Cómo un chico que vino del interior a relatar fútbol se convirtió en el mejor entrevistador de la tele, botín codiciado por partidos políticos y un referente de masculinidad que dice que hay que dejar de lado el ego de macho para ser mejor marido
La última escala en la evolución del homínido macho es una mezcla de elegancia y barbarie. Así lo ha decretado la moda. Entonces los varones atentos lucen el pelo corto y una tupida barba de montañés que evoca al villano ruso Rasputín. Alejandro Fantino también se ha dejado crecer los pelos (aunque después deba afeitarse por cuestiones televisivas) y, recostado en el sillón de una peluquería de Palermo, compone para la cámara la viva imagen del varón último modelo. Tiradores, corbata, el trago… Ahí, entre los afeites extremos y la bestia peluda podría decirse que se sitúa el personaje de reciente construcción al que alguien bautizó, porque sin marca no hay producto, lumbersexual. Y a Fantino le gusta: no solo porque desde que empezó a sonar en los medios ha adoptado máscaras de creciente refinamiento, sino porque uno de sus tópicos favoritos es el lugar del varón en la sociedad y su relación con las mujeres. En su programa nocturno, Animales sueltos, el tema se despliega en forma de anecdotario picaresco regido por ciertos lugares comunes. Es una charla de sobremesa, entre vedetes, humoristas y otros amigos. Pero ahora la cosa va en serio: desde el 15 de abril, se lo verá en Escuela para maridos, una producción de Fox Life que llegará a toda América latina y a los Estados Unidos. Se trata de un reality para matrimonios en problemas; un show terapéutico, si se quiere, en el que Fantino, secundado por la columnista Alessandra Rampolla, aplicará, a la par de sus dotes de conductor cálido y simpático, su magisterio de la masculinidad. Él define más llanamente el proyecto: "Es una manera de decir ‘Bueno, tengo 43 años y en este programa voy a volcar todo lo que, en los últimos tiempos, me enseñó la vida que se puede transmitir de un varón a otro para ser un mejor marido’".
BRANDO: ¿Creés que podés hacer algo didáctico con tus experiencias personales?
FANTINO: Creo que este es un mundo absolutamente violento con las mujeres. Desde lo físico y desde el trato que se les da habitualmente. Dejemos de lado el lugar que la mujer fue ganando con todo derecho en la sociedad. Te hablo del trato. A mí me pone muy mal cuando un hombre le levanta la voz a la mujer. Y Escuela para maridos permitió abordar eso. Fueron ocho flacos, ocho maridos, y el programa terminó bajándoles un montón de cosas para que sus familias fueran más feliz. Terminó siendo como un doctorado para maridos. Y si sos mejor marido, sos mejor tipo.
BRANDO: ¿Vos sos mejor marido?
FANTINO: Fui aprendiendo en el día a día. Tampoco me considero un modelo. A veces choco con mis amigos. Coco (Sily), por ejemplo, me dice que yo exagero el pollerudismo. Y yo le digo que ser pollerudo es ser macho, ser hombre. ¿Qué es ser pollerudo? A ver: si me quiero ir a jugar al tenis con mis amigos, porque lo tenía previsto, y mi mujer me llama a último momento, voy a ir a jugar al tenis igual. Ser pollerudo es abrir la puerta del auto, estar pendiente veinticuatro horas de tu pareja, acompañarla. Con eso Coco me jode y lo exagera. Yo soy un tipo con muchísimos errores como marido. Llevo ocho años de casado y en ese tiempo hay cosas que me costó aprender. Ceder espacios como hombre, por ejemplo. Pero bueno: se vive mejor si lográs dejar de lado tu ego de macho y convivir de otra manera.
BRANDO: Hablando de espacios, tu mujer y vos duermen en cuartos separados. ¿Es una recomendación que está incluida en la clínica para maridos?
FANTINO: Que Miriam (Lanzoni) tenga su habitación con su ropa, sus cosas y su baño, y yo la mía, no significa que no durmamos seis de los siete días de la semana juntos. Pero yo ayer estaba cansado, hoy me tenía que levantar temprano a hacer esta nota, entonces llegué a casa y le dije: "Gringa, me voy a dormir solo". Y no hubo problema. Si ella me dice que se tiene que levantar a las siete para hacer una producción de fotos, no quiero que suene el despertador seis y media y me despierte a mí. Eso es lo que logramos. Tener la posibilidad de elegir. Fue una evolución. Y la evolución total creo que es casas separadas. Tengo algunos amigos con casas separadas que viven increíblemente bien y son felices. Pero no casas separadas para salir con treinta mujeres o ella con treinta flacos.
BRANDO: Woody Allen tenía razón.
