Balance a la uruguaya
A dos años de gobierno de José Pepe Mujica, el analista político y ex responsable de la campaña de Tabaré Vázquez saca sus conclusiones: "Aunque la gente está mejor, hay demasiado discurso y no tantas acciones"
MONTEVIDEO.— Esteban Valenti es periodista. Se desempeñó como jefe de redacción de la Agencia Internacional de Noticias Inter Press Service y fue director general de la agencia uruguaya de noticias Pressur. Desde 1992 es el director regional para América latina de la Asociación Devnet/Tips. Actualmente es el coordinador del suplemento Bitácora del diario La República. Fue el responsable de comunicación y publicidad de la campaña electoral del doctor Tabaré Vazquez a la intendencia municipal de Montevideo y a la presidencia de la república en 2004. También estuvo al frente de la campaña de Danilo Astori en 2009.
Militante del Partido Comunista Uruguayo, integrante del Frente Amplio desde su creación, confiesa: "He perdido la infalibilidad como perspectiva política. Porque la infalibilidad es típica del que nunca gobernó ni se tuvo que ensuciar las manos".
Nos recibe en su oficina en la ciudad vieja, a pocas cuadras de la catedral. Habla fuerte y con precisión. Si algo tiene claro este personaje es el tema del poder. En uno de sus libros, Campañas al viento, cuenta sus veinte años de batallas electorales no sólo en Uruguay, sino también en la Argentina, en Santa Fe con Hermes Binner. Este hombre de 65 años nació en Italia y ese mismo año emigró a nuestro país. A partir de 1961 se radicó en Montevideo.
–Me gustaría que me ayude a hacer un balance de estos dos años de gobierno de José Pepe Mujica.
–La línea económico-social es la misma de Tabaré. Los resultados, desde el punto de vista de los indicadores sociales y económicos, son los mismos: muy buenos. La pobreza bajó el 4%, la desocupación fue la más baja desde que hay registros históricos, el nivel de inversiones se mantuvo prácticamente igual, la indigencia bajó por debajo de un dígito. Todos estos datos siguen y le diría que son la columna vertebral de un gobierno. No porque lo diga yo, sino porque es lo que elige cualquier analista para juzgar un gobierno, sea adentro o afuera de Uruguay.
–La gente está mejor.
[Enfático] –Mucho mejor. Y no hay ni un indicador, de los que se usan en cualquier parte del mundo, que me desmienta: hace siete años que los salarios están aumentando, y en el último año aumentaron proporcionalmente más. La desocupación bajó. Los ingresos familiares subieron, el consumo subió. Es decir, todos los indicadores sociales son positivos. Pero hay problemas de gestión, problemas de ineficiencia, problemas de desorden, problemas de demasiado discurso y no tantas acciones correlativas.
–Usted sigue, de alguna manera, comparando a Tabaré con Mujica.
–Sí. Le voy a dar un ejemplo. Entre las grandes reformas que hizo Tabaré Vázquez, en primer lugar está la reforma fiscal, que jamás se había realizado. Del realizado de haber reformado el sistema fiscal, se introdujo el impuesto a la renta, etcétera. Fue una gran reforma, aunque muy discutida por la derecha, que decía que se iba a caer el país a pedazos; pasó exactamente lo contrario y hoy ni siquiera lo discute. En segundo lugar está la reforma de la salud, ya que teníamos también una crisis muy grande en esa área, y fue una reforma de gran impacto social, con gran apoyo de la gente. Bien: este gobierno la ha continuado, incorporando más gente al sistema nacional de salud. Luego, en tercer lugar, hubo una reforma educativa. Fue muy polémica porque la izquierda no tiene una posición única sobre la educación.
–¿Hay quienes opinan que la izquierda no tiene un plan claro de educación?
–Llegamos a las elecciones sin una plataforma y un programa claros al respecto. Y hoy, el segundo problema más grave que tenemos es la educación. El problema es que la reforma tenía una expectativa que no se está cumpliendo. Pero, además, tuvimos y tenemos debilidades de gestión muy grandes. En el entorno presidencial a veces hay una forma de gestión de las cuestiones políticas que ha causado no pocos problemas.
