Indira conoció a Roilán por video llamada, los presentó la tía de ella. Ambos son cubanos pero él vive hace 10 años en Estados Unidos. El día de la presentación virtual internet andaba pésimo, pero eso no fue impedimento para comenzar a escribirse y no dejar de hacerlo. Fue un 21 de abril cuando todo empezó y el primer encuentro no tardaría en llegar: todo se dio en mayo. "Nunca había experimentado algo así, era algo tan ilógico, enamorarte de alguien a quien no conoces", cuenta Indira. El resto del año fueron varias las ocasiones en las que Roilán pudo viajar a Cuba para verse y la intensidad y alegría de los encuentros así que las despedidas costaran cada vez más.
Para cuando Indira tenía 18 años y él 26 llegó la propuesta: un cuarto lleno de rosas y globos rojos por todos lados. El casamiento fue en abril del año siguiente a conocerse, algo sencillo con los familiares más cercanos, se casaron solo por civil pero están ansiosos de poder, pronto, hacerlo por iglesia.
La mirada ajena
No a todos les cayó bien el casamiento, haber entablado un compromiso así siendo tan jóvenes y teniendo que vivirlo a la distancia. Todavía no pueden vivir juntos como marido y mujer porque ella aún no tiene la visa. En cuanto a la diferencia de edad nunca fue un problema: "En Cuba es rara la vez que una muchacha anda con alguien de su edad, la mayoría de los hombres son 5 o 10 años mayores", explica Indira.
Al principio la madre de Roilán no estaba de acuerdo porque ella pasó por una experiencia parecida, "además las mujeres de otras generaciones en Cuba se han encargado de darse muy mala fama ellas mismas, se catalogan como caza fortunas y todos creen que están con alguien solo por salir de las necesidades que se pasan. En nuestro caso, su mamá con el tiempo se ha resignado, incluso ya nos llevamos muy bien. Pero nuestra situación es muy diferente a la de muchos", asegura enamorada Indira.
Una gran decisión
Admite que decidieron casarse temprano por la visa, "queríamos estar y vivir juntos como una pareja normal, sin distancia de por medio, y para eso era necesario casarnos porque como yo vivo en Cuba y él en Estados Unidos para poder viajar allá necesito una visa y solo me la daban si estaba casada. También me la daban como visa de prometida pero era algo menos seguro, existían alguna posibilidad de que me la negaran. Los asuntos de emigración resultan ser tan complicados como los del corazón", cuenta esperanzada Indira. Es que desde que empezó la pandemia que dejaron de verse. Por el momento no ven como posibilidad que sea él quien regrese a vivir a Cuba, quieren formar una familia "queremos estar juntos pero en un país en donde haya más oportunidades para ambos y para los hijos futuros". Ella actualmente está cursando tercer año de licenciatura en Economía.
Con un tatuaje decidieron dejar marcado en su piel hasta dónde serán capaces de llegar juntos. "Demostramos que el amor a distancia sí existe, que cuando se ama no importan las fronteras ni el tiempo, porque el amor que nos une es más fuerte que todos los obstáculos", deja en claro Indira.
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