FANTINO: (Oscar) Mediavilla vive con casas separadas. Tengo un amigo en Córdoba que vive así hace diez años. La mujer está a cincuenta cuadras. Tienen chicos adolescentes. Y se aman y son felices. Se encuentran, y él la invita a comer a su casa y a la inversa. Claro, entenderlo es difícil.
BRANDO: Vos tenés un público popular, ¿no es demasiado cool para la gente que te sigue esto que decís?
FANTINO: Yo siempre divido: por un lado lo cool cutáneo, superficial. Aquel que se pone el disfraz para parecer diferente, excéntrico, y a la vez para que muchas marcas lo tomen. Eso no me parece cool. Yo no lo hago por eso. Lo hago porque me sirve a mí, me resulta más cómodo. También hay un preconcepto acerca de que la gente popular no viviría más cómoda si se permitiera ciertas cosas. No pensé que esto pudiera generarme un ruido con aquellos que me siguen desde hace mucho tiempo. Por otro lado, es rara mi construcción de público. El 80% de los que me ven en América tienen entre 21 y 51 años. Pero también tengo público grande. Y muchas mujeres. Antes no me conocían las mujeres. Como venía del fútbol. Por eso me sorprendió cuando me vino a buscar el grupo Fox. Ahí es donde te empezás a dar cuenta de que hubo un cambio en tu carrera y de que hacés las cosas bien. Es como que te llame el Barcelona. Estás jugando a otro nivel.
Nacido en San Vicente, Santa Fe, Fantino cultiva el perfil campechano, de provincia. Reivindica las salidas de pesca, acude a las metáforas deportivas y se refiere al pago chico y a los amigos originales con orgullo. Tal vez ese acervo es también un conjuro cuando los ritos de la farándula amenazan con devorarlo. "No me pondría la pollera que se pone Mike Amigorena así me dijeran que voy a ganar más plata. Entiendo que Mike es cool, que ir a bailar descalzo a Elena, en el Four Seasons, es cool. La verdad, no me moviliza eso. Mi plata me la gano metiendo una buena pregunta en un mano a mano", dice. Su núcleo genuino, como San Vicente, es el periodismo. Y dentro del periodismo, la entrevista, género en el que alcanzó fama de capo.
BRANDO: ¿Cuál es tu mayor mérito como entrevistador?
FANTINO: Yo siento que mi motor en la entrevista o lo que me permite entrevistar con cierto nivel televisivo es dejar pasar pocos detalles de la respuesta. Siempre mi fuerte es la repregunta. No la pregunta en sí que puedo llevar anotada. A veces hasta yo mismo me digo por dentro: "Mirá qué bueno lo que preguntaste; cómo mierda sacaste eso". Hay que estar atento. Y si el tipo te tira un jab, vos lo esquivás y metés un gancho. Eso es lo que me ha convertido en lo que soy hoy. El día que pierda esa sensibilidad, ahí empieza mi debacle como entrevistador. Yo siento que mi cenit lo voy a alcanzar a los 50. Porque además tiene que ver con una cuestión física. La concentración hace que termine muerto después de cada entrevista.
BRANDO: Siempre preguntás como un tipo común. Como si no tuvieras más saberes o información que el público. ¿Creés que ahí se produce una identificación que también es parte de tu éxito?
FANTINO: Hay muchos en el mundo que entrevistan queriendo hacer notar todo el tiempo que saben. Para mí el tipo que entrevista así es como el petiso que se pone tacos. Me parece que es medio egoísta y es mentirle a la gente entrevistar para vos. Por qué me tengo que poner tacos si me siento seguro en lo que yo sé. No tengo que andar demostrándolo. Yo lucho con eso. A veces vuelvo en la camioneta a mi casa y me digo: "Por qué carajo tuviste que citar a Nietzsche o, qué se yo, a (Pep) Guardiola para tal pregunta. ¿Qué necesitás demostrar? ¿Que leíste a Nietzsche? Hacé la pregunta que tenés que hacer y no le des un firulete de más". Prefiero quedar como alguien que no sabe antes que quedar como un tipo que se la pasa chapeando. También hay momentos en que te inmolás porque sabés que la pregunta va a estar buena. Yo me inmolé en una, con (Ricardo) Darín, y tengo una página de Facebook en contra que dice "Matemos al boludo de Fantino". Quedé para mucha gente como un fanático de la guita, de los lujos. Porque yo lo miré a Ricardo, me conecté con él y supe para dónde iba y exageré mi postura para que su famosa frase, "Yo me doy dos duchas de agua caliente por día", quedara aún más power. Me inmolé. Y le seguía diciendo: "Pero no te interesa un avión, un barco…". Y quedé como un boludo para mucha gente (ver recuadro).
