El calendario, impiadoso, registra la fecha: sábado 16 de noviembre de 2019. Carola Labrador –la mamá de Candela Rodríguez, la niña de apenas once años que el 22 de agosto de 2011 fue secuestrada a metros de su casa de Hurlingham y apareció muerta nueve días más tarde en una bolsa negra- nos recibe en su casa de Loma Hermosa en el conurbano profundo. Cordial como es su costumbre, ofrece un vaso de agua fresca e invita a tomar asiento. En el fondo de su living hay un altar, flanqueado por las vírgenes de Caacupé, patrona del Paraguay, y la del Rosario de San Nicolás, entre las que aparecen diversos retratos de la pequeña Cande, sola y en familia, junto a sus amados padres y hermanos.
No es un día cualquiera. Es el en el que aquella niña debería cumplir diecinueve años. Y su mamá no puede ni quiere obviarlo. No va a ir al cementerio donde está sepultada. Cuenta que no podría soportarlo. Sí concurre cuando su cuerpo y su mente se lo requieran al lugar donde fue hallada sin vida en Villa Tesei. Allí los vecinos levantaron un santuario, y ella se va para ese sitio con su equipo de mate: "Llevo mis cosas, me siento solita, le rezo, le hablo, le pido que cuide a sus hermanos y que me proteja para poder continuar, porque el año próximo se viene la segunda parte del juicio, donde deberán rendir cuentas funcionarios, policías que intervinieron en la investigación y otros personajes que están siendo investigados por falso testimonio como Mameluco Villalba y el Topo Moreyra", detalla Carola, quien no faltó ni una sola vez a las audiencias celebradas en 2017, en las que el Tribunal Oral en lo Criminal –TOC- 3 sentenció a prisión perpetua a Hugo Bermúdez y a Leonardo Jara por los delitos de "privación ilegal de la libertad coactiva seguida de muerte", y a cuatro años a Fabián Gómez como "partícipe secundario".
Sobreviviendo
La familia de Candela enfrentó durísimas experiencias, más allá de la injusta y despiadada muerte de la adolescente. Su padre, Juan Alfredo Rodríguez, por errores propios que reconoce y por los que pagó con la cárcel, estuvo preso por lo que se conoce como piratería del asfalto –robo de camiones de carga-. Y hasta se arriesgó con que el crimen resultó un vuelto mafioso por algo con lo que se habría quedado, dicho que sólo resultó una especulación ya que nunca se terminó comprobando. A los tres meses de obtener la libertad Juancho –así lo llaman en confianza- sufrió dos ACV –Accidente cerebro vascular-: en la actualidad se encuentra muy recuperado y trabaja como barrendero en la Municipalidad de Tres de Febrero, partido donde reside. Emanuel (23), el hijo mayor, un día le reconoció a su madre: "Cuando mataron a mi hermana se me apagó la tele, por eso caí en la droga". Hasta allí su mamá lo percibía muy raro, cambiado, "nunca agresivo ni excitado", explica Labrador, y amplía: "Ian Franco (16), el menor, lo advirtió y lo rescató. Estaba extraño, dormía mucho. Comencé a sospechar cuando empezó a pedirme plata porque él tenía un muy buen trabajo y ganaba más que todos nosotros juntos. Después supimos que consumía todo lo que se le presentaba. Estaba muy mal por lo de Cande y se le dio por ahí. Pero aceptó internarse en un lugar extraordinario que se llama Vencer para vivir y está en Pilar, recuperan adictos, ya lleva ocho meses de tratamiento, en total son dos años, pero hoy es otra persona. Está terminando el secundario, aprendió el oficio de carpintero y no ve la hora de que le den el alta para volver con nosotros y recuperar su vida en familia".
Carola rememora, se quiebra y cuenta todo lo que sufrió cuando salió a la calle desesperada a denunciar que su hija faltaba de casa, y días después se encontró con su niña asesinada: "El momento en el que reconocí su cuerpo fue el peor de mi vida. Recuerdo que estaba Scioli (en ese tiempo gobernador de la provincia de Buenos Aires). Pensé que me moría en ese instante. Ahora cada día que pasa es peor, te lo puedo asegurar. Pienso constantemente en todo lo que ella sufrió y me siento destrozada. Pero sé que no puedo bajar los brazos porque tengo dos hijos más. La extraño cada día. Todas las noches le hablo, si no me siento asfixiada. También se me da por mirar videos de ella, en la playa, con los hermanos. Tengo miedo de olvidar su vocecita. ¿Sabés? Era tan graciosa y compañera, le gustaba actuar y bailar. Ese día que se la llevaron teníamos que ir a la calle Caminito en La Boca porque iba a participar de una prueba de tango, le encantaba".
¿Habrá Justicia?
La mamá de Candela contesta esta pregunta con una mueca de duda, pero también con cierta esperanza: "Mirá, hay dos a los que le dieron perpetua y se lo tienen merecido, Jara, que la secuestró en la camioneta junto a dos tipos más que no fueron identificados, y Bermúdez, al que se la entregaron, la abusó y la mató. Los dos lo niegan, pero la justicia los condenó. Ahora falta el otro debate, el que se va a dar en 2020, porque según me dice mi abogado, Fernando Burlando, ahí se va a conocer quienes colaboraron para que se entorpeciera la investigación, ya que si hubiesen actuado rápido y de manera profesional, Candelita estaría hoy conmigo acá festejando su cumpleaños".
Mientras ofrece otro vaso de agua, se toma un respiro, seca alguna que otra lágrima de su rostro y relata cómo la trataron en los Tribunales de Morón, responsables de la pesquisa: "Sufrí violencia institucional, me trataron peor que mal, se aprovecharon de que estaba sola y con el papá de Cande preso. El fiscal Tavolaro (Marcelo) me quería detener, me decía que mi hija era una atorranta y que yo la prostituía. Por eso lo tengo denunciado y le inicié juicio político. En las versiones que decían que yo vendía droga también él tuvo que ver".
Candela presente
Ahora Carola se prepara "para una changa", como ella define. "Mi hermana tiene un pelotero donde se hacen festejos en Villa Bosch y se fue la persona que la ayudaba. Así que desde ahora me dijo que trabaje con ella atendiendo a los chicos. Yo era empleada en el Centro de Monitoreo del CEAMSE, estaba con licencia psiquiátrica hasta abril del año que viene por todo: las secuelas psicológicas que sufrí antes, durante y después del juicio, pero hace cuatro meses decidieron echarme. El estudio de Fernando Burlando se está ocupando.
Pero más allá de lo malo, conocí gente buena, comprometida con las cuestiones de género, como Iris Gallardo, que trabaja en Cultura del partido de San Martín y es militante de la CCC –Corriente clasista y combativa- y está haciendo lo posible para que me otorguen un salario complementario que voy a retribuir participando de charlas preventivas sobre desigualdad y violencia institucional, cuestiones que yo padecí. Esto me acaba de pasar, algo lindo en mi vida y lo quiero contar. Recién miré al cielo y se lo comenté a Candela. También le pedí permiso para ir a trabajar el día de su cumple así no falta nada en casa. Sentí que me lo dio y le dije gracias por seguir siendo tan compinche".
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