y que escribirá Del Río, presidenta de la Fundación que vela por la obra y el legado del Premio Nobel de Literatura. Infatigable, ella continúa con una intensa agenda de viajes en el marco de los homenajes del Centenario Saramago y en breve participará en la Feria del Libro de Medellín.
Del Río se desempeñaba en Andalucía como periodista en la central regional de Televisión Española (TVE). Fue ella la que en 1986 propuso viajar a Lisboa para entrevistar a Saramago tras el impacto que le causó Memorial del convento. Nunca más se separaron.
Del Río cuenta en su libro el desdén que sufrió Saramago por parte del gobierno portugués cuando, en 1992, publicó su novela El Evangelio según Jesucristo, y cómo este hecho se convirtió en un catalizador natural que los condujo a un sitio de remanso, de refugio y también de oxígeno para la reflexión y la prolífica actividad del autor. Traductora, consejera y testigo privilegiado, recuerda Del Río que el día que Saramago concluyó Ensayo sobre la ceguera, después de tres años de trabajo, les envío un fax a sus editores: “Uf! Acabei o Ensaio!! Um abraço. José”.
La crueldad extrema de algunos pasajes le resultaba intolerable incluso al propio autor, quien no quiso volver a leerlos jamás. Del Río ha creado, fiel al espíritu de A Casa, un libro hospitalario: conduce a los lectores, quienes ya han leído a Saramago y quienes no lo han hecho aún, a través de un umbral sensible, cálido y también diáfano, sin incurrir en academicismos, pero con gran lucidez literaria, donde descubre claves de la obra del autor, sus intenciones, sus epifanías y sus musas.
–Este es su primer libro. ¿Quiénes lograron convencerla de que lo escribiera o qué la impulsó a hacerlo?
–El libro no existiría si la editora Alba Cantón no se hubiera empeñado. Fue como una gota de agua que horada una piedra. La piedra era yo. Luego pensé que siendo periodista debería compartir hechos que tuve el privilegio de conocer de primera mano. En definitiva, la profesionalidad y Alba me obligaron.
–¿Qué ganó y qué perdió cuando sumó su vida a la de Saramago?
–Gané haber incorporado la vida de José Saramago a mi propia vida. Tal vez perdí algo de mí misma, pero eso ni lo mido. Prefiero quedarme en el huracán que supuso que Saramago entrara con armas y bagajes en mi casa y se quedara para siempre.
–¿Qué recuerda del día que conoció a Saramago? ¿Cuánto ha tenido que ver Blimunda [un personaje mujer con poderes mágicos] con el hecho de que naciera un vínculo tan fuerte entre ambos?
–Recuerdo todos los minutos, uno a uno, del primer café con Saramago: fue a las cuatro de la tarde de un 14 de junio. Blimunda estuvo en esa conversación, también Lidia, personaje de El año de la muerte de Ricardo Reis. Pero sobre todo era la forma de contar de Saramago, su visión de la historia, la ironía, la compasión expresada en cada página, la actualidad de lo que contaba, aunque se refiriera a momentos pasados, todo tan presente como las dos personas que de eso hablaban mirándose a los ojos.
–¿Cuánto le molesta que la llamen “la viuda de”? ¿Qué esconde o qué subyace en esta forma de llamarla?
–Nunca fui “mujer de” y ahora no soy “viuda de”. Juntos creamos la Fundación, cada uno tenía un papel –el de Saramago, inmenso–, ambos trabajábamos y sigo ocupándome de mi parte. Él escribía, yo traducía. Los dos teníamos colaboraciones en medios y vida pública propia. Si se me hace una entrevista no es por ser viuda, sino por las actividades que se realizan desde la Fundación, por mi trabajo o por cuidar su obra en el mundo, es decir, nada que ver con lo personal.
–Ha traducido varios libros de Saramago. ¿Cuál le resultó más complejo de traducir y por qué?
–Todos los nombres: fue el primero, estaba llena de miedo y tal vez por eso conseguí perder más de ochenta páginas, un archivo entero que desapareció ante mi desesperación... Al volver a traducir me di cuenta de que no había aprendido nada, seguía teniendo las mismas dudas que aparentemente ya había resuelto.
–¿Tenía una cuenta pendiente con la escritura?
–No tengo cuentas pendientes. O si las tuviera, se me habrían olvidado. Y no voy a escribir más: asumí este libro como periodista, no como ensayista, que no lo soy, ni como novelista, que tampoco.
–Dirige una fundación que realiza homenajes y actividades en todas partes del mundo, no solo en Portugal o en España, como lo es, por ejemplo, este año de presentaciones en el año del centenario de Saramago. ¿Cuáles son los mayores obstáculos o dificultades a la hora de impulsar las actividades?
