Una semana en el cerebro, y la billetera, de Elon Musk
Comencemos por el principio. Se trata de la persona más rica del planeta. Y sus alrededores. Sus activos, sus posesiones, son más bien acciones en sus propias empresas que, digamos, propiedades: vendió todas sus casas durante 2021 en un, otro, rimbombante movimiento de reputación. Tres compañías creadas por él (Tesla, de autos eléctricos; SpaceX, de cohetes y navegación espacial; y Neuralink, de avances en tecnologías cerebrales) le permitieron convertirse, aun con cotizaciones billonarias volátiles, en el hombre más rico de la historia y la figura más destacada entre los iconos actuales de las llamadas big tech (Jeff Bezos de Amazon, Bill Gates de Microsoft, Mark Zuckerberg de Meta/Facebook, y Brin & Page, la dupla detrás de Alphabet/Google). Según el más reciente reporte de la revista Forbes, encabeza la lista de billonarios en tiempo real con 242.000 millones de dólares de riqueza personal.
Repasemos juntos un puñado de títulos periodísticos (informativos, no los más hiperbólicos) protagonizados por este hombre robusto, de quijada y pómulos amplios, con 50 años cumplidos; asuntos que lo tuvieron por protagonista en apenas los últimos siete días.
-Un cohete exploratorio lanzado años atrás al espacio por Elon Musk impactará y explotará en el lado oscuro de la Luna (BBC).
-Los millonarios que concentraron ganancias récord durante la pandemia frente al empobrecimiento de la población sufren una pérdida de ingresos billonaria en el comienzo de 2022 por la caída de las acciones tecnológicas (CNN)
-Expertos hacen sonar las alarmas por los implantes cerebrales que planea Elon Musk (The Daily Beast)
-El robot humanoide Optimus, cuyos prototipos se verán este año, será el producto más importante y superará a los autos eléctricos (Business Insider)
-Musk provocó a McDonald’s en medio de la polémica por la abrupta caída del valor de las criptomonedas (Fox News)
Robots, riqueza extrema, la Luna, hamburguesas... ¿Suena a mucho para una persona? Suena a demasiado para una semana.
Pero Musk no es un superhéroe sino, mejor, el último o más grande representante de la supereconomía: una categoría representada en el despegue de los valores bursátiles de las empresas respecto de sus ganancias operativas: el reinante modelo de finanzas + expectativas de futuro. Para muchos de los más apegados a la mirada tradicional del valor –la vigente hasta el siglo XX– el tufillo a especulación y burbuja a punto de explotar sobrevuela el fenómeno. Para otros, la capacidad de generar valor para la humanidad (¡reemplazar el petróleo por energías limpias!, ¡llegar a Marte!, ¡manejar computadoras con el cerebro!) tiene un incentivo inédito que premia la audacia y estimula velocidad de los cambios.
La mirada sobre el tema se vuelve decisiva ante fenómenos más nuevos como las criptomonedas y la llamada Web3. La economista Mariana Mazzucato, que el año pasado publicó su libro Misión Economía, enfocada tanto en el impacto ambiental como social de la financiarización del modelo económico actual, ya había puesto el ojo en las distorsiones y los límites del valor en sus estudios académicos anteriores. Como explicaba esta misma semana el teórico Tim O’Reilly, ya no nos sorprendemos de los valores absurdos de algunos bienes tales como autos de lujo u obras de arte, ni de las ganancias ridículas de algunos sectores de la economía: en la era digital y en los confines de la llamada “economía de apuestas”, la capacidad de generar atención e influir sobre las expectativas genera altísimo valor. Inexplicable valor. Y allí está Musk, con sus 70 millones de seguidores en Twitter, polemizando sobre la sociedad y orientando voluntades tanto de detractores como de seguidores. Quizá deberíamos sorprendernos de lo poco que sabemos de él, comparado con cuánto sabemos cotidianamente de las celebridades del entretenimiento (artistas, deportistas de élite, influencers) o incluso de políticos de segundo nivel.
Consagrado personalidad del año 2021 por la revista Time, Musk ostenta el galardón de haber “disrumpido” (perdón por el verbum horribilis) la industria automotriz basada en combustión de petróleo en los Estados Unidos y la navegación espacial, dos emblemas de la cultura del siglo pasado que sus impulsos prometen dejar atrás.
Enfocado en el porvenir, Musk puede alertar sobre el colapso de la humanidad por la crisis de fertilidad sin ser tomado muy en serio o ironizar sobre los empleos mundanos. Su imán, una extraña cruza entre culto a la personalidad, culto al dinero y al genio individual, lo convierte en una figura excluyente de esta era. A la que podemos seguir por sus monumentales ambiciones interestelares o por sus módicos pero influyentes mohínes en las redes sociales.