BRANDO: La estrella es la respuesta, no la pregunta.
FANTINO: A mí cuando me gastan con lo de Darín me río. Es como que a un actor lo puteen en un shopping por el personaje de malo que hace en una novela. Yo actúo para que la nota salga mejor. Me encanta porque esa nota sigue teniendo repeticiones y reproducciones en YouTube. Es todo un arte entrevistar.
BRANDO: El "saber" o la información sirven para que si alguien te contesta una chantada o una mentira, no se la dejes pasar. No para posar de culto.
FANTINO: Se te sienta Beatriz Sarlo y vos no podés hacer una nota desde el llano. Yo no le voy a hablar de Walter Benjamin a Sarlo porque ella escribió un libro sobre Benjamin. Pero tengo que citarle a Benjamin, porque te propone una velocidad de pelota que te eleva. Yo no voy a citar a Benjamin con Flavio Mendoza porque sería desubicado. Por ahí le hablo de Bob Fosse.
Desde los palotes hasta el posgrado de la entrevista, dice Fantino, los hizo en Mar de fondo, un programa de TyC Sports en el que le sentaban a Guillermo Vilas, a Pappo o a José Pablo Feinmann y él se tenía que hamacar una hora y media. Por lo tanto, reportear a políticos de cualquier pelaje y de cualquier estatura intelectual no le resulta arduo. Sí le resulta indiferente. "Viene un candidato de un partido o del otro y para mí es lo mismo que entrevistar al ocho de Godoy Cruz. No me pasa na-da". Tal vez por eso lo han identificado con cada uno de sus interlocutores eventuales. "Entrevisto a (Sergio) Massa y me dicen en Twitter: ‘Sos massista, forro, vivís en Tigre, te compraron’. Entrevisto a Aníbal Fernández y lo mismo: ‘Sos K, te salta la ficha’".
BRANDO: Quizás porque con todos sos más que cordial.
FANTINO: Es que yo confío en un tipo de nota que nadie tiene en cuenta. Y es como la que le hizo (David) Frost a Nixon. Frost, pasando por boludo, volteó a Nixon. Lo echó de la presidencia. Los políticos, si vas por las malas, saben todas las maneras de cubrirse. Los tipos son geniales. Y además tienen la cara de piedra, entonces no les duelen las manos que les tirás. Ahora, si vas con inteligencia, jugándoles un partido de ajedrez, los relajás y les preguntás, sin querer cagarlos, te dan mejores respuestas. Algunos se van medio fastidiados porque se quedan con ganas de hablar de su vida privada. De los hijos… son así.
BRANDO: ¿Está mal que un periodista manifieste sus preferencias políticas?
FANTINO: No. En Estados Unidos pasa. El Washington Post dice vamos a apoyar a tal candidato. El tema es que no se puede hacer acá. Costó con el fútbol. Acá un periodista no te dice si es de Vélez o de Boca. Yo iba a la cancha con custodia. Imaginate, en un año electoral, andar diciendo: "La verdad, a mí me cae mejor este candidato". Igual, yo soy parte del rebaño desconcertado. Yo soy un apático políticamente. Vengo del interior. No mamé esto en mi casa. En mi casa se manoteaba el documento del segundo cajón de la cómoda para ir a votar. Nada más. Yo esperaba arriba del auto mientras mi papá votaba.
BRANDO: La política eran las elecciones.
FANTINO: No había una mirada… Era una familia con una leve tendencia peronista de parte de mi papá, de parte de mi abuelo que era metalúrgico. Gente de laburo, de campo, gente que toda la vida le dio para adelante. Mi mamá, ama de casa. Entonces a mí los políticos no me mueven absolutamente nada. Me invitan a comer, me quieren contar sus ideas por fuera del programa. He ido porque me parece valioso para tener información, pero no me pasa nada. Cuando yo planteé la idea de meterme en política, en Santa Fe, me llamaron de todos los partidos. Uno me midió. Y claro, el nivel de conocimiento era alto. Yo soy conocido. Hace quince años que trabajo en televisión. En un momento dije: "Qué carajo estoy haciendo acá". Pero si me hubiera decidido a jugar en política, no habría sabido en qué partido. Me habría quedado con el que mejor me hubiera hecho sentir en el momento de la reunión. Yo no odio políticamente. No estoy en las antípodas de nadie. No soy un fervoroso en ese sentido. Lo soy en otras coas: temas de fútbol, el día a día...
BRANDO: Pero en algún momento te metiste a estudiar carreras de conexiones fuertes con la política.
