Recuerdos inolvidables de Inés Malinow
Nunca pude hacerme del todo a la idea de que Inés Malinow había dejado de ser joven. El 17 de abril pasado se cumplió el centenario de su nacimiento. Murió en 2016, a los 94 años. La conocí en 1970. Era una escritora y periodista muy conocida, colaboradora durante décadas de LA NACION, crítica literaria y de ballet. Había estudiado danza clásica y contemporánea, y se había relacionado con Ana Itelman y Renate Schottelius; en 1962, fue uno de los miembros fundadores de la Asociación Amigos de la Danza.
Su vocación más profunda era la literatura. Apenas terminó el colegio secundario se inscribió en la Facultad de Filosofía y Letras. Era feminista, defendía la libertad, los ideales democráticos y republicanos; por todo eso, como la mayoría de los alumnos universitarios de los años 40, estuvo en contra del golpe de Estado de 1943 y de las dictaduras de los generales Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell.
Inés no tardó mucho en oponerse al ascenso de Juan Domingo Perón. Esa actitud le valió un breve período de cárcel junto a compañeros de la Facultad. Parte de esa experiencia la recreó en su última novela, El ruido de la vida (2006), valioso documento de época. Cuando se graduó se fue a trabajar como docente a Catamarca. Con su guía, los alumnos escribían libretos para un teatro de títeres, hacían los muñecos y los manipulaban. Le encantaban los niños. A ellos, les dedicó cuentos y poemas infantiles, y creó un personaje de historieta, el travieso Inosito, osezno adicto a la miel. Tuvo también uno de los primeros talleres de escritura, que funcionó desde fines de la década de 1960 hasta 1983.
Malinow escribía sin cesar artículos y entrevistas para los diarios; cuentos románticos o sobre la situación de la mujer para las revistas femeninas; a la par, llevó adelante una carrera literaria que incluye libros de cuentos como Distancia fija y Puertas de la noche; de sus novelas, Entrada libre, fue la más ambiciosa; entre sus libros de poemas, están Las canciones de Anna’ Sao y Máscara y Transparencia. Su amor por la danza quedó registrado en María Ruanova, notable biografía de la gran bailarina argentina.
Hay personas dotadas para la amistad; Inés Malinow fue una de ellas. Entre sus amigos, se contaban Julio Cortázar, Italo Calvino, Alejandra Pizarnik, Guillermo Roux y Juan José Hernández, que la había apodado Madame Tólstoi. El académico, periodista y ensayista Jorge Cruz aún hoy recuerda las apariciones de Inés en el Colón: “Siempre me daba curiosidad ver como iría vestida. Era hermosa y de una elegancia poco común. No seguía la moda. Sus conjuntos tenían siempre un toque muy personal. Corrían el riesgo de ser excéntricos, pero se detenían a tiempo: un don”.
Cuando el gobierno de Alfonsín la designó como agregada cultural en la embajada de Bélgica, la casa de Malinow en Bruselas se abrió a sus amigos. Fui uno de ellos. Una tarde inolvidable me llevó a Amberes para visitar uno de los barrios art nouveau más hermosos de Europa: Cogels-Osylei.
El porte y la seguridad con que Inés se presentaba contribuían a que, como periodista, pasara por situaciones inusuales. El día de 1966 en que el presidente Illia debía recibir a Jackie Kennedy en la residencia de Olivos, Malinow llegó la primera, tempranísimo. Nadie se atrevió a detener a esa señora imponente, seguramente amiga de los Kennedy. Entró en la recepción, donde no había nadie, como si fuera la de su casa. Jackie llegó segunda, pero antes de tiempo. y se encontró a solas con una señora inesperada y simpática. Apareció la caballería, es decir Illia, casi al galope. De ese episodio, se conserva un autógrafo de la futura Mme Onassis para la escritora.
En un invierno londinense, Madame Tólstoi fue a ver una obra en la que actuaba Trevor Howard, el galán de Breve encuentro. Después de la función, Inés pidió entrevistarlo. Howard, “casualmente”, se asomó a la puerta de su camarín, la vio y aceptó. Hablaron mucho. Ella se retiró con su entrevista y, cuando ya estaba en la calle, de pronto, alguien la tomó del brazo. Era Trevor. Le dijo: “Nos faltó una escena”. La besó, le sonrió y regresó al teatro.