Fue un día que no va a olvidar jamás. "¿Papá, ¿por qué tenés esa panza", le preguntó su hija mayor a Augusto Iribarne. Asombrado, no supo qué responder pero en su interior se estaba gestando el principio de un cambio que lo iba a llevar lejos, muy lejos de donde estaba parado en ese preciso momento. "Entendí que mi imagen hacia el exterior (y no me refiero solo a lo físico) era completamente distinta a lo que yo veía hacia adentro y creía dar hacia afuera. Pensaba que era un tipo que iba transitando la vida como tenía que ser. Todo planificado por mandatos de la sociedad, o familiar, o vaya a saber si no era algo también autoimpuesto por mi educación y experiencias de vida. Pero, sin darme cuenta, estaba envenenando mi escencia. Ese día, la pregunta de mi hija me hizo comprender que estaba viviendo una vida a la medida de otros y me prometí que eso iba a cambiar".
En un segundo, Augusto vio pasar su vida de adulto como en una película. Y entendió que nunca había seguido realmente sus deseos. Por ejemplo, como cuando eligió una carrera universitaria: no lo hizo pensando en qué le gustaba. Primero había que cumplir con los mandatos familiares y sociales. Tenía que estudiar una carrera importante. Por eso se inclinó por la ingeniería industrial, aunque al cabo de unos años, abandonó los estudios porque no era lo suyo. Además, siempre había buscado trabajar en empresas grandes, como supuestamente debía ser, y lo hizo un tiempo, hasta que se dedicó con su mujer al marketing deportivo organizando torneos de golf para empresas a lo largo de todo el país.
"Hasta ese entonces nunca había seguido mi vocación, aunque tal vez íntimamente lo sabía y no quería reconocerlo por miedo al que dirían. Siempre fui un alma libre, amante de la actividad física y la naturaleza. Siempre me encantó la música. Yo tocaba mucho la guitarra, intentaba armar bandas con amigos siempre soñando con llegar a algo. Pero de a poco me empezaron a carcomer la cabeza los infaltables comentarios de ya sos grande, dejá la guitarrita, como si eso fuera una pérdida de tiempo".
Obstáculos reveladores
Motivado por la promesa que le había hecho a su hija, Augusto se anotó en el gimnasio. Le costó, asistía de forma irregular, sin estar 100% seguro sobre lo que estaba haciendo y, como consecuencia, sin lograr grandes cambios. Trataba de hacer dietas y muchas veces terminó reincidiendo con la mala alimentación, lo que le generaba enojo y frustración. Pero su deseo de progresar y cambiar su estilo de vida era tan profundo que encontró la motivación para no abandonar y seguir intentando. Así aprendió sobre los mecanismos que llevan al cuerpo a lograr un verdadero cambio.
"La mayor sorpresa que me llevé en este proceso es que fui entendiendo que lo que me pasaba es que estaba frustrado, y que ese sentimiento me había llevado al borde de la depresión muchas veces, incluso hubo épocas en las que ni siquiera quería salir de mi casa. Recordé con tristeza las veces que había comido tanto en alguna reunión que había terminado vomitando en el baño porque ya no me entraba más comida. Utilizaba esos mecanismos destructivos para tapar mis problemas, e inclusive, luego entendí, para relacionarme con otros haciéndome el gracioso en las reuniones, mostrando cuánto podía comer y de esa manera encontrar la aceptación".
Así pudo darse cuenta que no estaba haciendo nada en la vida por convencimiento propio, y por primera vez en mucho tiempo comenzó a escucharse en serio. Cambió sus hábitos nutricionales, concurría al gimnasio con continuidad, salía a correr o a andar en bicicleta al aire libre. Por supuesto no fue de un día para el otro y le costó mucho incorporar esas modificaciones. Además, se nutrió de notas en revistas, libros, videos y consejos de profesionales que con el tiempo fue logrando incorporar. Cuando logró hacer encajar todas las piezas, en el transcurso de un año la transformación fue increíble: no solo por lo físico, sino por su nivel de energía, su seguridad, su autoestima. Eso hizo que se relacionara de una manera muchas más productiva con su entorno, su familia y sus amigos.
Augusto se certificó como Personal Trainer y Coach en Entrenamiento Funcional. También retomó el Kick Boxing, que había abandonado a su 20 y tantos años y se graduó 2° Dan. Además obtuvo una certificación como Instructor en Defensa Personal.
Música para motivar
Eso no fue todo. Augusto desempolvó la guitarra que había dejado guardada por tantos años. Hasta la había llevado a algunas casas de música para vender, y le habían sugerido que no lo hiciera. Era un muy buen instrumento y merecía una segunda oportunidad. "Comencé a tocarla nuevamente y pasó algo que nunca me había sucedido. Comencé a escribir muchas canciones, tal vez inducido por una nueva sensibilidad, o tal vez siempre la había tenido y no la quería ver. Al principio me daba vergüenza tocar frente a otros, porque sentía que mis canciones me desnudaban completamente, pero con mi nueva seguridad comencé a tocar en reuniones de amigos".
Lentamente su vida iba tomando otro color. Al poco tiempo, conoció a Fernando Scarcella, el baterista de Rata Blanca, la banda de rock argentina y tuvo la oportunidad de mostrarle su música. "Le gustó tanto que terminamos realizando una producción de cuatro de mis temas en un estudio de música. Estaba tocando el cielo con las manos. Entendí que los sueños se pueden hacer realidad si uno pelea por ellos".
Fue tan notorio el cambio, que muchos se acercaron para pedirle ayuda y poder cambiar. Así Augusto transformó su actividad laboral y comenzó a asesorar a otros con ejercicios y un entrenamiento que devuelva la función al cuerpo, eleve el nivel de energía y mejore la calidad de vida. "Acabo de cumplir 50 y como digo siempre, estoy viviendo una nueva vida. Todavía me queda mucha evolución por delante. Hoy entiendo que nada es imposible y que la vida es una gran oportunidad. No hay que desperdiciarla. Y si por momentos nos caemos y terminamos perdidos, que sean momentos para poder aprender, sacar conclusiones y resurgir con mayor fortaleza. El mundo es de aquellos de tienen el coraje de despertar y vivir sus sueños".
La voz del especialista
Diego Castagnaro es Director de la carrera de Kinesiología de la Fundación Barceló y en este audio explica qué es el sedentarismo y cómo repercute en la salud.
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