Muchos los miraron sorprendidos, otros incrédulos y con recelo e incluso algunos les dijeron que estaban locos. Por eso, soportar la mirada diferente del otro que creía que a la edad que empezaban su viaje, Alejandra Gargiulo (42) y Juan Camenforte (42) debían estar pensando en armar una familia con hijos o ya tener una formada, fue una de las barreras más difíciles que tuvieron que vencer.
Lo habían meditado por mucho tiempo, hasta que una noche, en su departamento del barrio porteño de Nuñez, Juan le dijo a Alejandra que estaba convencido de hacerlo: ¿la propuesta? Recorrer 118 ciudades y 48 países alrededor del mundo ni más ni menos que en 400 días. "La idea fue tomando cada vez más fuerza y empezamos a sentir que era posible hacerlo, lo que disparó un torbellino de emociones, miedos e ilusiones. Requirió varios meses de largas charlas, búsqueda de información, análisis y estimación de costos y fechas e itinerarios posibles, hasta llegar al que se adecuaba a nuestro deseo y presupuesto", recuerda Alejandra, que es traductora de inglés y docente en un colegio.
Decidieron que iniciarían su viaje en Norteamérica, precisamente en Estados Unidos. Allí pasarían algunos meses para recorrer ese extenso país y perfeccionar el idioma. Desde allí pasarían a Canadá y luego hacia Europa, para cubrir un itinerario de oeste a este. Después se dirigirían al norte de África, medio oriente y luego a Asia, para bajar hacia el sudeste asiático y dar un salto hacia el último continente del recorrido, Oceanía. Desde allí completarían el viaje con un vuelo intercontinental hasta Argentina. Todo eso les demandaría no menos de un año.
Concluyeron que, para afrontar los gastos, lo mejor era vender el auto y alquilar el departamento amoblado en forma temporal durante su ausencia. "Una vez cerrado el alojamiento -que resolvimos a través de diferentes plataformas- comenzamos con el análisis de las visas y vacunas que necesitaríamos. Este fue un tema muy demandante, complejo y crítico, ya que un error a esta altura en la omisión de alguna visa o vacuna implicaría un gran dolor de cabeza durante el viaje".
Había llegado el momento de dar el paso más complicado: comunicarlo a la familia y amigos. Las reacciones fueron dispares, desde incredulidad hasta caras de están re locos, hubo de todo. "En la familia de Juan, que es bioingeniero, lo que más prevaleció fue el temor: un viaje de este tipo implicaba riesgos por estar tanto tiempo afuera del país, y la preocupación por su futura situación laboral. Por mi lado, hubo una mayor resistencia por parte de mis hermanos, ya que compartimos un negocio en común, y el mayor inconveniente era cómo hacer para reemplazarme y cómo se iban a organizar durante mi prolongada ausencia. De todos modos, luego de charlar, y más allá de quizás no compartir mi decisión, la respetaron y no hubo mayores inconvenientes. Las amistades lo tomaron en general muy bien, y la gran mayoría nos alentó y felicitó por tener la valentía de hacer lo que nos hace feliz en la vida".
Luego llegó la situación de informarlo en el trabajo. Alejandra tenía la ventaja de que podía pedir una licencia sin goce de sueldo por un año en el colegio donde es docente. Es decir que, al regresar, tenía la certeza de que podía recuperar su empleo. En cuanto a Juan, desde el momento que le informó la novedad a su jefa, desde el departamento de recursos humanos intentaron buscar la manera legal de otorgarle una licencia sin goce de sueldo por este extenso período. Sin embargo, dado que legalmente la duración máxima de una licencia de ese tipo era de seis meses, finalmente tuvo que renunciar. "De todos modos, quedaron excelentes relaciones tanto con su jefa como con sus compañeros de trabajo. Toda esa situación de comunicarlo nos causó un gran estrés, y realmente nos sentimos aliviados una vez que lo hicimos".
Viajar con lo puesto
Unos días antes de iniciar el viaje comenzaron a empacar la ropa a llevar. La idea era viajar livianos por la gran cantidad de vuelos que iban a tomar. Sin embargo, también visitarían lugares con climas muy fríos como el norte de Europa, Rusia y China. Con esa consideración, optaron por iniciar el viaje con solamente una pequeña valija (carry-on) cada uno, con ropa de verano y sólo algunos abrigos livianos, a la cual luego le sumarían una mochila cada uno más adelante. "Nos propusimos comprar poca ropa y en caso de hacerlo, reemplazar una prenda vieja por la recién comprada para no ocupar más espacio. Cuando llegaran los climas fríos compraríamos la ropa adecuada. Muy a nuestro pesar, iríamos dejando ropa en el camino. El elevado valor a pagar por el exceso de equipaje de las aerolíneas no nos dejaba otra opción. Así nos mantendríamos durante meses, hasta que llegáramos a la zona fría de Europa, en donde compraríamos ropa para nieve para usar durante toda la estadía en estos países".
Durante el viaje sufrieron una transformación que los marcó para siempre. Lejos de Buenos Aires, la rutina no existía y los atardeceres de los domingos, donde fuera que estuvieran, eran mágicos y no melancólicos. Aprendieron que para ser felices no necesitaban cosas materiales, de hecho, vivieron con pocas prendas durante mucho tiempo y sin comprar nada. "Nuestra relación se enriqueció. Nos unimos y reafirmamos como pareja. Nuestro trabajo fue en equipo, a la par y apoyándonos en cada momento. A la distancia uno se siente sin hogar, lejos de todo lo conocido, despojado de todo y hay muchos momentos de debilidades, aunque con la mirada y la mano del otro siempre extendida para levantarte y seguir, todo fue más facil. Teníamos un objetivo claro y el sueño era único e irrepetible".
Lejos de lo que pensaban, el viaje calmó su sed por conocer nuevos lugares y despertó un "cosquilleo" interno incontrolable. Fue un quiebre definitivo en sus vidas, que los transformó por completo. "Viajar por lugares y culturas tan distintas es fatal para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente, y te modifica la perspectiva de las cosas y de la vida para siempre. Saboreamos lo nuevo, lo distinto, lo caro, lo barato, nos apoyamos el uno al otro en momentos difíciles, hicimos frente a las miedos y adversidades lejos de todo, nos gastamos los pies hasta las ampollas recorriendo ciudades, pueblos, aldeas, islas, pasamos frio, calor, climas extremos".
El regreso a la Argentina no fue fácil. Ambos pudieron recuperar sus empleos y retomar la vida que alguna vez habían dejado en pausa. Pero guardan con ellos un inmenso tesoro. "Hoy sabemos que llenar nuestras retinas de inolvidables imágenes, transmitir vivencias únicas y quizás irrepetibles, y recopilar recuerdos que quedarán sellados en nuestros corazones para siempre, es para nosotros la clave de la felicidad en su sentido más amplio".
La voz del especialista
Mauro Estevez es líder de expertos de Almundo y en este audio explica cuáles son las condiciones que hoy hacen más accesible poder viajar por el mundo.
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