No todo se reduce a la calle Balcarce en la ciudad de Salta. Fuera de este eje y los alrededores de la plaza 9 de Julio, hay experiencias indispensables, como visitar una peña auténtica, probar una picada con un tinto salteño de ley –o un torrontés- y un helado de dulce de leche que no tiene nada que envidiarle a los porteños.
1) Peña en La Casona
Si se le pregunta a cualquier salteño por una peña, seguro que menciona La Casona del Molino. Esta vieja casa ubicada en la calle Luis Burela n°1, tiene habitaciones que miran a un gran patio interior, un quincho y un jardín que suman espacio. Porque cuando la peña se arma lindo, y en especial si es tarde, llega a haber hasta 500 personas comiendo y guitarreando. "El salteño es muy cantor, sentarse a cantar con amigos es parte de la idiosincrasia", explica el encargado. Temprano va el turista; hacia la medianoche llegan los locales con sus guitarras y bombos enfundados al hombro, y a las dos de la mañana el canto es más eufórico, en especial de jueves a sábado. También hay baile folclórico, parejas que se las arreglan para tirar unos pasos entre las mesas atiborradas de gente.
2) Fili y su dulce de leche
El dulce de leche de Fili es tan bueno, que cuando un salteño está invitado a comer a una casa y le piden que lleve postre, todos dan por sentado que llevará un kilo de dulce de leche de esta heladería. La historia comenzó en la casa de Ángel Fili, a media cuadra del edificio estilo Art Decó donde se encuentra hoy, en los tiempos en que él hacía el reparto de leche.
Con la que sobraba hacía helado que salía a vender junto a su hijo y hermano con el carrito heladero. Con unos pesos compraron la primera fabri-conservadora Siam, e instalaron la heladería en el cuarto que daba a la calle, hasta que se mudaron a la esquina de Sarmiento (297) y Güemes. La heladería fue el lugar en el mundo de Vicente Fili, padre del actual dueño Ángel, quien hasta sus 89 años no se movió del negocio familiar. Tercera generación, hoy Ángel es muy celoso de la receta: cuando fabrica helado, tapa las cámaras de seguridad. "Me gusta hacerlo en el día y venderlo el mismo día", dice acerca del helado artesanal hecho con ingredientes naturales más pedido de la ciudad. Su última incorporación en sabores son el Málaga –crema con vino moscato y pasas de uva al rhum-, y tiramisú.
3) Picaditas en La Cordobesa
Está bien fuera del radio por el que se mueven los turistas (Leguizamón 1502). Empezó siendo una fiambrería nomás. Solo que con un propietario inquieto, y amante de los buenos vinos. Su surtido era superior al de cualquier boliche del ramo, pero estaba lejos de ser una vinoteca, concepto que, por otro lado, no existía aún en estas latitudes.
Siglos antes de los wine bar, Juan José López descorchaba un vino, lo acompañaba con un jamón, el cliente se acomodaba, la charla se enriquecía… y así pasaban las horas. Pasó una vez, pasó otra… y el pequeño rincón de cinco mesas armadas sobre barriles de madera y banquetas altas, nació casi sin proponérselo.
El reducto gourmet ofrece, entre otras delicias, prosciutto di Parma, mortadela italiana con pistachos, lomo español, excelentes aceitunas y bueno vinos, que Juan mismo se encarga de recomendar. Instalado en la misma esquina desde el año 86, de afuera no dice mucho: basta atravesar el umbral para darse cuenta que vale bien la pena.