18 de julio de 1994. Faltaban 15 minutos para las 7:00hs y Silvana Alguea, que era asistente social y trabajaba en esa área en la AMIA, no parecía despertarse. Daniel, su marido, le preparó un café con leche con tostadas y se lo llevó en una bandeja a la cama.
- -No tengo ganas de ir a trabajar hoy –expresó mientras sorbía lentamente el café con leche.
- -No vayas –le contestó Daniel, que siempre se le daba por esas respuestas tan simples.
- -No puedo no ir. Recién vuelvo de la licencia, si no voy me matan -se quejó. Y se levantó para cambiarse de ropa.
Silvana y Daniel habían dado a luz a Gabriela, que para aquel entonces tenía apenas ocho meses. Esa mañana, su mamá pasó a buscar a su tío para llevarlo a su trabajo y previamente dejó a su bebita en la guardería de la calle Ramos Mejía. Lo que vino a continuación, lamentablemente, es conocido. Silvana fue una de las 85 víctimas de esa bomba asesina que voló la AMIA, una causa que a 26 años todavía sigue impune.
"La constancia en la ausencia"
Pasaron muchos años y Gabriela Rodríguez es una mujer de 26 años que como consecuencia del terrorismo se vio obligada a vivir, prácticamente, sin su mamá. "La falta yo creo que la sentí siempre, desde que tengo memoria. Creo que un bebé percibe perfectamente el contexto en el que vive y crece, y yo a mis ocho meses viví un contexto de desesperación, de búsqueda y de pérdida dentro de mi familia. Recuerdo anécdotas puntuales, como días de la madre con bronca por no festejarlos con la mía, o crisis adolescentes donde me hubiera gustado tenerla. Pero no significa que hayan marcado un hito porque lo más fuerte me parece que es, justamente, la constancia en la ausencia".
Gaby confiesa que no existió un momento en el que la sentaran a contarle "la verdad" ya que, dice, fue una persona más (aunque pequeña) dentro de la familia, y vivió ese mismo contexto. "Crecí con eso incorporado como parte de mi vida. Lo que sí recuerdo es que dentro de ese ´vivir con eso incorporado´ fui naturalizando frases que no son naturales como, por ejemplo, ´mi mamá no se murió, a mi mamá la mataron´ o ´mi mamá no va a volver´ y el mismo hecho de saber que explotó una bomba, inclusive. Todo se volvió parte del paisaje y quedó ahí para ser observado. Alrededor de los 20 años razoné un poco mejor el hecho de que no debería ser así y que está bueno, cada tanto, sacudirnos un poco y tomar dimensión de lo que pasó", dice.
"Desde que tengo memoria"
A partir de ese momento Gaby se dio cuenta que había preguntas que se estaba guardando y empezó a hacerlas a medida que le fueron surgiendo, con la simple idea de seguir conociendo quién había sido su mamá para armar el "rompecabezas" de su historia.
"Mi mamá fue una persona muy querida por todos. Es el día de hoy que cuando comparto novedades aparecen personas que la conocieron, como maestras suyas o mi partera. Al querer buscar información acudí primeramente a mi familia y también a sus amistades. Mi mamá tenía muchas amigas con las que yo tengo un vínculo muy lindo y de ahí salieron conversaciones muy interesantes. Lo siguiente que hice fue escribir. La escritura para mí es mágica y terapéutica. Me sacó preguntas que ni yo imaginaba, el mismo proceso creativo me fue marcando el camino y, por suerte, conté con un entorno de apoyo constante. Tanto mi familia como mis amigos estuvieron súper presentes cada vez que quise compartir o profundizar en algo al respecto". Y después de cuatro años nació Desde que tengo memoria.
"Fue un tiempo de proceso interno. Al principio, creí que en unos meses o en un año a más tardar lo terminaría, que sólo necesitaba hacer algunas preguntas. Llegó un momento donde dejé de contar el tiempo y dije ´cuando sea, será. Lo único que tengo que hacer es no abandonarlo´".
"Me han contado que me compró miles de juguetes"
La idea inicial, cuenta Gaby, era que fuera una novela, con personajes ficticios y narración omnisciente. Sin embargo, se dio cuenta que no había manera de contar esta historia de ese modo. Más allá de que habría sido imposible conocer cada hecho y cada sentimiento que vivió cada persona en cada momento, tampoco hubiera sido tan leal a lo que ella quería transmitir. Por esa razón tardó ese tiempo en escribirlo.