–A veces cuesta llegar al fondo de las cosas: frente a lo lucido o glamoroso, está el trabajo cotidiano, la dedicación a proyectos que van más allá de nosotros mismos. La Fundación tiene como cometido principal la Declaración de Derechos y Deberes Humanos. Queremos que la Declaración de Derechos sea materia de estudio en las escuelas, también la Declaración de Deberes, que todas y todos sepamos que somos sujetos de derecho, que tenemos en nuestras manos el cuidado del mundo y cada uno de nosotros es imprescindible. Defender esto y mantenerlo cuesta, ese es el mayor obstáculo, pero seguimos vivos.
–”Votar distinto no significa que haya falta de respeto”. Recoge en su libro esta idea de Saramago. A usted la quieren los escritores, los periodistas, los gobiernos de distintos colores. Pareciera descreer en la política de la cancelación hacia quienes no piensan igual que usted.
–Tengo ideología, pero eso no significa que no sepa respetar a quienes piensan distinto, que a veces hasta son amigos del alma. Milito en una forma de entender el mundo que me parece que es la que responde al bien común, lo hago desde la ética de la responsabilidad, pero existen muchas formas de ser honestos. Eso sí, estaré siempre enfrente de quienes no respetan a los otros, de quienes promueven el odio, la misoginia, el racismo, la homofobia, la aporofobia. Y contra quienes pervierten el concepto de democracia.
–Ensayo sobre la ceguera fue posiblemente el libro más citado durante la pandemia. ¿Cómo analiza esta relectura o este resurgir de esta novela?
–Es maravilloso que en una época de tanta incertidumbre fuéramos capaces de buscar ideas y consuelo en grandes obras de autores que habían reflexionado sobre la condición humana en pandemias o cegueras universales. Debo confesar que también releí Ensayo sobre la ceguera y La peste, de Albert Camus, por citar dos ejemplos. Fue tiempo de soledad y miedo, y la lectura nos ayudó a entender que tal vez podamos superar, con la razón y la conciencia, estas plagas.
–En el prólogo de su libro, Fernando Gómez Aguilera destaca el valor de La intuición de la isla, por la memoria que rescata. ¿Escribiría la biografía de Saramago?
–No; no tengo ni preparación ni tiempo de vida. Otras personas están trabajando en ello, esperemos por el resultado de sus trabajos.
–”A Pilar, que no dejó que yo muriera”, escribió Saramago como dedicatoria a El viaje del elefante, en 2008. ¿Por qué?
–Creo que todos los cuidadores saben lo que esta frase significa: que se cuidó [el escritor murió en 2010, víctima de una leucemia]. También debo decir que cuando los médicos ofrecían varias alternativas asumí propuestas arriesgadas que luego se demostraron las acertadas. Es eso, sin mayor importancia.
–Solo un personaje, la mujer del médico, en Ensayo sobre la ceguera, conserva la vista porque es capaz de la compasión. Los personajes femeninos de Saramago tienen esta virtud.
–Las mujeres de la obra de Saramago ven siempre: Blimunda, en Memorial del convento, María Magdalena, en El Evangelio según Jesucristo, la mujer del médico, de Ensayo sobre la ceguera, o Felicia, de Alabardas. Las mujeres ven porque el poder de observación ha sido suyo siempre, el único poder que han tenido, junto al del cuidado. Saramago rinde homenaje a las mujeres en toda su obra.
–¿Piensa que quizá Saramago, ateo y crítico con la Iglesia, sentiría simpatía por el Papa Francisco?
–No sé responder por Saramago, no me parece ético, sí le puedo decir que yo sí siento simpatía por este Papa, al que me he dirigido varias veces con poco resultado. Le invité a que viniera a ver la Fundación en Lisboa cuando vino a Fátima. Mantengo la invitación (risas).
–¿Por qué Saramago se sentía tan próximo de la Argentina?
–Porque la Argentina existe. Porque de la Argentina le llegaron ideas, libros, amigos, momentos, vida. Porque esperaba mucho de la Argentina en el concierto del Atlántico Sur.
–Usted, como lo era Saramago, es amiga de María Kodama ¿Cómo recibe las críticas que recibe Kodama a menudo?
–Con dolor. Quiero a María y sé que ella fue la persona que Borges eligió para que le cuidara a él y a su obra y no voy a discutir la decisión de Borges ni la forma en que María asumió el compromiso. Los respeto a ambos y me respeto, tal como hacía José Saramago, que era su amigo declarado. María lleva sobre sus hombros una responsabilidad muy grande, su rigor es emocionante.
–Estuvo hace poco en la Argentina, en la Feria del Libro, y en actos de homenaje a Saramago. También se reunió con la vicepresidenta. ¿Cómo surgió el encuentro con Cristina Kirchner?
