Experiencias. Aprender a ser parte de la cadena de supervivencia
Un cronista toma un curso de resucitación cardiopulmonar (RCP) para poder ayudar en caso de muerte súbita
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Ni bien comienza a sonar el clásico de la música disco "Stayin' alive", todos nos acercamos al centro de salón para reunirnos con nuestras parejas. Algunos lo hacemos tratando de incorporar el ritmo a nuestros pasos, otros sencillamente caminan raudos al encuentro. Quien coordina el evento nos pregunta si tenemos en claro qué hacer y qué no. El tema del boca a boca, nos ha advertido minutos antes, entra dentro de los no. "Hands only", nos recuerda y traduce: "Sólo manos". Con eso en mente me arrodillo ante mi pareja, que yace boca arriba; la tomo de los hombros y la sacudo, pero ocurre lo que era esperable: no responde.
Entonces bajo el cierre de su chaqueta y dejo expuesto su pálido y firme pecho. Entrelazo los dedos, como nos han indicado, y apoyo el talón de mi mano izquierda respaldada por la derecha sobre el tórax; finalmente estiro los brazos y hago caer todo el peso de mi cuerpo sobre donde estimo se encuentra el corazón. Así, una y otra vez, al ritmo del "ah, ah, ah, ah, stayin'alive, stayin'alive...", hasta cansarme. Entonces cedo mi pareja a una compañera. El próximo paso, nos dice el instructor, será hacer el simulacro de uso del desfibrilador en un intento por reanimar con electricidad al inmutable maniquí sin brazos y sin piernas que hasta recién recibía mis cuidados.
Aprender a ser parte de la cadena de supervivencia. Ese es el objetivo del curso de resucitación cardiopulmonar (RCP) del que participo junto a otros colegas en la sede de la empresa de servicios de emergencia Vittal. Esa cadena no es otra cosa que el conjunto de las acciones que se deben implementar para tratar de salvar la vida de una persona que ha sufrido lo que se conoce como muerte súbita, y que es el resultado de una fulminante forma de arritmia llamada fibrilación ventricular, que impide que el corazón cumpla con su función de bombear sangre.
"La única forma de rescatar a una persona que ha sufrido una fibrilación ventricular es con un shock eléctrico, capaz de resetear el corazón", dice Silvio Aguilera, médico especialista en emergentología que dirige el taller. Ser parte de la cadena de supervivencia que concluye en el disparo del desfibrilador requiere de un conocimiento mínimo, aplicado de forma tal que las distintas acciones respeten una secuencia cuyos eslabones no son intercambiables.
Se empieza por determinar si la persona que se ha desvanecido realmente ha perdido la conciencia (de ahí la necesidad de sacudirla de los hombros), y si respira. Caso negativo en ambas situaciones, lo primero es llamar al servicio de emergencias médicas. Si uno está solo, ese es el primer paso. Si hay más personas en el lugar, uno ha de identificar a una en particular y conminarla a que llame mientras inicia las compresiones torácicas.
Eléctrico
En la Argentina, unas 30 a 35 personas mueren cada día por muerte súbita, y la mitad de los casos ocurre fuera del ámbito hospitalario. En el hogar, en la calle o en la escuela, por mencionar algunos escenarios que comparten el hecho de que quien seguramente será testigo inmediato de ese desvanecerse no tendrá ninguna herramienta médica para socorrerla. O sí. Basta con tomar un sencillo y breve curso de RCP para adquirir las nociones de qué efectuar en estos casos; acciones que pueden hacer la diferencia entre la vida y la muerte.
Es que por cada minuto que pasa desde que la persona cae víctima de una fibrilación ventricular, sus chances de sobrevida se reducen un 10%. De ahí que la posibilidad de resetear el corazón sea efectiva no más allá de los 10 minutos de ocurrido el evento. ¿Cuánto tiempo puede tardar el servicio de emergencias médicas en acudir al rescate? Seguramente, mucho más que 5 minutos, y de ahí la importancia de que las personas estén capacitadas para implementar las maniobras de RCP que permitan a la persona aguantar hasta la llegada del servicio de emergencias o hasta que alguien acerque un desfibrilador externo automático.
