Reseña: Hablar como un libro, de Françoise Waquet
Un retorno al viejo y olvidado poder de la oralidad
¿Cómo es que lo escrito terminó por acaparar la historia intelectual en su totalidad? Sócrates, como es sabido, descreía de la escritura y Platón, su discípulo, la practicó en forma de diálogo, como si buscara no traicionar al maestro con ese género conversacional. La invención de la imprenta por Gutenberg fue, claro está, la divisoria de aguas. Y sin embargo, como anota Françoise Waquet en Hablar como un libro. La oralidad y el saber entre los siglos XVI y XX, a pesar de esa abrumadora pérdida de valor, resulta imposible imaginar el mundo de las ideas sin cursos y conferencias, seminarios y congresos, transmisores –incluso creadores– de conocimiento. Parece increíble la indiferencia sufrida por esas actividades, historiográficamente confinadas en el contexto mudo de la vida intelectual “cuando no se las rebajó al nivel anecdótico de detalle pintoresco que adorna un relato biográfico”.
El volumen –minucioso, inevitablemente erudito– reivindica la función de la oralidad en el mundo intelectual y científico sin que esa defensa vaya en desmedro del libro como tal. La autora ahonda en géneros (desde el curso magistral y la disputa hasta la conversación académica cara a cara) mientras desgrana matices: la queja de un religioso del pasado que se queja de que los sermones transcriptos no captan los matices de lo dicho hasta el recuerdo de que el Curso de lingüística general, de Ferdinand de Saussure, no es un célebre libro oral, sino que, surgido en realidad de las notas de los alumnos del suizo, nunca fue verbalizado como tal.
Hablar como un libro
Por Françoise Waquet
Ampersand. Trad.: Horacio Pons
484 páginas, $2200