10 consignas minimalistas que usamos para "dejar todo" sin olvidarnos de nada
A pocos días de zarpar, armamos los bolsos con lo necesario para mudarnos y viajar en El Barco Amarillo. Con toda la libertad, pero muy poco espacio a bordo, qué entra y qué no, en la mochila de esta familia.
El Barco Amarillo está en Florianópolis, Juan ya lo llevó hasta allá. Ahora, el 1 de septiembre, viajamos con nuestro hijo Ulises, de dos años, para continuar juntos navegando hacia el norte, sin condiciones ni límites de tiempo. Vamos a vivir y viajar a bordo de nuestro velero, el Tangaroa2, que mide unos 9 metros y tiene grandes capacidades náuticas... pero muy poco espacio a bordo. Mientras armamos la mochila que va a cargar cada integrante de esta familia de tres, pensamos algunas consignas claves para no olvidar nada fundamental ni llevar cosas prescindibles. "La perfección no se alcanza cuando no hay nada más que añadir, sino cuando no hay nada más que quitar", Antoine de Saint-Exupéry.
De todo, la mitad
Nuestro gran viaje inaugural fue a los veinte años. Sacamos un pasaje de ida en micro hasta San Miguel de Tucumán, y terminamos recorriendo todo el NOA, Bolivia, Perú hasta el Machu Picchu, y volvimos por Chile a dedo, en camiones. Compramos una mochila de 55 litros para mi, y de 75 para Juan. Pusimos sobre la cama todo lo que cada uno había separado para llevarse, y nos obligamos a elegir la mejor mitad. Esto se volvió un hábito para todos los viajes que hicimos, y que vamos a hacer.
La selección de la selección
Cuando pusimos nuestro departamento en alquiler, decidimos hacerlo con todo lo que tenía adentro: muebles, vajilla, cuadros y espejos, libros, ropa de cama, electrodomésticos… todo, menos nuestra ropa, los juguetes de Ulises, la guitarra y el mat de yoga. La condición era que lo que nos llevaramos entrara en el baúl de nuestro auto, un Celta 4 puertas, con el que originalmente íbamos a viajar hasta Florianópolis. Con el baúl hasta arriba, nos fuimos a vivir de prestado, por 3 meses, hasta que pudimos atar todos los cabos y finalmente largar amarras. En ese tiempo, decidimos dejar también el auto, así que hubo que volver a achicar para que todo entrara en lo que permite un pasaje de avión (¡sin exceso de equipaje!).
Empacar espacio
De mochileros era fundamental llevar espacio vacío en la mochila, para no cargar tanto peso en la espalda, para estar más ágiles y poder movernos mejor. En la medida en que avanzaba el viaje nos íbamos entrenando y eso que tanto nos pesaba al inicio se naturalizaba, y el espacio vacío nos habilitaba a sumar algunos extras, como regalos, comida, agua, ropa sucia o no tan prolijamente dispuesta en rollitos como en el armado original. Como en un embarazo, el peso debería aumentar en la medida en que el cuerpo aprendiera a soportarlo. En todo caso, es importante entender que en viajes largos como el que se viene es imposible tener todo listo para el inicio y para el final, porque las circunstancias y necesidades van cambiando. Cada viaje es un proceso de aprendizaje y adaptación.
Listas de rigor
Hay personas que se toman varios días antes de las vacaciones para armar su(s) valija(s), no es nuestro caso: siempre lo mínimo y la noche anterior. Pero de cara a un viaje tan largo, fuimos haciendo listas de pendientes y de cosas para averiguar / conseguir / comprar / llevar. Esto es: vacunas, papeles de los tres, instrumental náutico, herramientas, seguros, medicamentos, cámaras, arnés para Ulises. Nos resultó muy útil para organizar los preparativos, para tachar las cosas resueltas (¡qué placer!), y para enumerar y ver qué tan larga se hacía la lista de cosas para llevar.