–Se refiere a un estilo…
–En su estilo campechano, Mujica tiene una vinculación con la gente y una política con la gente muy buenas, que le sirvieron mucho al Frente Amplio en momentos críticos y ahora también. El tiene una relación que no tenía Tabaré con la oposición. Es una relación de diálogo permanente, de búsqueda de acuerdos, de convocatoria, y esto no es sólo forma o estilo.
–El diálogo siempre es algo positivo, por lo menos visto desde la Argentina.
–Pero Uruguay siempre fue diferente de la Argentina. Organizar un evento y que vayan todos los ex presidentes en la Argentina es imposible; en Uruguay, no. Es difícil comparar la política argentina con la uruguaya, entre otras cosas porque hay un factor que lo cambia todo: el peronismo. Acá existen partidos muy sólidos e históricos.
–¿Durante estas dos gestiones ha tenido contradicciones entre la realidad y las convicciones? ¿Debió poner a prueba sus convicciones?
–¡Muchas veces! Es más, me he dado cuenta cuán equivocado he estado. Por ejemplo, nosotros mayoritariamente hemos estado contra la privatización de los aeropuertos. Pero ahora todos estamos felices. Pasamos de un galpón de ganado a uno de los aeropuertos más lindos del mundo [las nuevas instalaciones del aeropuerto de Carrasco se inauguraron en 2009]. Nunca lo hubiéramos hecho de otro modo. No tenemos pérdida de plata ni pérdida de soberanía; ha subido el turismo, todo lo conexo funciona mejor. Otro caso es el del puerto. Pero en esto se combinan dos cosas. La primera es la realidad de gobernar. El poder tiene muchas maneras de devorarte. Una es transformar las ventanas del palacio en espejos: te creés que mirás hacia fuera y estás mirando hacia dentro, y todo se refiere a luchas de palacio. Otra forma de devorarte es que se trata del poder de manejar cosas de los demás. Todo eso tiene una tentación notoria: no hay vacuna contra eso.
–¿Qué pasó cuando Tabaré dijo lo de la guerra y los argentinos en relación con las pasteras?
–Me asombré. Empecé pensando: "¡Oh, qué horror, por qué lo hizo!", y eso que estaba absolutamente de acuerdo con la construcción de Botnia. La otra parte es que, en realidad, si Tabaré Vázquez no hubiera hecho lo que hizo, las relaciones con la Argentina estarían diez veces peor ahora. Si él no se hubiera puesto firme, teniendo en cuenta lo que es la visión del kirchnerismo y del gobierno argentino, no habría límites.
–Usted es crítico de la relación de Mujica con el kirchnerismo.
–En primer lugar, yo como negociador nunca expondría permanentemente mis debilidades ni mi táctica. No es manera de negociar. Después de la cumbre del Mercosur acá, en Montevideo, la posición de la delegación argentina, encabezada por la Presidenta, fue extremadamente dura, y fue tratada con gran sutileza y sensibilidad por parte de la delegación uruguaya. Después de esto, creo que la relación ha cambiado. No creo que hoy ni Mujica ni el ministro de Relaciones Exteriores ni nadie se animen a decir que las relaciones con la Argentina son las mejores de todos los tiempos.
–¿Cómo es la relación de Astori [actual vicepresidente de Uruguay] con Mujica?
–Muy buena. Es un hombre absolutamente apegado al sentido del Estado, de las instituciones.
–El es menos dialoguista.
–No, él cree que la política económica argentina de protección a la industria a través de la sustitución de importaciones ya fracasó, va a volver a fracasar y no es el modelo nuestro en absoluto. Tampoco es que la política económica la maneje Astori y las otras políticas las maneje Mujica. Si Mujica, que tiene todos los poderes de la presidencia, no quisiera que ésta fuera la línea económica, no lo sería.
–¿Y Lucía Topolansky [senadora, esposa de Mujica]? ¿Qué influencia tiene?
–Bueno, Lucía es la líder. A veces coincide con el presidente, a veces tiene su propia agenda, y sus propios cuadros y sus propios candidatos. Ella tiene su agenda y su estilo.
