Hacia fines de 1800 la ciudad de Buenos Aires se sumergió en el afán de la modernidad con la construcción de edificios de estilo neoclásico que llegaban con la premisa de refrescar el antiguo perfil colonial de la creciente trama urbana porteña de la época. Entre ellos, se destaca el palacio de la calle México al 500, donde durante más de 90 años funcionó la Biblioteca Nacional.
Su primera sede fue el primer piso de la Manzana de las Luces. Con un volumen de más de 100.000 libros, las dimensiones del espacio quedaban cada vez más pequeñas. Por esa época, sucedió la inminente inauguración de la sede de la Lotería Nacional en el recién finalizado palacio de México al 500. Cuando el director de la biblioteca, Paul Groussac, se enteró del asunto logró ponerse en contacto con Julio Argentino Roca para comunicarle que dedicarles aquel hermoso edificio a los juegos de azar era como definir el destino del país. Roca reflexionó sobre el comentario y decidió que, en lugar de la lotería, la obra se convirtiera en el nuevo y ampliado espacio de la Biblioteca Nacional.
Debido a que el edificio estaba diseñado para las actividades administrativas de la lotería, hubo que hacer reformas. Estos cambios fueron dirigidos por Carlos Morra, el arquitecto de la obra original, junto con Groussac. En primer lugar se realizaron reformas estructurales para que la mampostería soportara el peso de los libros en las estanterías.
El trabajo se hizo en la sala de lectura, donde se aprovechó la altura del techo de más de 10 metros para colocar bibliotecas en los tres pisos del edificio. Aquí se conserva un vitral cenital de luz natural que muestra una noche estrellada.
El resto de las modificaciones se hicieron solo sobre elementos ornamentales; por ejemplo, se cambiaron las figuras de las diosas de la fortuna por musas y se colocó una boiserie con los nombres de cada una de las áreas en las que está dividido el catálogo –arte, ciencia, derecho y letras–.
Inaugurada en enero de 1902, se trataba de una obra muy moderna para la época. Allí se instaló el segundo ascensor de la ciudad, de marca Otis, además de un reloj que sincronizaba otros seis ubicados en distintos sectores.
Pero la importancia del lugar no solo se debe a su destino azaroso, sino también a que entre 1955 y 1973, Borges fue director de la biblioteca. Trabajó en las oficinas del primer piso y todos los 24 de agosto celebraba su cumpleaños en la sala de reuniones.
Aquí Borges escribió, tradujo y conoció a María Kodama en una de sus clases de anglosajón.
Allí escribió, tradujo y conoció a María Kodama en una de sus clases de anglosajón. A pesar de su creciente ceguera, el escritor conocía de memoria todos los recovecos del palacio. Borges también rompió con la costumbre de que el director se mudara a vivir al segundo piso destinado a vivienda. Cuentan que fue su madre la responsable de la negativa.
Trabajó en las oficinas del primer piso y todos los 24 de agosto celebraba su cumpleaños en la sala de reuniones.
Asesoramiento: Laura Rosato, especialista de la antigua sede de la Biblioteca Nacional. Sebastián Pardo, arquitecto.