Un eterno viaje a lo inesperado
La clase política juega con fuego. Juega, a secas, con sus infinitas diferencias, aislada del contexto, como ajena a la mirada indignada de sus votantes. Y construye alternativas a imagen y semejanza de los saltos a lo desconocido que ya pegaron con inquietante suerte brasileños, peruanos, colombianos y chilenos, por apenas mencionar los casos más próximos y vecinos de sistemas políticos colapsados por personajes ajenos a los usos y costumbres de cada país.
"La respuesta al nuevo boom de las commodities es frenar con más impuestos y cepos la siembra de trigo, soja y maíz"
Una sensación común de hastío y frustración une aquellos procesos electorales distintos, aunque no necesariamente autónomos en la región. La idea extendida de cortar el fracaso y satisfacer demandas de distintas edades e intensidades ha detonado el consumo de soluciones mágicas y extremas.
La política argentina se piensa inmune a esa ola que se arrastra desde hace casi 10 años, con novedades tan singulares como Donald Trump o la decisión británica de aislarse de Europa.
Todo ocurre mientras la invasión rusa a Ucrania altera variables económicas globales que, por una paradoja inesperada, entrega una nueva oportunidad a la Argentina de tener ingresos extraordinarios durante varios años por los precios de sus agroexportaciones y por el valor del petróleo y el gas. Pero la respuesta al nuevo boom de las commodities es frenar con más impuestos y cepos la siembra de trigo, soja y maíz. Mientras, el sueño viable de pasar de importador a exportador de petróleo y gas es una pesadilla que agita la interna oficialista y se hunde en denuncias y sospechas de corrupción por un gasoducto que ya tiene nombre, pero no pasa de un dibujo.
Incorporada no hace mucho a los discursos políticos como argumento para cambios profundos, la aridez de una larga decadencia, a la que se agrega otra sofocante crisis que dinamiza esa misma pendiente, no es un dato relevante para que los dirigentes salgan de su encierro.
"La naturalización de la búsqueda del conflicto permanente y de soluciones a contramano del sentido común perfila la hipótesis de que Milei es un continuador por derecha de Cristina Kirchner"
Si el declive por varias décadas pudo producir un efecto de acostumbramiento, la última versión de alta inflación y gobierno sin rumbo agita los ánimos y hasta hace aparecer amenazas al juego binario de alianzas en competencia. Es lo que representa Javier Milei, que en nombre de un supuesto e impreciso ideario libertario atrae más por la virulencia de sus discursos que por sus ideas de eliminar el Banco Central, liberar el uso de armas o ponerle precio al hígado o el riñón humanos. “Quién dijo que todo está perdido, hoy vengo a ofrecer mi corazón”, cantó un músico que supo asquearse por mucho menos.
Una discusión teórica está abierta entre los analistas. ¿La ola de los personajes ajenos al sistema llega tarde a la Argentina o, por el contrario, ya fue asumida por el giro exótico que dio el kirchnerismo a la política argentina luego de recibir el mando de Eduardo Duhalde, casi dos décadas atrás? La naturalización de la búsqueda del conflicto permanente y de soluciones a contramano del sentido común perfila la hipótesis de que Milei es un continuador por derecha de Cristina Kirchner.
La autodestrucción del oficialismo con su estado de conflicto permanente agrega día a día más elementos para pensar en su reemplazo, elecciones mediante, en la todavía lejana primavera de 2023, cuando la Argentina celebre, vaya a saber cómo y con quién, 40 años de democracia sin interrupciones.
Es una dolorosa verdad que en estas cuatro décadas hubo, como tendencia general, un retroceso social y económico, como es cierto que la curva económica hacia abajo del país había comenzado cuando menos a fines de los años sesenta. Hay quienes dicen, con buenos argumentos, que la decadencia empezó con el peronismo. Es una discusión para economistas e historiadores.
Tal como la que debería tenerse sobre figuras ancladas en la historia como Hipólito Yrigoyen, al que Mauricio Macri acusó de populista. El presidente del radicalismo, Gerardo Morales, respondió imputándole la intención de romper Juntos por el Cambio.
Es como si Roca y Alem (salvando oceánicas distancias) hubiesen discutido sobre las virtudes y los defectos del virrey Liniers, que, como Yrigoyen respecto de nosotros, había vivido 90 años antes que ellos. Aquellos hombres discutían y llevaban sus debates a hechos de sangre, pero lo hacían en función del presente que vivían y del futuro que planteaban.
¿O es que Juntos por el Cambio también se romperá, a imagen y semejanza de su némesis, el Frente de Todos? La brecha de ideas parece abrirse entre los opositores, en un acto que reconoce que Milei le está sacando votos.
Es por eso que Macri extrema su liberalismo y también sus promesas de medidas drásticas y rotundas en caso de volver a la Casa Rosada. Los radicales, en cambio, quieren plantar bandera con el viejo complejo de no tener mucho para proponer para arreglar la economía.
Detrás de Morales no termina de asomar el verdadero candidato del viejo partido, el médico Facundo Manes. Algún asesor le sugirió caminar con un discurso apartidario y disruptivo, algo así como la versión racional de Milei, pero en su última aparición cumplió los seculares rituales partidarios y su hermano terminó presidiendo la Convención Nacional, donde se bendicen rumbos y se validan o cancelan aspiraciones presidenciales.
Con una trabajada imagen que cultiva la moderación, Horacio Rodríguez Larreta apenas atina a mostrarse un poco más como presidenciable. Hace de su estilo una convicción, basada en que está corriendo una maratón en la que sus rivales serán derrotados más por cansancio que por velocidad.
Juntos por el Cambio está lejos de aportar novedades con la única excepción de haber instalado la posibilidad de que la sociedad puede quebrarse. Nada menos.
Calma. Mientras eso ocurre, el Gobierno se desintegra en actos que teatralizan su destrucción, se escurre en renuncias que son denuncias y en un presidente que es cada vez menos presidente.
¿Qué podría salir mal?