Reseña: El rastro, de Lucio Leverone
“La cordillera es como el mar. El clima puede cambiar de forma abrupta y sorprendente. De modo que no se puede salir mal pertrechado”, afirma Santiago, el narrador de El rastro, novela de Lucio Leverone (Buenos Aires, 1964).
Santiago es un abogado porteño de cincuenta años que lleva dos décadas casado con Clara. Gracias a las vacaciones pasadas en la estancia de su abuelo materno, en Tupungato, desde muy chico ha desarrollado un talento extraordinario para el rastreo (a pesar de ser bastante despistado en cualquier otro lado, “en ese particular sitio de la cordillera de los Andes es imposible que me pierda ni en la noche más cerrada”). Cuando Marcos, el hijo de su cuñada Mariana, se pierde en esa zona junto con un amigo de la facultad, Clara –conocedora de sus dotes de baqueano– le pide que vaya a buscarlo.
El rastro combina características del relato de aventuras con aspectos de crítica social. Surge, además, una tácita oposición entre los valores austeros del campo y el materialismo de la ciudad que recuerda al Raucho de Ricardo Güiraldes. El perfil antiburgués de Santiago contrasta con la familia de clase alta de su esposa, “ricos desde hacía muchas generaciones” y practicantes de una “hipócrita doble moral”.
Aunque siente un gran afecto por Marcos, no se lleva para nada bien con Raúl, el marido de Mariana. Los padres de Santiago –ambos médicos– han muerto. Su padre proviene de un origen muy humilde; de joven frecuentó compañías marginales y se ganó la gratitud del mafioso Antonio Murolo por haberle salvado la vida. Por parte de su madre, de quien ha heredado la estancia mendocina, tiene un ancestro huarpe.
A medida que avanza el argumento principal, Leverone va hilvanando historias del pasado y distintos episodios sin excederse. Los diálogos ayudan a mostrar la psicología de los personajes y a remarcar la conflictividad de ciertas situaciones. Una historia que traerá consecuencias íntimas en la trama es la relación amorosa que Jorge Vergara, un entrañable amigo del protagonista, ha mantenido con Mariana y que, luego de vivir veinte años en París, regresa a Buenos Aires.
En la novela se destacan las descripciones de la naturaleza cordillerana y las tareas gauchescas. Hay también precisas referencias al oficio del baqueano. El autor reserva una buena dosis de suspenso para el logrado tramo final en el que Santiago, montado a caballo y con una mula de carga, deberá sortear toda suerte de obstáculos en su intento de rescatar a Marcos y a su compañero de facultad.
El rastro
Por Lucio Leverone
Edición del autor
200 páginas, $ 1000