–Nos conocimos antes de las primeras elecciones de Néstor Kirchner y hemos compartido momentos distintos, con amigos comunes, encuentros culturales y emocionantes homenajes a los desaparecidos de la dictadura. También estuvimos cerca la una de la otra cuando murieron nuestros compañeros. Hay instantes que no se olvidan.
–Saramago era muy crítico del peronismo. “Si el pueblo argentino no se libera del fantasma del peronismo, vamos a tener secuelas cada vez más absurdas”, dijo en 2003. ¿Conoció Saramago al matrimonio Kirchner?
–Creo que hay distintas formas de entender el peronismo, incluso desde fuera diría que hay distintos proyectos peronistas. Saramago no estaba con Carlos Saúl Menem y sí estuvo con Néstor Kirchner y, más tarde, con Cristina Fernández, con quien mantuvo una relación muy atenta, pese a la distancia.
–¿Cómo evalúa los recientes resultados de las elecciones en Andalucía y Francia, donde la izquierda y el socialismo han perdido representación? ¿Cómo analiza este escenario?
–La derecha no promete nada, simplemente está ahí y sí tiene, al contrario que el coronel de García Márquez, quien le escriba y convenza a las poblaciones de que esto es lo que hay, que toca resignarse, aceptar, porque lo contrario sería peor. La izquierda defiende valores de convivencia, promete dignidad, un mundo más igualitario, donde quepamos todos, con derechos y con futuro. Por eso decepciona, porque los amos del sistema no se rigen por valores morales, el mundo es el mercado y las personas valen en tanto consumidores. Si no prometes, no decepcionas. Es eso en Europa y en América. Sin embargo, hay que seguir trabajando.
–Usted es una persona de izquierda. ¿Qué autocrítica se le puede hacer la izquierda a la hora de evaluar el debilitamiento de las democracias en muchos países, por ejemplo, a través del resurgir de grupos o facciones de extrema derecha?
–Creo que fallamos en educación: la izquierda tendría que haber insistido más de lo que ha hecho en los valores del humanismo, en la percepción del mundo desde la conciencia y la razón, pero no insistió, se dejó llevar por las prisas electorales o el marketing, cedió su paso a normas que no le eran propias para “modernizarse”, y acabó siendo devorada. Ciudadanos conscientes de su valor y del valor de la comunidad no votan engendros racistas, irrespetuosos con sus semejantes y con el planeta. La izquierda apuesta por el medio ambiente, por la pluralidad, por la sostenibilidad, por la diversidad: espero que sepa darse cuenta ella misma de sus valores y que, desde la universidad, desde la escuela, desde la cultura, se difundan ideas, entre otras que en política no todo vale, que la dignidad de la política es la dignidad cívica, la de los representados.
–¿Qué pasa con esa izquierda que hoy ataca, tanto como la extrema derecha, las bases de la convivencia democrática y la alternancia republicana, como la de Daniel Ortega en Nicaragua o Nicolás Maduro en Venezuela?
–No considero de izquierdas a Daniel Ortega. Ni lo es, ni lo intenta aparentar. Es un caudillaje insoportable que se mantiene como lo hacen los sátrapas. No lo confundo con Maduro, al que no conozco, y que tiene la mala suerte de gobernar un país donde las élites económicas, siempre en el poder, lo constituyeron y gestionaron como si fuera una empresa propia. Antes Chávez fue elegido por mayoría y cuando el poder económico lanzó un golpe de Estado contra él, hubo una poblada que lo restituyó. El petróleo, que podría haber sido una fuente de riqueza nacional, es también una maldición para la democracia. Si el sistema, el poder económico, no controla el petróleo, lanza conflictos, campañas de imagen y liderazgos de papel couché. Se trata de generar desconfianza, ridiculizar, hundir lo que es legítimo; aquel “por qué no te callas” del rey de España [Juan Carlos I] dirigido a un representante político votado por sus conciudadanos es muy expresivo. Hay mucho que decir de Venezuela, de sus orígenes como país y de su historia. No simplifiquemos.
PERIODISTA Y TRADUCTORA
PERFIL: Pilar de Río
Pilar del Río nació en Sevilla en 1950. Periodista, trabajó en la radio sevillana La Voz del Guadalquivir y en varias revistas de ámbito nacional. En televisión se desempeñó en TVE.
■ Tradujo la obra de José Saramago, a quien conoció en 1986 y con quien se casó dos años después, del portugués al castellano desde que Basilio Losada no pudo continuar haciéndolo. Es decir, desde Todos los nombres, de 1997, hasta el presente.
■ En 2016 obtuvo el Premio Luso-Español de Arte y Cultura por su trabajo como creadora y presidenta de la Fundación José Saramago, donde, con su labor, “encarna los valores de la fraternidad hispano-lusa”.
■ La intuición de la isla (Itineraria), una memoria de su vida junto a Saramago, es su primer libro. Editado en España, Alfaguara lo publicará en la Argentina.