2001: el año del arte
A contrapelo de la profunda crisis económica y social, la agenda de museos, galerías y artistas plásticos locales y extranjeros tuvo una intensidad y una riqueza inusitadas durante el difícil 2001. Los responsables de este florecimiento coinciden en que las mejores respuestas frente a la escasez son el talento, la imaginación y la audacia
Sol LeWitt recorre la muestra de la Fundación Proa escoltado por un grupo de críticos y coleccionistas. El padre del minimalismo norteamericano es el último de los visitantes ilustres en el cierre de una temporada impar para el mundo del arte. Suena paradójico. La ciudad se despide de un año pésimo en lo económico y lo social, pero excepcional en el terreno de la cultura.
Exposiciones, premios, nuevos museos y nuevas galerías se suman al clima efervescente en torno de la creación que ha extendido sus fronteras del Centro a la periferia, con la explosión de Palermo Hollywood y Barracas.
La batuta del arte atiende su propia partitura.
Turistas, observadores, estudiosos y curiosos se preguntan cómo conviven el riesgo país y la mejor retrospectiva de Auguste Rodin que se haya visto en años. ¿Cómo es posible la apertura del mejor museo de arte latinoamericano del continente con los malos presagios que disparan a diario los indicadores económicos? ¿Cuál es el mejor momento para hacer las cosas? “Cuando se nos ocurren”, dice el galerista Jorge Mara, entusiasmado con el proyecto del nuevo espacio especializado en obra gráfica que dirigirá Nelly, su mujer.
Mara vivió en Madrid por años, tiene una larga trayectoria europea y conoce como pocos el mercado internacional. Participó de varias ediciones del Arco madrileño y es asiduo visitante de la pretigiosa feria de Basilea.
¿Por qué abrir un nuevo espacio en Buenos Aires cuando la crisis acecha?
La apuesta va mucho más allá de la coyuntura y es quizás una manera de conjurar los fantasmas recesivos. La exquisita selección de obras de Fernando Allievi, Mazza, Blas Castagna, Estrada y Kirin indica la línea de trabajo y confirman que el talento no es una materia que se encuentre en el cajero automático.
El arte no puede esperar. Gustavo Bruzzone y Roberto Jacoby (ver página 35) son los editores de Ramona, la revista que revolucionó la difusión del arte. Abogado, profesor, universitario y juez en lo penal y económico, Bruzzone decidió abrir una revista en 1998, cuando descubrió que lo que quería leer no estaba escrito. No encontraba en las revistas la palabra del artista, ni veía escritos los comentarios que eran materia de conversación obligada a la salida de un vernissage. Y nació Ramona.
El nombre de la publicación surgió en una sobremesa larga compartida por los editores con Jorge Gumier Meier (artista y director del Centro Cultural Rojas en los años noventa) y Rafael Cipolini, crítico. Aunque el lector informado pensará que el nombre de la revista es una alusión a la Ramona Montiel de las pinturas y grabados de Berni (una chica de los suburbios deslumbrada por las luces de la ciudad), se trata de una verdad a medias. Ramona es también la criada del cuadro de Sívori; la mucama inmortalizada por Lino Palacios y el nombre de una prostituta que aparecía en las aguafuertes porteñas de Roberto Arlt.
En su agenda cultural, Ramona registra 150 muestras semanales. Osvaldo Giesso, el arquitecto que inventó el loft porteño, revitalizó San Telmo y dirigió el Recoleta, dice en rueda de amigos que en Buenos Aires trabajan y viven 65.000 artistas.
Una válvula de escape
El asunto va más allá de la frialdad de un cifra o la relativa certeza de una estadística. El río interior que moviliza a esta numerosa tribu tiene mucho que ver con una realidad hostil y no con el mercado que en la Argentina es tan escuálido como ha sido siempre. Crear es un atajo posible para quienes están acostumbrados a vivir con poco. “Es, por encima de todo, una forma de vida”, dice Ana Gallardo, artista plástica, instaladora, mujer pensante.
“Hago arte porque si no explotaría. Es tan simple como decir que me sirve como una válvula de escape, estoy viva y respiro mientras alrededor el universo se desploma”, agrega.
La última obra que Gallardo exhibió en Gara, la galería de Cecilia Garavaglia en Palermo Viejo, era una bolsa de residuos cargada de papelitos doblados como los cadáveres exquisitos de los maestros surrealistas. Los textos contaban la triste y trágica historia de la muerte de la madre de Ana, que decidió hacer público lo privado y aligerar así la carga de los recuerdos infantiles. Una válvula de escape.
