Aprender a programar es aprender a pensar: el triunfo de los nerds
El comienzo de mi adolescencia coincidió con la popularización de las primeras computadoras personales. Ya fuera una Texas TI99/4A o una Commodore 64, montones de jóvenes accedimos a experimentar con el uso de este tipo de máquinas. Lo interesante es que, cuando la encendías, lo único que te recibía era un cuadradito parpadeante: el cursor. Si no sabías decirle a la computadora en su idioma lo que querías que haga, no hacía absolutamente nada. Felizmente, lenguajes de programación simples, como el BASIC, eran accesibles a cualquier chico inquieto y autodidacta. Pero sin aprender a programar, una Texas tenía menos utilidad que un florero.
Eso hizo que muchos de nosotros, por nuestra cuenta, aprendiéramos a programar y usáramos las computadoras como productores, no como meros consumidores de contenido. Hasta que llegó Windows…
Pese a que después nunca más volví a programar, haber aprendido a hacerlo fue, posiblemente, la cosa más útil que aprendí en mi vida entera. No volví a escribir una sola línea de código, pero los aprendizajes que hice en ese proceso volvieron a servirme una y otra vez en cualquier campo de acción.
Steve Jobs solía decir que todos deberían aprender a programar, porque enseña a pensar. No obstante, las clases de informática de la mayoría de las escuelas apuntan a formar usuarios, a manejar el procesador de textos y la planilla de cálculo, a enseñar cómo marcar un texto en negrita. Por eso, en plena era digital, absurdamente las clases escolares de computación resultan aburridas para la mayoría de los estudiantes.
A mediados de 2013 me invitaron a presentar mi conferencia El futuro del futuro en una secundaria de orientación técnica. Para mi sorpresa, el objetivo de quien me invitó era presentar la tecnología como una disciplina interesante y ayudar a combatir el prejuicio de la gran mayoría de los estudiantes respecto de que es sólo para nerds. ¡Mi sorpresa fue enorme! Después de 30 años de ver a nerds como Bill Gates, Steve Jobs y Mark Zuckerberg convertirse en algunas de las figuras más destacadas del mundo, pensé que ser nerd se habría vuelto la aspiración de buena parte de los adolescentes. La estigmatización, sin embargo, casi no ha cambiado.
Como resultado, los estudiantes siguen eligiendo masivamente profesiones del pasado para las que se recibe gente de más, mientras que las profesiones del futuro, aquellas que el mundo más necesita, como diversas ramas de la ingeniería e informática, siguen graduando mucha menos gente que la necesaria.
Estas realidades tienen que cambiar. Programar es una actividad creativa. Bien enseñada, la informática debería ser una de las materias más interesantes de la currícula, que dote de herramientas de gran utilidad a quienes deseen estudiar otras cosas, pero a la vez genere que mucha más gente elija dedicarse a ella.
Algunas iniciativas recientes empiezan a señalar un posible cambio. Por ejemplo, la campaña lanzada por code.org, involucrando a grandes personalidades, está impulsando la incorporación de la programación en todas las escuelas. La campaña global Hora del código propone que todos dediquemos una hora a aprender a programar. En la Argentina se realiza desde el 1° de este mes hasta el 15 de diciembre, y puede accederse desde el sitio de Program.ar, la campaña estatal que promueve el aprendizaje de Ciencias de la Computación.
Algunos países están a la vanguardia de este cambio: Estonia se convirtió en una nación pionera y capacita en este ámbito a todos los niños desde 1er. grado. ¿Por qué no soñar con una Argentina que lidere el mundo en esto? El momento es ahora.