Investigar el destino
Antes de armar cualquier valija es fundamental conocer el clima y las costumbres en términos de vestimenta del destino al que se viaja. En nuestro caso, vamos a navegar por lo menos un año por la costa de Brasil, desde Santa Catarina hacia el norte. Esto significa que vamos a tener entre calor y mucho calor, y bastante lluvia, sobre todo en los estados de São Paulo y Río de Janeiro. Frío no, pero puede bajar la temperatura por las noches, sobre todo al dormir a son de mar. En este sentido, siempre cabe la regla mochilera de la cebolla: hay que llevar prendas que funcionen en capas. Y no debería faltar un conjuntito bien paquete para ocasiones especiales.
Si dudás, no hay duda
Esta regla náutica aplica perfectamente al armado de una valija inteligente. En náutica funciona así: si dudás entre achicar velas o no, achicá, puede no haber tiempo para arrepentirse; si dudás entre ponerte el arnés o no, ponetelo, podés estar salvándote la vida; si al estudiar el pronóstico dudás entre zarpar o no, no zarpes, probablemente la vas a pasar mejor en puerto que en el mar. A la hora de sumar prendas a una valija, la regla funciona así: lo que no usaste el verano pasado, no lo vas a usar el próximo, y si nunca encontraste la ocasión perfecta para ponerte ese sombrero, es porque ese sombrero no va. Acá la regla de la cebolla funciona al revés, tal vez podemos decirle "la regla del alcaucil": deshacete de todo y quedate con lo fundamental, el corazón.
Los juguetes
Ulises heredó nuestro minimalismo. No tiene un millón de juguetes, lo cierto es que casi siempre juega con un par de bloques: si los pone cruzados se convierten en avión; si van paralelos, en jet ski, y si coloca uno encima del otro, son un caballo. Claro que vamos a llevarle una mochila con sus juguetes favoritos, pero creemos que se va a entretener más con lo que vaya apareciendo a lo largo del viaje. No es la cantidad lo que hace a la calidad, muy por el contrario, creemos que la pieza que falta es la que permite el juego, la que dispara la imaginación, el deseo. Y la misma lógica aplica para nosotros dos, los grandes. Finalmente, en la mochila de Ulises van los bloques, herramientas, autitos, dinos, animales de la granja y 3 libritos.
Botiquín (e instrucciones)
En Buenos Aires vamos a seguir pagando nuestra cobertura médica y nos llevamos Assist Card por cualquier emergencia. Pero al ser este un viaje a vela, muchas veces vamos a estar lejos de tierra como para consultar a un médico o ir de una corrida a la farmacia. Por eso, nos asesoramos con un médico clínico y con el pediatra de Uli sobre las vacunas recomendadas para quienes viven en Brasil y los medicamentos clave que llevar en un botiquín de a bordo: para el dolor de panza, de cabeza, para el mareo, las alergias, picaduras, quemaduras, protector solar, para el dolor de dientes. Y muy importante: las instrucciones para su buen uso.
Si entra algo, sale otra cosa
La primera casa que compartimos con Juan medía exactamente 25,30 metros cuadrados. Vivimos cuatro años muy felices en ese departamento del bajo de Belgrano. Pero había una regla clara e inquebrantable que, creemos, fue clave para que no faltara el aire: si entraba un cosa, tenía que salir otra. Al barco vamos a llevar poco, está claro, pero sabemos que siempre se puede comprar en el camino algo que llegara a faltar: un juguete nuevo para Ulises, un libro, una bikini que se me antojara... Está todo ok, mientras salga otra cosa, poder desprenderse de algo habilita a traer otra cosa. Una linda costumbre de la comunidad nauta es intercambiar libros en los puertos, y dejar constancia en la primera hoja de las fechas y los sucesivos barcos en los que vivió.
Las tres P
Con todo armado, antes de salir para el aeropuerto chequeamos las tres P: plata (tarjetas y cambio en moneda de destino), pasaporte (y otros documentos como la licencia para conducir y el carnet de timonel), y pasaje (aeropuerto de donde despega el avión y horario). Si algo de todo lo de arriba fallara, pero tenemos estas tres P en el bolsillo, y cierta creatividad / flexibilidad, cualquier problema se resuelve. Al fin, ir ligeros de equipaje nos permite llegar más lejos.
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