El desfibrilador se encuentra dentro de esa relativamente pequeña caja ilustrada con un corazón y un rayo que hoy es visible en algunos pocos lugares públicos (hospitales, shoppings, aeropuertos, canchas de fútbol). Si en algún momento se reglamentara la ley nacional 26835, sancionada a mitad de año, debería volverse algo realmente común.
"Para ser útiles, los desfibriladores deben ubicarse en sitios públicos, como un centro comercial, de modo tal que en cualquier lugar del mismo uno acceda en menos de 3 minutos al desfibrilador", comentó Silvera al comienzo del taller, y luego aportó un par de noticias del mundo de la emergentología que dieron por tierra con decenas de escenas de películas en las que los protagonistas resucitan personas como por arte de magia: "Ni los masajes cardíacos ni la respiración boca a boca, por sí solos, pueden rescatar a una persona que ha sufrido una fibrilación ventricular".
La única forma de resetear ese corazón -dirá varias veces durante la jornada- es con la descarga eléctrica que aplica el desfibrilador. En todo caso, las maniobras de la RCP permiten mantener la sangre fluyendo hacia los órganos vitales hasta que alguien dispare el desfibrilador. Lo que no es poco. Ahora, la otra noticia que recibimos es que la respiración boca a boca ha pasado de moda. Y no porque su aplicación no sea útil, sino porque en manos de simples transeúntes que acuden a socorrer a una persona que se ha desvanecido -nos explicó- no aporta mayores beneficios que la aplicación de las compresiones torácicas. Es más, simplificar la RCP hace que sea más factible que alguien se anime a aplicarla.
La frase "Hands only" resume el concepto con el que la norteamericana Asociación Americana del Corazón (AHA) reformuló la enseñanza de la RCP, aconsejando basarse sólo en los masajes cardíacos que deben aplicarse a razón de 100 por minuto. ¿Cuánto es eso? Los entrenadores responden con los Bee Gees haciendo "Stayin' alive", y todos empezamos a mover la cabeza, la mano, el pie o algo al ritmo de la canción que protagonizó una campaña de concientización de la AHA sobre la importancia de aprender a hacer RCP.
Cuestión de género (musical)
Bailar esta danza de manos, a 100 compresiones por minuto, cansa. Eso queda demostrado en los primeros ejercicios, en los que incluso practicamos en dar el pase de las maniobras a otro compañero, para asegurar la continuidad hasta que aparezca el desfibrilador. Su llegada marca el comienzo del siguiente ejercicio: puesta a un lado del impávido maniquí, la caja se abre dejando expuestos los instrumentos, al tiempo que una voz automática da las instrucciones para su correcta operación.
"Una vez colocados los electrodos en el paciente, el equipo evalúa el estado de la persona y determina si efectivamente está sufriendo una fibrilación auricular. Sólo en este caso inicia el proceso de carga que permitirá realizar la descarga. Si no se trata de una fibrilación auricular, no hace nada", explica Aguilera.
Alguien entonces pregunta si no es peligroso: "No -responde-. Para realizar la descarga hay que apretar un botón, y antes el equipo advierte que no hay que estar en contacto con el paciente en el momento de la descarga". Practicamos entonces cómo poner los electrodos y el protocolo de uso del desfibrilador que podría ser aplicado por cualquier persona que tenga la capacidad de seguir las sencillas instrucciones.
En eso estamos cuando comienza a sonar la Marcha de San Lorenzo. El instructor se ríe: "Escuchen. Tiene el mismo ritmo que la canción de los Bee Gees: 100 por minuto". Todos coincidimos en que nuestras cabezas ochentosas tienen una mayor capacidad para seguir el ritmo de la música disco. Así se nos hace más llevadero manejar la tensión que supone la posibilidad de que estemos salvándole la vida a alguien.