Reseña: Louvre, de Josselin Guillois

En vísperas del estallido de la Segunda Guerra Mundial, Jacques Jaujard –director de los Museos Nacionales– debe organizar el traslado de las piezas de arte del Louvre a distintas partes de Francia para preservarlas de la destrucción y la codicia de los nazis. Este es el punto de partida de Louvre, primera novela del escritor Josselin Guillois (Ploërmel,1986), que transcurre entre 1939 y 1945, los años de aquel conflicto mundial. La perspectiva narrativa va variando, siguiendo un orden cronológico, a través de los diarios de tres mujeres y un epílogo del propio Jaujard.

El relato inicial le corresponde a Marcelle, la esposa del director, que desea ardientemente ser madre. El siguiente testimonio está en manos de Carmen, la hija adolescente de los curadores Augustin y Louise Leloup. Ellos son los encargados de velar por las obras que, en un primer momento, se trasladan al famoso Castillo de Chambord. El tercer diario pertenece a Jeanne Boitel, una actriz y miembro de la Resistencia que debe cumplir una arriesgada misión.

Louvre es una ficción, pero está inspirada en hechos reales. Tanto Boitel como Jaujard existieron. La obra evidencia una rigurosa investigación, pero –a pesar de su ambiciosa estructura– la información acumulada no alcanza para dotarla de un atractivo narrativo concreto. La incesante referencia a obras de arte parece por momentos un mero inventario, y nace la pregunta de si a toda esa documentación, sin duda valiosa, no le habría convenido la forma de un ensayo histórico.

Louvre

Por Josselin Guillois

Edhasa. Trad.: Mariano García

206 páginas, $ 1495