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 • HISTORICO

10 claves para aprender a discutir mejor




En el caso de una pareja, es casi una utopía llegar al punto de la "discusión 0"; incluso los expertos dudan y desconfían de esas que dicen "ay, nosotros no nos peleamos nunca", porque quiere decir que es probable que alguno de los dos se esté guardando demasiadas cosas. Entonces, por eso, porque seguramente podamos seguir juntas, felices y enamoradas de alguien pero aun así sigamos discutiendo, hay que hacer foco en el "cómo" peleamos.
Y en ese ejercicio, intentar traer un poco de conciencia sobre nuestros propios mecanismos: ¿sos de pelear hasta que el otro finalmente te dé la razón?, ¿solés arrancar vos las discusiones?, ¿qué palabras y formas elegís para decir que algo no anda bien?, ¿te sacás y gritás con facilidad?, ¿elegís bien los momentos para hacerlo?, ¿sabés frenar una discusión antes de que siga escalando?, ¿sos capaz de pedir perdón si te equivocaste? Uf, preguntas hay miles.
Sin embargo, también son varias las claves para mejorar nuestras discusiones. Para que no se conviertan en dos minutos en una escena de La guerra de los Roses. Para que no vuelen ni platos ni palabras hirientes. Para que no se vayan a acostar espalda con espalda. Para escucharse más y mejor. Y porque –según los expertos– las parejas que pelean mejor tienden a pelear menos a medida que pasa el tiempo.