"Todo empezó como un homenaje de una hija hacia su madre, plasmando toda la admiración que le tenía. En esos cuatro años me di cuenta que esa admiración era sólo una pequeña parte de lo que quería transmitir y que, a nivel social, ni siquiera era la más importante. El libro terminó siendo una especie de autobiografía novelada que da noción de lo que significó para mí vivir con esta marca y con esta falta. Y creo que de esta manera es muchísimo más eficiente que una novela de ficción basada en hechos reales", confiesa.
"Me han contado que me compró miles de juguetes. Que incluso a una semana del día del niño había ido a una juguetería y me había comprado de lo más lindo y lo más caro que había encontrado. ´Es mi hija, tengo ganas de comprarle juguetes´, decía. Me da pena y ternura saber cuánto me disfrutaba. El conocer la existencia de esas horas que habremos compartido jugando en el piso me hace sentir un poquito más fuerte ese amor que alguna vez nos dimos", relata Gaby en el capítulo V de su libro.
"Mis expectativas estaban puestas en escuchar su voz"
En una parte del libro (que no se vende en librerías y que se puede adquirir en la web https://
) Gaby transmite una especie de decepción al no poder escuchar la voz de su mamá en el video de casamiento con su papá. "Creo que al momento de pensar que iba a poder ver videos de mi mamá de la misma forma que veía videos de mi infancia (con el simple hecho de poner un VHS en la videocasetera y tocar play) creía que en algún punto sería como revivir esos momentos. El videocassette era justamente una forma de ver un archivo audiovisual, con lo cual esperaba ver la imagen y oír el sonido. Yo siempre tuve fotos con mi mamá a mano, entonces la imagen era lo que menos ansiedad me generaba, por eso creo que mis expectativas estaban puestas en el sonido, en su voz".
Sin embargo, más allá de esa frustración, un tiempo después Gaby pudo, finalmente, oír por primera vez la voz de su mamá a través de unos cassettes que le facilitó Ana, una amiga de Silvana con la que compartieron, entre otras cosas, algunas capacitaciones laborales. "Todos ríen. Yo también. En mi cuarto, sentada en mi cama y con una lágrima molestándome en la cara, sonrío y se me escapa una risita casi por el pecho, del mismo lugar de donde se escapó la lágrima", cuenta Gaby en el libro sobre sus primeros sentimientos al escuchar la voz de su mamá.
Gaby expresa que le han dicho que heredó de Silvana desde expresiones hasta la forma en que valora sus amistades. "El que más me gusta a mí es la plenitud y el disfrute con que vivo. Creo que mi mamá tuvo un amor inconmensurable por la vida, y que vivió con intensidad y pasión cada uno de sus días de la manera en que ella quiso, sin preocuparse ni por el qué dirán ni por lo que se esperaba de ella. Simplemente hacía lo que quería hacer y estaba ahí para las personas que eran importantes en su vida. Yo intento hacer lo mismo. Me recuerdo siempre que por más difícil que se pongan las cosas, a diferencia de ella, yo estoy acá. Yo sí tengo una vida que vivir", se emociona.
Cartas que llegan al corazón
Además del emotivo relato en primera persona que hace que los lectores se sientan como una especie de testigos privilegiados que pueden ver y escuchar cada uno de los sucesos que ella narra, Gaby también incorporó algunas cartas que durante diferentes momentos de su vida le fue escribiendo de puño y letra a su mamá. "Para mí, las cartas fueron el diferencial, la parte catártica y más real. La representación de esa nena que quiere decirle cosas a su mamá y no puede. La nena que fui toda mi vida, buscando en el papel lo que esa bomba me robó. Creo que esas cartas son una de esas partes del libro donde convergen la ternura y la crudeza. No estoy segura de que haya una que me guste más que otra, creo que todas son igualmente significativas. La gran mayoría fueron cartas reales que escribí en algunos momentos de mi vida donde necesitaba acercarme a ella y sentía que la única manera era escribiéndole".
¿Cuál pensás que es el principal legado del libro?
"Creo que vivimos en un tiempo en el que afortunadamente es poca la gente que mira para un costado ante causas tan fuertes como esta. Pienso puntualmente en las nuevas generaciones que se involucran y siempre están presentes donde hay que estar. El libro es un sacudón, es un llamado a la empatía y mi forma de decir ´acordémonos que esto pasó, que todavía no está resuelto, y que cuantos más seamos los que nos involucramos, más difícil será dejar que muera en el olvido y en la impunidad´".
Más notas de Grandes Esperanzas
Más leídas de Lifestyle
"Hicimos saltar la banca". El director de cine que descubrió un método para ganarle a la ruleta y amasó fortunas en los casinos
Lenguaje corporal. Cuáles son las formas en las que un gato expresa su cariño
Factor clave. Un estudio reveló cómo se construyeron las pirámides de Egipto hace más de 4000 años
Rico en proteínas. Esta es la forma más saludable de comer huevo