FANTINO: Estudié Sociología y dejé, estudié Historia y dejé. Sé que no voy a poder terminar ninguna carrera porque no me dan los tiempos. Ahora estoy metiendo materias, libre, en Derecho, en la Universidad Nacional de Lomas. Para qué lo hago: no para ejercer como abogado, sino para tener un marco jurídico que me permita entender la diferencia entre Cámara de Casación, primera instancia y Corte Suprema. Hice Sociología en una universidad totalmente despolitizada, de segundo orden, como la Kennedy. Fue una buena experiencia. Y me metí en Historia, en El Salvador, porque soy un apasionado de la historia de Medio Oriente. Asirios, caldeos, babilonios… Me gusta mucho la historia antigua. Me aburrió cuando tuve que empezar a estudiar las revoluciones modernas. Ahí dejé la carrera.
BRANDO: Era un berretín personal. Ni siquiera fuiste a la universidad para ser mejor periodista.
FANTINO: La carrera de Historia me enseñó a leer en zeta. Tuve que contratar un profesor para eso, lo pagué aparte…
BRANDO: ¿Qué es leer en zeta?
FANTINO: Es un entrenamiento de lectura rápida. Vos mirás un libro, la página par y la impar, y hay cinco palabras por página que te dan una idea acerca de qué trata el texto. Me enseñó a leer en zeta el libro Historia de la Guerra del Peloponeso, de Tucídides. Tenía que hacer una presentación con ese texto, que tiene 1.800 páginas y doscientos millones de nombres. Rendí y me fue bien. A partir de eso seguí estudiando y ahora leo en zeta. Por ejemplo, nunca había leído literatura rusa y me puse a leer a Dostoievski. Y entré por El idiota. En la página 870 me harté de Dostoievski, del idiota... Y lo terminé en zeta. Cuando vino Sarlo, me leí sus nueve libros. Tres me los leí bien y los demás en zeta. Eso te da una carrera.
El itinerario de Fantino, hecho de amor propio y entrenamiento cotidiano, de buena leche para ganarse un lugar en las arenas movedizas del espectáculo, parece extraído del manual de la autosuperación. Pero hasta las biografías ejemplares patinan en el musgo de la alfombra roja y llegan en algún momento, magulladas, a los programas de chimentos. A Fantino le tocó afrontar rumores sobre su sexualidad. Circuló una fábula desopilante que le atribuía un romance con el futbolista Adrían Bastía. Fábula cocinada por una imaginación pornográfica muy afinada (Bastía bien podría pasar por un chongo suburbano), pero con escaso apoyo en el mundo real. A Fantino le importa un bledo aquel asunto (un varón moderno jamás se ofendería por una imputación tan ridículamente prejuiciosa), aunque todavía lo empuja a la reflexión: "Muchos ponen en otro lo que realmente tienen adentro. Y la gente tiene un rollo muy grande con la sexualidad. Por eso se usa la sexualidad como insulto". También fue comidilla de la prensa intrusiva cuando se enteró, tardíamente, de su paternidad de Nahuel, ahora de 24 años. "Tengo una relación increíblemente buena con él. Se va a entrenar artes marciales mixtas a Río de Janeiro y voy a bancar su carrera un año. Va a competir y a aprender. Tiene una energía y un motor que compartimos. Cuando ese motor se pone en funcionamiento es muy difícil que no cumplas tu sueño".
BRANDO: ¿Y vos qué soñabas cuando se puso en marcha tu motor? ¿Querías ser famoso?
FANTINO: Nooo. Yo vine a Buenos Aires a estudiar tres años periodismo deportivo y me iba a volver a Santa Fe. En la vida las cosas me salieron bien, porque si no hubiera venido, no habría conocido a Miriam. Pero en lo profesional, todos mis amigos que se quedaron en San Vicente trabajando tienen quinientas o seiscientas hectáreas de campo, viven como reyes, están felices, no tienen presión, van a jugar al tenis a la tarde. Tal vez si me hubiera ido a San Vicente a seguir el negocio familiar, hoy sería (Gustavo) Grobocopatel.
BRANDO: ¿En serio tenés la fantasía de hacer esa vida?
FANTINO: Si me das a elegir, me quedo con la vida que tengo. Tampoco me hubiera ido mal si me quedaba en San Vicente. Pero me llevaron a radio Mitre, me tomaron una prueba, empecé a relatar a Boca, después Boca fue campeón, eso me llevó a TyC Sports… Siempre tuve suerte. Tengo una estrella que me acompaña. Debe ser que no cago nunca a nadie, entonces la vida me acomoda las cosas. Si Fox me abre las puertas afuera, estaría dispuesto a vivir en otro país. Me gustaría probarme haciendo un late night en la televisión de Estados Unidos. O hacer algo para toda Latinoamérica. Tal vez producido acá, pero que entrara en otros mundos. A ver si me da la nafta. Si me da el piné".