Entre las más celebradas iniciativas de la gestión cultural del Gobierno de la Ciudad se cuentan los talleres abiertos de los barrios. Primero San Telmo, después Palermo Viejo y, por último, La Boca brindaron la oportunidad única de visitar los talleres y saber cómo viven los artistas. Mate de por medio, ésa fue también la oportunidad de conocer de boca del artista y en buen romance los vericuetos, a veces herméticos, del arte contemporáneo.
Brasil: arte y mecenazgo
Aliado de las peores crisis, el arte también mueve millones. En el otoño porteño se inauguraron cuatro tramos de la formidable megamuestra organizada por Brasil para celebrar los 500 años del Descubrimiento de América. Organizado por el banquero paulista Edemar Cid Ferreira, el desembarco de las imágenes barrocas en el MNBA resultó para el público la prueba más evidente de la desmesura brasileña: miles de flores violetas y amarillas sostenían santos y ángeles arcabuceros, cómodos y elegantes apliques de inspiración lusobrasileña.
Buenos Aires fue la primera escala de una exposición de carácter itinerante, que siguió viaje al Guggenheim de Nueva York, e irá a Berlín, París, Lisboa, Bilbao.
El público y la crítica mostraron sus preferencias y eligieron, por la originalidad del montaje y la potencia del mensaje Imágenes del inconsciente, un módulo de la mega brasileña armado con obras producidas por pacientes de neuropsiquiátricos de Río de Janeiro a mediados del siglo XX. Sin haber conocido ni visto jamás una obra de las vanguardias rusas, los vasos comunicantes eran visibles. Nunca resultó más delagada e imperceptible la línea que separa locura de creación.
En un año de profundo debate en torno de la ley de mecenazgo, los brasileños mostraron una manera de hacer las cosas, al aliarse de manera efectiva con la empresa privada. A su manera, los diputados argentinos votaron la ley impulsada por Luis Brandoni y mal recibida por mucha gente de la cultura, en una sesión ómnibus sobre el filo del fin de año.
Como si el calendario hubiera quedado chico, diciembre multiplicó la oferta de exposiciones con la apertura de los premios apoyados por bancos argentinos. Otra paradoja o, tal vez, una sinuosa coincidencia: en un país bancarizado por decreto, los artistas contemporáneos recibieron el impulso del Banco Nación y del Banco Ciudad, que premió con 30.000 pesos las obras de dos artistas consagrados. Marie Orensanz, emergente de los años sesenta, y León Ferrari, nacido en 1920, fueron premiados por obras que expresan la vitalidad de lo contemporáneo y el pluralismo de las artes visuales en un mundo que sigue preguntándose qué es una obra de arte. Quien tenga la respuesta alcanzará a comprender por qué las fronteras de la creación se corren cuando todo se achica. Peligrosamente.
Diez años de Arte BA
¿Se hace o no se hace? Se hizo. La décima edición de Arte BA recibió el apoyo del público, la respuesta del mercado y mostró una clara adhesión al arte contemporáneo con el espaldarazo a expresiones nuevas como el Sandwiche de milanesa, escultura del tucumano Sandro Pereyra. Arte BA nació cuando Carlos Grosso era intendente de Buenos Aires y Diana Saiegh, directora del centro Recoleta. Desde entonces, no ha dejado de crecer. En su nueva versión, tiene como ámbito el predio de la Rural en Palermo y como proyecto ajustar los criterios de selección para que la calidad sea el sello de distinción de la cita obligada del público argentino y sudamericano con las obras seleccionadas por las mejores galerías del Mercosur. Más de 50 expositores confirmaron su presencia para la edición 2002, según anticipó Jacobo Fiterman a la Revista. Está previsto también un sector especial para dealers, que no contaban hasta ahora con un espacio público de comercialización.
Una seguidilla imparable
De Picasso a Barceló, con obras procedentes del Museo Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, fue una de las muestras más comentadas del año. Llegó a Buenos Aires de la mano de la Fundación Arte Viva e incluyó trabajos de Juan Muñoz, Genovese, Manolo Valdés, Tapies y Barceló. El centenario Verdi reunió en Proa a grandes escenógrafos que imaginaron su versión de Un ballo in maschera. Otro éxito. En el Mamba, que dirige Laura Buccellatto, la moda y el arte tuvieron su gran noche con el desfile de Trosman & Churba, binomio de avanzada en el diseño que experimenta de manera audaz con el uso de textiles no convencionales. Fernando Fader, a la altura de sus antecedentes, recibió el halago del público en la retrospectiva organizada por Ignacio Gutiérrez Zaldívar, que dobló la apuesta al organizar muestras de alta convocatoria en el Cabildo de la ciudad de Córdoba.
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