Abril el baterista en el laberinto
Era el baterista del trío más prometedor del rock local, pero en medio de un exitoso ciclo de shows y a pocos días de grabar un nuevo álbum, dio el portazo del adiós. Se trata de Abril (el alter ego estrella de Miguel Sosa), el joven de 20 años que dejó las filas de Catupecu Machu y, ahora, se lanza con su nueva banda: Cuentos Borgeanos. Allí, no existen problemas de cartel ni diferencias musicales: Abril compone, toca la guitarra y canta. Además, fiel a su amor por Jorge Luis Borges y la literatura, armó un Café literario del que participan poetas y escritores de renombre. ¿Llegó la hora de enterrar aquello de que los bateristas no hablan, no piensan y no son estrellas de rock?
Desde una pequeña sala de ensayo de Caballito, donde planea el debut en vivo de Cuentos Borgeanos (el viernes próximo, en el local Alternativa), Abril parece no haber acusado el golpe que significa bajarse de la máquina Catupecu Machu. "En la música se confunde mucho entre el éxito y la fama -afirma-. Ser famoso es ser una persona conocida a través de algo que hacés y estás en los medios. El éxito es algo que se da naturalmente: hay gente muy exitosa haciendo música que no la conoce nadie. Lo que amaba de Catupecu no era la fama sino el éxtito que tenía en sí, dentro de la banda, en los ensayos. Con Cuentos Borgeanos me pasa lo mismo. Sin haber tocado siquiera una vez, acá en la sala ya se vibra el éxito de la música que hacemos. Las ganas, las inquietudes y la energía sigue siendo la misma."
Si bien no quería meterse de lleno en otro grupo luego del divorcio con Catupecu, sostiene que "a veces el arte es el que te lleva y te obliga a ser un puente. Porque todo artista es un puente. Quizás el concepto sea muy borgeano: Borges pensaba que nada de lo que se escribía era nuevo, que todo ya estaba escrito... y en la música es lo mismo. La música está y uno la saca de una determinada forma."
Dice que Cuentos es una banda y no un proyecto solista (el grupo lo completan los sub-20 Diego James en guitarra, Lucas Hernández en batería y Agustín Rosini en bajo), que disfruta de "cantar y tocar la guitarra tanto como de tocar la bata" y que recibió algunos llamados anónimos tildándolo de "pendejo agrandado" por irse de Catupecu. "Por suerte fueron más los que se interesaron por qué iba a hacer ahora. Creo que la decisión de abandonar al grupo fue recontra Catupecu y voy a seguir siendo Catupecu toda mi vida, nadie ma va a quitar esa actitud, de arriesgar todo el tiempo."
Asegura que con los hermanos Ruiz Díaz no hubo puñetazos ni peleas mayores como se rumoreó: "Hubo diferencias, que estaban desde hace un tiempo, pero que las dejábamos de lado debido a la velocidad en que marchaba la máquina Catupecu. Pero lo cierto es que transitábamos caminos diferentes: Cuando yo estaba yendo para el sur, ellos iban para el norte. El resto, son cosas personales que me las reservo porque van más allá de lo musical. Y nosotros éramos un grupo de música, no las estrellas de un reality show."
Sin desaprovechar el tiempo libre que ahora disfruta, Abril también organiza un Café literario (todos los jueves, en Guatemala 4380, a las 19.30) con el objetivo de "generar espacios para gente que escribe poesía y cuentos. Es un incentivo para los que escriben y son muy recelosos de su laburo." Definitivamente, los bateristas ya no son lo que eran.
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