A una contraseña de distancia de todos los secretos

Las relaciones de pareja nunca fueron fáciles. Incluso las grandes historias de amor, esas ejemplares, esconden un trasfondo de celos, mentiras, infidencias e infidelidades. Diego Rivera engañó a Frida Kahlo con su hermana, mientras que la artista mantuvo un affaire con Leon Trotsky. La eterna Marilyn Monroe cayó en una de sus peores depresiones después de leer que su marido, Arthur Miller, la criticaba con frialdad en su diario íntimo. Woody Allen encendió infinitas polémicas cuando dejó a Mia Farrow por su hija adoptiva, 36 años menor que él.

Pero ¿cómo serían esos episodios apasionantes del siglo XX si hubieran ocurrido en la primera década del siglo XXI? Marylin hubiese revisado los mails de Arthur, Mia se hubiese enterado de la relación de Woody con su hijastra por una foto etiquetada en Facebook y Diego hubiese tratado de reconciliarse con Frida llamando a Ex parejas , el segmento radial en el que Andy Kusnetzoff intenta enmendar, muchas veces con éxito, lo que se ha roto.

En los diez años que lleva la sección, los conflictos pasaron de desgaste, celos y sospechas de infidelidad a una variedad mucho más intrincada, cortesía de la tecnología 2.0: las redes sociales potenciaron todo eso que ya conocíamos de los romances, pero lo volvieron visible, cotidiano. A él lo descubrieron histeriqueando vía chat con una compañera del trabajo. Su defensa es que "eso" no es histeriqueo, pero ella alega que esas caritas sonrientes sí lo son y que percibe un exceso de "jajaja". A ella, pobre, le leyeron un mail, ¡sólo uno!, en el que hablaba despectivamente de la familia de él. Ella está enojada porque él le revisó sus mails, pero él nunca se podrá borrar de la cabeza la frase: "El papá come como un caníbal y la mamá piensa que sonarse la nariz mientras deglute un ñoqui es de buenos modales".

En una era en la que todos nos convertimos en detectives, tenemos algo a favor: la escena del crimen está repleta de huellas y estamos a una clave (muchas veces sencilla y previsible) de ingresar en la privacidad de nuestras parejas, de sus secretos. La principal conclusión por tener en cuenta es: el que busca encuentra. Hasta al más experto pirata se le pasa por alto borrar sus huellas digitales, y es así como un amigo distraído lo etiqueta en un boliche cuando se suponía que estaba jugando al fútbol con los pibes. Ni hablar del marido desprevenido que entra al historial buscando cuál era esa web de fútbol que le había gustado el otro día, solo para darse cuenta de que su mujer entra a diario al perfil de Facebook de su ex novio.

Las amas de casa o los que en lugar de oficina trabajan desde la computadora también cambiaron la novela de la tarde por un culebrón mucho más interesante: enterarse a diario qué hacen de sus vidas las ex compañeras del colegio, a dónde se van de vacaciones los amiguitos de sus hijos, cuántos kilos de más les quedaron a sus amigas después del embarazo o cuán joven es la nueva novia de su ex. Pero cuidado, no vaya a ser que, aburrida de entrar cada cinco minutos a perfiles que no se actualizan, se le ocurra entrar al de su marido, y ver que una tal Laly Bebota le pone un "me gusta" a cada uno de sus posteos.

Jimena Blizniuk