–El segundo mandato tiene más desafíos que el primero.
–Durante el primero nosotros tuvimos que probar que podíamos manejar la economía, las fuerzas armadas, las relaciones internacionales, las relaciones internas de fuerzas de poder, relacionarnos con sectores de los cuales estamos alejados, como el campo. Históricamente, la izquierda no ha tenido una gran relación con el campo.
–Que el ministro de Agricultura y Ganadería de Tabaré haya sido Mujica era algo clave.
–Era la gran prueba. Sobre todo, frente al vaticinio de que cuando llegáramos nosotros venía el fracaso. Y fue el mejor gobierno que se recuerde en la historia de Uruguay entre las generaciones vivas. Nadie hoy se pregunta si Uruguay es viable. En 2002 la gente se lo preguntaba, y muchos respondían de una misma manera: se iban del país. Desde hace cuarenta años en Uruguay se iban más de los que venían. En cambio, desde hace dos o tres años es al revés, se invirtió.
–¿Hay un furor de inversiones argentinas en el Uruguay?
–No, hay un furor de inversiones. Las argentinas se han concentrado fundamentalmente en el campo, producto de las retenciones.
–Me parece que el gobierno uruguayo supo capitalizar esa situación.
–Es que no se aumentaron impuestos especiales, no hubo limitaciones. Además, esto implicó un aumento de la productividad muy grande en el campo. Hoy uno va a una feria de maquinaria agrícola en el Uruguay y parece Estados Unidos. O Rosario; es decir, la Argentina. Hay, en esas ferias, una gran cantidad de equipamiento argentino. Entonces, yo le diría, la inversión se da ahí y también a nivel inmobiliario. Es decir, unos argentinos buscan producción y otros buscan tranquilidad, seguridad. Lo que pasa es que ustedes nos ayudaron de otra manera. Después de Hernandarias, que fue el que trajo el ganado, el gobierno de Kirchner es el segundo gran benefactor de la ganadería uruguaya. Nosotros somos el país del mundo que exporta la carne a más altos precios, y esto es porque la Argentina no compite. Además, hay una paradoja: Uruguay recuperó, por primera vez después de cuarenta años, el mayor consumo de carne per cápita del mundo.
–¿Cuáles son los sectores que estarían hoy enfrentados a Mujica?
–En primer lugar, la izquierda uruguaya tuvo históricamente una relación muy pobre con el mundo empresarial. A pesar de haber cambiado, sigue siendo una relación de distancia. El mundo empresarial uruguayo tiene una definición político-ideológica que mayoritariamente no es de izquierda.
–Hablemos de la relación del Frente Amplio con la prensa. ¿Mujica, se enoja con los medios?
–Creo que fue mejor que con los gobiernos blancos y colorados. Respecto del enojo: sí, se enoja. Y Tabaré decía cada barbaridad… ¡Y tenía razón! La diferencia es que Mujica tiene un equipo que trabaja en pasar información, mientras que Tabaré era mucho más institucional. Lo de Mujica es, mucho más, manejo de poder. En relación con la ley de medios, Mujica dijo: "Es mejor la ley que no existe que la ley que existe". Se va a hacer algo, pero nada que ver con la Argentina. La sociedad uruguaya no lo soportaría. Uruguay está considerado por organismos internacionales calificados como un país de absoluta libertad de prensa. No hay periodistas muertos, no hay periodistas secuestrados, no hay periodistas presionados ni echados de los medios.
–La corrupción, ¿no es un tema?
–No. No lo fue con Tabaré y no lo es con este gobierno. Mujica, además, tiene una imagen que es inatacable en ese sentido: es un hombre que vive como piensa; vive muy modestamente. En Uruguay hemos subido, año a año, en la escala de transparencia internacional. Estamos siempre en el primer o segundo lugar de América latina. El clima social es de rechazo a toda corrupción. Se lo voy a decir al revés: en la Argentina hay una zona grande de la sociedad que justifica la corrupción, que considera que poder y corrupción son inseparables.