En una torre trazada por mAde Arquitectura, los dueños de estos flamantes dos ambientes plasmaron sus diferencias. Lo que tienen en común es tanta buena onda que hasta se dejan las llaves del auto.
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Laura es arquitecta y artista. La técnica del collage no sólo está presente en gran parte de su obra, sino también en esta ‘guarida’ que usa como estudio y taller. Géneros, texturas, objetos que diseña, rejunta y recopila se superponen para conformar la trama única que la rodea.
Laura kelly estudió Arquitectura porque le gustaba dibujar; más tarde, mientras vivía en Nueva York, se formó en Bellas Artes. Hoy este tercer piso en Saavedra es su estudio y taller. “Cuando alguien me pide que le diseñe un ambiente, investigo, les pregunto. Casi que los increpo. El lugar donde uno vive no es algo abstracto, tiene que vincularse con la persona para funcionar”, dice Laura, quien sin duda tiene un vínculo especial con los espacios que habita. La muestra que está preparando para exponer el año que viene da fe de eso. Desde la memoria (la emotiva, más que nada), traza con acuarela, géneros y papeles los ambientes de las casas donde alguna vez vivió –un pasillo de su infancia o un escritorio de su juventud, la lustradora en un rincón del cuarto, el póster de aquella banda, la foto sobre esta mesa–, con lujo de detalles.
Lucas y Dolores se enteraron de que iban a ser padres casi al mismo tiempo que se mudaron. Él trabaja en logística en una empresa de correo; ella es trabajadora social. Y ambos pusieron su granito de arena para ambientar este departamento en prolijos colores claros.
Lucas y Dolores ya convivían en un departamento más chico. Trajeron a este dos ambientes en primer piso a estrenar varios de los muebles que tenían, y completaron el combo con detalles nuevos. “Nos gusta el diseño y tener la casa linda, pero apostamos a lo clásico. Me encanta la gente que encuentra un objeto medio disparatado, lo clava en la mitad del living y le queda perfecto; pero no sé si a mí me saldría hacerlo y que no parezca un mamarracho”, dice Lucas.
Ya mudados, descubrieron que entre las decenas de ventajas que le conocían al edificio –la cercanía con el parque, la tranquilidad del barrio– había un plus inesperado: una comunidad de vecinos macanudos que amplió su vida social e hizo la cotidianeidad aun más amena. Que no es poco.
Augusto es arquitecto y fanático de las motos, como revela cada centímetro de su departamento en el primer piso. Ansioso, fue el primero en mudarse y trazó su espacio con mucho negro, perfilerías de hierro, madera y, sobre todo, generoso lugar para recibir amigos.
Augusto castignani trabaja como arquitecto en Ebeca, una empresa que desarrolla desde viviendas hasta grandes obras comerciales y civiles. Estuvo en la cocina de la construcción de este edificio que lleva la firma de Germán Laguna y Marcelo Longordo, de mAde Arquitectura. (Lo de ‘cocina’ es literal: se ocupó de la marmolería). Esa participación desde el vamos le permitió diagramar la de su dos ambientes a su gusto y colocar un piso de bambú prefinished en lugar del flotante que venía por default. “Después, el concepto guía fue que nada tocara el piso: colgué todas las estanterías de la losa para darle aire al espacio”.
De nuevo surge el tema de la comunidad de vecinos y sus ventajas. “Los que tenemos moto usamos el espacio sobrante en la cochera; la última vez que Laura se fue de viaje, directamente me dejó las llaves del auto por si había que moverlo o venía su sobrina a buscarlo. Poder relajarte y apoyarte en el resto está buenísimo”.
Texto: Bárbara Orlando