Primera artista chilena en recibir el prestigioso León de Oro en la Bienal de Venecia, se crió en contacto con la naturaleza; la conciencia de su cuidado y las tradiciones de los pueblos originarios americanos están presentes en su obra
Muchas veces desnuda, aunque hiciera frío, creció jugando en las acequias. Entre pájaros, pollos y lagartijas en los bosques de La Florida, al sur de Santiago. Su madre, de origen indígena, confiaba en la naturaleza. Y ella disfrutaba de esa libertad: entraba y salía cuando quería de los talleres de su tía y su abuela, ambas escultoras, que compartían también el terreno familiar. Todo lo que llegaba a sus manos, en esa abundante vida comunitaria, lo convertía en arte.
Así desarrolló Cecilia Vicuña la capacidad de escuchar. Y de percibir con el instinto las tradiciones ancestrales. Como las que inspiraron muchas de las obras que exhibe ahora en la Bienal de Venecia, donde acaba de convertirse en la primera artista chilena ganadora del León de Oro.
“Yo voy como los perros, así, olfateando”, decía el año pasado en una imperdible entrevista con Carolina Castro Jorquera publicada por la revista Artishock. Se refería a su forma de caminar, conectada con lo invisible. “Mi obra siempre ha tomado todos los riesgos habidos y por haber. ¿De dónde viene eso? De la idea de que, si no hay protección posible, la única posible protección es estar como en un estado de ‘la nada’, sin protección”, agregó Vicuña antes de advertir que “estamos sintiendo la desaparición de todas las estructuras que la gente ha pensado sólidas, estables”.
“El acto transformador del arte es transformar la percepción, transformar cómo vemos”, sostiene la artista. Gracias a esa apertura llamaron su atención los quipus, nudos que preservaron el conocimiento de la antigua civilización Inca, cuando tenía poco más de veinte años. Inició entonces una investigación que la llevaría a realizar grandes instalaciones exhibidas en la Documenta 14, la Bienal de Shanghái y la Tate de Londres.
Esa forma de “trabajar con la memoria como creación” es parte de una tendencia en la escena del arte global. Así lo señaló Eduardo Costantini, fundador del Malba, tras comprar en Venecia un grupo escultórico realizado en adobe por el tucumano Gabriel Chaile. Tanto él como Vicuña incluyeron en sus obras homenajes a sus madres.
“¡La mujer indomable, la mitocondria andina!”, escribió la artista en Instagram junto a la foto de Norma Ramírez, la mujer de 97 años que supo confiar su crianza a la sabiduría de la naturaleza. Otra imagen registra el emotivo instante en que Norma ve su retrato, reproducido también en los afiches promocionales de la muestra: esos que parecen observarlo todo desde los barcos, a la intemperie.