Adrenalina con pinturitas
Jonathan corría por las calles de París disparando bolas de pintura. El joven universitario (interpretado por Anthony Edwards) desafiaba a sus amigos en una competencia casi desconocida hasta entonces. La película (realizada en 1985) llevaba el mismo nombre que el juego en aquella ficción: Gotcha. En la vida real, en cambio, la actividad era bautizada como "paintball", y comenzaba a difundirse por el mundo en forma paulatina.
Esta variante de los juegos de rol tuvo su auge en la Argentina a mediados de los años 90. Se abrieron campos para la competencia, pero duraron poco, muy poco. Estaban mayormente planteados como juegos de guerra en colinas y terrenos boscosos. La idea prendió, pero no comercialmente; y muchos jugadores quedaron a la deriva. "Tuvimos que autoabastecernos. Algunos se juntaban a jugar en espacios privados y otros, con el tiempo, pudimos abrir nuevos campos. Hoy hay un claro resurgimiento, a partir de plantearlo más como un juego deportivo que como un juego de guerra", explica Gustavo Wilner, uno de los dueños de Mekong (ver recuadro). Así fue como dejaron de lado el camuflaje y comenzaron a usar camisetas por equipo, adaptándose a una disciplina más novedosa: el speedball. "Es una variante mucho más dinámica -agrega-, con fuego constante, que se está difundiendo masivamente por el mundo. El paintball en general es muy distinto a lo que la gente cree: a los participantes les gustan los juegos, no las armas."
Velocidad y adrenalina
Un equipo termina de diseñar la estrategia en una servilleta. El otro ya está preparado. Todos, cinco de cada lado, se ponen de espaldas al terreno delineado. Suena el silbato, empieza la acción.
El speedball se juega con obstáculos inflables, en un terreno "en espejo", donde todos tienen las mismas posibilidades. Hay una bandera en la línea central, y llegar a la meta con ella es el máximo objetivo. Si no se logra antes, la partida termina a los diez minutos. "Se juega con los dientes apretados -dice Pedro Burghi, también de Mekong-, pero no hay violencia en el juego, ni siquiera verbal. Hay uno o dos referís por partido y bastante poco por discutir: las manchas de pintura son grandes y claras". Los torneos internacionales se juegan con seis árbitros y, según comentan, la performance de equipos argentinos es cada vez mejor.
Internet es fundamental en el nuevo auge. Los jugadores acostumbran a contactarse con otros y los sitios de los campos incluyen links de otros espacios nacionales de competencia. Todos apuntan al crecimiento del juego. "Los que practicamos este deporte somos profesionales, ejecutivos, estudiantes y gente normal, con ganas de estar al aire libre disfrutando de la acción y la buena camaradería", detalla el sitio de La Colina, otro de los campos del Gran Buenos Aires.
Para jugar se necesita una máscara de seguridad y una marcadora, que es el arma con cargador que funciona a gas carbónico. En una jornada promedio, el jugador gasta entre 20 y 30 pesos entre alquiler de equipo y compra de bolas de pintura. "Antes hacíamos publicidad en armerías, pero no funcionaba. Ahora la hacemos en casas de juegos en red -continúa Wilner-. De ahí viene mucha gente, porque es como participar en vivo de los juegos 3D. Incluso, como juegan a través de la pantalla, en muchos casos no se conocen personalmente, y lo hacen recién acá. Cuando entre ellos se empiezan a llamar por los nicks (sobrenombres), nos damos cuenta enseguida de dónde que vienen."
Dónde jugar
- Mekong ( http://www.mekong.com.ar ): Ruta 8 Km. 55,5. Pilar. Tel.: 15-5341-7537
- La Colina ( http://www.lacolina.com.ar )
- http://www.Paintwar.com.ar (Córdoba)