50 años de historia, cinco años de vida
El deporte y la música tienen en Buenos Aires templos consagratorios: el Luna Park, los grandes teatros de la avenida Corrientes y, por supuesto, el mayor coliseo, el Teatro Colón. Pero más allá de nuestras fronteras se levantan otros de esos templos donde artistas y deportistas argentinos conocieron la gloria y consiguieron quedar, para siempre, en la memoria popular. El Madison Square Garden, en el corazón de Manhattan, es tal vez el más “legendario” de ellos.
Desde Ringo Bonavena, que en 1970 hizo que Muhammad Ali conociera allí la lona, aunque este terminara aquella noche venciendo al ídolo de Parque Patricios, hasta Manu Ginóbili, que con cuarenta años, hace apenas unas semanas, hizo hablar al mundo del básquet con una brillante actuación –y su ya célebre “triple fantasma”–, el Madison ha sido siempre una puerta grande al Parnaso del deporte. Monzón defendió allí su título mundial por undécima vez en 1975 ante Tony Licata y Gabriela Sabatini hizo historia en 1990 al jugar con Mónica Seles el primer partido que enfrentó a dos mujeres a cinco sets.
Las paredes del Madison encierran mucha historia también para la música. Sandro fue en 1970 el primer cantante latinoamericano en actuar allí, el mismo año en que luego se presentaría en dos oportunidades Palito Ortega. Ahí mismo, en el pináculo de su carrera, Pappo compartió el escenario junto a B. B. King en 1993. Y Soda Stereo estuvo cerca de escribir otro glorioso capítulo en el estadio de la Séptima Avenida: Charly Alberti reveló que, poco antes del ACV que acabaría con la vida de Gustavo Cerati, el grupo planeaba reunirse cada cinco años para una gira que proyectaban comenzar en el Madison. Otro argentino que convocó allí a una multitud fue el papa Francisco, que ofició una misa en 2015, durante su visita a Estados Unidos.
Pero en Nueva York, la ciudad de los grandes sueños y proyectos sin límites, nada detiene el progreso, ni siquiera la historia. Por eso el Madison, que esta semana cumplió 50 años desde su inauguración en febrero de 1968, tiene pocos motivos para celebrar: ya se ha consumido la mitad del plazo de diez años que en 2013 le otorgó la ciudad para encontrar una nueva locación: en 2023 será demolido para dar lugar a la nueva Penn Station. No será la primera vez que el Madison deba renacer de los escombros. De hecho, el actual estadio es el cuarto que ha existido con ese nombre, aunque ya no se erija en la Avenida Madison, como el original. Pero esta vez reubicarlo podría costar al menos 3000 millones de dólares, según comentó el gobernador Andrew Cuomo, y aún no está definido el futuro emplazamiento.
La Gran Manzana dejará de contar entonces en cinco años con uno de sus edificios más emblemáticos. Para la cultura popular argentina será también la pérdida de un templo profano donde se escribieron algunas de sus mejores páginas.