10 claves para lograrlo

  • ¿Por qué estamos peleando? Al igual que todos los seres humanos, las parejas tienen conflictos que se pueden resolver (que son la mayoría, del estilo "ella es un desbole", "él gasta más de lo que gana", "tenemos poco sexo"), pero quizás haya algunos otros que no tengan solución, al menos en el corto plazo (acá entrarían, por ejemplo, "yo quiero tener hijos y él no" o el clásico "no me banco a su familia o sus amigos"). No todas las peleas tienen el mismo valor ni se están jugando lo mismo dentro de un vínculo. Claramente, la señal de alarma se enciende en los conflictos que (aparentemente) no tienen solución y en donde se juegan nuestros valores más importantes; lo que hay que tratar de hacer en estos casos es que el conflicto no se "estanque", que no sientan que ese "temita" les está frenando el vínculo de tal modo que no les permita avanzar. Y si estás frente a conflictos que tienen solución, simplemente elegí qué batallas querés dar. Para pelear, hay que establecer prioridades, para dosificar la fuerza. Tratá los temas de a uno por vez, empezando por el que más te importa hoy.
  • ¿Cómo empezar una pelea? Hay que ser muy cuidadosos en cómo elegimos plantear o abordar una discusión. Porque si el que la inicia ya lo hace con cierta violencia, crítica o mala onda, ya está instalando el mood para todo el resto de lo que venga. Un "che, ¿me podés explicar qué mierda estás haciendo con la guita que te la gastás toda en pelotudeces?" no sería entonces un buen ejemplo de arranque, claramente. Como dice el refrán: lo que mal arranca, mal acaba. Esto es algo para procesar en la "prepelea"; siempre lo mejor es contarle al otro lo que te pasa de la mejor manera posible y –otra cosa fundamental– en el mejor momento posible; si están en una fiesta o en un cumpleaños, no da.
  • ¿Cómo no caer en la crítica? En las peleas, solemos quejarnos de algo que no nos gusta, pero hay que evitar que esa queja se transforme en crítica, algo en lo que muchas veces caemos sin darnos cuenta. Por ejemplo: "Amor, ayer te tocaba lavar los platos a vos y no los lavaste" es una queja sobre una acción concreta; sin embargo, si reformulamos con: "Amor, ayer te tocaba lavar los platos a vos y no lo hiciste, ves cómo sos, nunca hacés nada de nada y te cagás en todo lo que a mí me importa", ahí cambia la cosa. Eso es una crítica, no sobre la acción, sino sobre la persona. Y si a uno lo critican, uno se va a defender, esto es casi una ley de supervivencia del ser humano. Entonces, la clave es hablar siempre de una misma y de cómo nos sentimos frente a eso: "hiciste esto y vengo a contarte cómo me pegó a mí". ¿Cómo sería en el caso de los platos? "Ayer te tocaba lavar los platos, no lo hiciste y yo me siento desconsiderada, como que a vos no te interesa lo que me pasa a mí, que me gusta que estén las cosas limpias y ordenadas".
  • ¿Podemos usar el humor? Suele ser un recurso válido para aquellos casos en los que ya discutieron mil veces por alguna cuestión, entonces ahí el humor trae algo nuevo. Por ejemplo, en vez de decirle por enésima vez "dale, loco, ¿va a existir el día en que no dejes la toalla tirada en la cama? ¿Me estás cargando?", podrías probar con un gracioso "bueeeno, acá pasa el servicio diario de recolección de toallas mojadas en su rutina habitual de todos los días". Siempre apelando a hacer humor con lo que le está pasando a la pareja, no con el objetivo de reírse de alguna característica puntual del otro.
  • ¿Cómo frenar? Una pareja puede pensarse como si fuera un coche en movimiento y, como tal, necesita tener bien aceitado su sistema de frenos. A veces, en la "escalada" del conflicto, uno pierde la oportunidad de hacer un silencio, abrazar al otro o darle la mano y decirle un sincero "ey, gordi, dale, no peleemos más por esto". A veces ninguno de los dos sabe frenar a tiempo y se estrolan, o terminan en una discusión mucho más álgida por algo que no tenía demasiada importancia (y terminás preguntándote: "Uf, ¿cómo terminamos acá si empezamos discutiendo por una pavada?"). A veces es un rato de silencio, otras es parar unos minutos –o que uno de los dos salga a ventilarse– para retomar después, más tranquilos. Este freno no resuelve el problema, pero te ayuda a no escalar.
  • ¿Y si "bajamos la persiana"? No seas indiferente: en muchas peleas –y en general, esto es un rasgo más típicamente masculino–, cuando se alcanza cierto punto, uno de los dos "baja la persiana". Dice: "Ya está, no voy a decir más nada". Y se llama al silencio. Se abstrae, pone la tele, no escucha ni mira a la otra persona. Eso se llama "amurallamiento" y, literalmente, lo que hace es crear una muralla entre los dos. Esto es muy habitual. Si uno baja la persiana, ya no hay posibilidad de diálogo y eso genera más impotencia; esta indiferencia es como echarle nafta al fuego. Es preferible que hagan una pausa cuando la discusión se agote y se retome en otro momento.
  • ¿Qué está diciendo tu cuerpo? ¿Cuántas veces revoleamos los ojos en el medio de una discusión? ¿O hacemos ese gestito de "uf, qué huevada estás diciendo"? Eso, técnicamente, es desprecio. Sí, eso que parece una conducta inofensiva o ingenua, en el fondo, es mucho más grave, porque con ese gesto estás invalidando al otro. Básicamente le estás diciendo que lo que a él/ella le pasa no sirve, no es real, no le puede estar pasando. Es un clásico: "Dale, no te podés poner mal por eso, dejate de joder". Y acá, como solución, entra la empatía, que es algo que no traemos de fábrica, sino que hay que construirla. La empatía es entender que quizás a una no le genera nada hablar y que el otro esté con el celular, o almorzar todos los domingos con la familia política, o dormir con el aire acondicionado prendido, pero quizás al otro sí.
  • ¿Por WhatsApp o face to face?: la maravillosa posibilidad que nos da la virtualidad es que podemos pelearnos sin mirarnos, quitándole el peso (y también la conexión) de una mirada, de un tono de voz, de un gesto. Hay también otras parejas que se permiten discutir recién cuando la luz se apaga, justo antes de irse a dormir. Entre no discutir nada y discutir por WhatsApp, es preferible la vía digital. Pero si eso después no se retoma y cuando vuelven a verse es un "acá no pasó nada", no sirve. Quizás el WhatsApp sirva como una descarga, un primer impulso, un paso previo para que en otro momento puedan retomarlo cara a cara. ¿El mayor consejo? Que lo que les pasa no quede en el teléfono.
  • ¿Por qué nos cuesta pedir perdón? Solemos tener una cierta sensación de que "perdimos" si pedimos perdón. Porque nuestro narcisismo y nuestro ego quedan un poco heridos. Si genuinamente sentís que hiciste o dijiste algo que pudo haber herido al otro, vencé tu orgullo y pedile perdón, un perdón sincero y sentido.
  • ¿Quién gana y quién pierde? Nadie, nunca. En toda pelea vos tenés un poco de razón y el otro también tiene otro tanto. Poder asumir eso en el medio de la discusión y decírselo al otro es sano: "¿Sabés qué? Me di cuenta de que tenés razón en esto que me estás diciendo, no puedo mejorar mi egoísmo y me cuesta incluirte en mis decisiones". También es válido revisar con qué expectativas se llega a la pelea: si uno pone el foco en que el otro pueda tomar algo de lo que surgió en la discusión y accionar de un modo distinto a partir de ese momento (por ejemplo, si yo quiero que a partir de ahora el otro maneje mejor la plata, sea más ordenado o se involucre más en la crianza) o si se pone el foco en poder comunicarse o plantear lo que se está sintiendo de una buena manera, siendo asertivo, sin violencia ni insultos. Si uno pone la expectativa 100% en el otro, hay más chances de frustrarse. Pero si uno pone las expectativas en sí mismo, cada pelea será una oportunidad de comunicarse mejor con la persona que se ama, de saber escuchar(nos) más y mejor, y así crecer.

Terapia en escena

Así se llama la obra en la que Sebastián Girona aborda en un mix entre teatro y psicología los principales conflictos de las parejas modernas y, además, da algunas claves para resolverlos.
Cuándo: el sábado 20/10 a las 18 en el teatro Border. $350. Podés conseguir tus entradas por Plateanet.
Experto consultado: Sebastián Girona. Psicólogo especialista en parejas.
¿Y vos cómo te comportás cuando discutís? Además te mostramos Somos jóvenes pero nos quedamos en casa como dos abuelos.

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