Reseña: Suite francesa 1857-1968, de Alicia Waisman
Original colección de poemas, muchos de ellos concisos, Suite francesa. 1857-1968 (que comparte la primera mitad del título con la célebre novela de Irène Némirovsky y con las breves piezas de J. S. Bach reunidas como Suites francesas, entre otros) asume la doble condición semántica de “suite”: cuarto de lujo en un hotel y composición musical. Los poemas de Alicia Waisman son, entonces, como “habitaciones con vistas” a vidas ajenas y a la vez variaciones sobre cuatro personajes: Emma Bovary, Marcel Proust (“La frase de la sonata de Vinteuil / y las marinas confusas de Elstir / lo atrapan”), la madre de Marguerite Duras (“No conoció la compasión / ni la buenaventura”) y Zenón, el médico y alquimista de Opus Nigrum.
Las fechas no son casuales: en 1857, Gustave Flaubert publicó Madame Bovary; en la primera parte del poemario, el protagonismo le corresponde a Emma. “Su realidad: su fantasía. // Su pensamiento no está acalambrado”, se lee en “X”. La segunda fecha, 1968, coincide con el año de publicación de la novela de Marguerite Yourcenar (el mismo que el del Mayo Francés). “¿Qué veías, Zenón, cuando mirabas? // Buscabas un espacio subterráneo / en el que, por fin, llegar / a la duda”, imagina la voz poética que se revela en la sección final, entre discretos paréntesis: “(Y yo desde mi insomnio / cómoda entre cuatro paredes / me atrevo a escribirte.)”.
A modo de lecturas sofisticadas, sutiles en el arte del desdoblamiento y la ventriloquia, ficticias o arrojadas al torbellino de la historia, las escenas poéticas de Waisman reinterpretan partituras literarias.
Suite francesa. 1857-1968
Por Alicia Waisman
Barnacle
52 páginas
$ 15.000