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Celebrar la vida: para festejar que superaron un cáncer, corrieron juntas una carrera de autos de 6 días

Alicia y Patricia recorrieron juntas un camino que simbolizó toda su lucha contra el cáncer y le dio un broche de oro a esa superación.




Festejar 10 años de haber dejado atrás una enfermedad tan desgastante como un cáncer. Enfrentar nuevos desafíos. Sentir la vida en toda su intensidad. Perderse para encontrarse. Aprender a usar una brújula. Recorrer juntas otro camino, esta vez plagado de curvas e incertidumbre, pero con la certeza de apoyarse una en la otra.
Alicia Bagur y Patricia Imamura se conocieron en la adversidad: una amiga en común las contactó porque tenían tres llamativos factores en común: las dos eran médicas, tenían la misma edad, y –lamentablemente- enfrentaban la misma enfermedad. Corría 2006, y ambas dejaban en un segundo plano una estresante carrera para abocarse a lo más importante: los cambios que enfrentaban sus cuerpos, la caída del cabello, los rayos, y un proceso de recuperación que duró casi un año.
Fue así como se hicieron amigas, y ese comienzo tuvo un sello inaugural en esta amistad basada en el compañerismo, en encontrar en la otra la fuerza que a veces no encontraban en sí mismas. “Nosotras nos conocimos a los 50. Y la verdad es que de joven venís arrastrando a los amigos del colegio, los de la facultad, los históricos. Pero de grande tenés a tus amigos más elegidos, con los que tenés más fibra”, sostienen casi al unísono.
Y es que, además del apoyo de la familia, la amistad jugó un rol central en la curación de ambas: “Haber atravesado ese proceso juntas nos ayudó a potenciar las fuerzas, a sentir que no estábamos aisladas, a no sentir esa carga de que solo te pasa a vos, o verle solamente el lado negativo, sino tratar de verle el lado positivo a la situación, y decir bueno, hay gente a la que le pasa, podes salir adelante, darte ánimo, darle un giro positivo. Saber que se puede, aún en situaciones de adversidad, se puede”, cuenta Alicia.
Y agrega: “Tuvimos la quimio al mismo tiempo, los pelos empezaron a crecer al mismo tiempo que nos sacamos la peluca, creo que eso fue lo más traumático. El tema del pelo es tremendo para una mujer, porque una empieza a sentirse rara, distinta. ¿Sabes lo que es levantarte y ver los mechones de pelo en la almohada? ¿De ir a peinarte y sentir que te quedan los pelos en la mano? Yo fui y me pele, que se vaya todo junto?”
“Estas situaciones son duras, esta cosa de que rozás la muerte, aunque afortunadamente ahora la palabra cáncer no está asociada, como antes, a la muerte. Antes era una mala palabra, tabú, uno sabe que ahora hay soluciones y que se puede salir” concluyen ambas.

CELEBRAR LA VIDA

Por eso, a 10 años de superar la enfermedad, sintieron que era hora de darle un cierre a toda esa etapa. Un buen broche. Y la idea era hacer un festejo a lo grande, importante, no solamente “un viajecito”, como ellas relatan. La noticia de un rally exclusivamente femenino apareció en el diario, y vino de la mano del marido de Alicia quien, sin saberlo, le estaba dando un empujoncito a la aventura, y una idea que –una vez que se les metiera en la cabeza- no tendría vuelta atrás.
Una travesía de 6 días por Salta y Jujuy, manejando en camino de ripio y arena, por lugares inhóspitos, sin Internet, y con la única ayuda de una brújula, sonaba a gran desafío. Y era, de alguna manera, atravesar otra vez juntas un camino lleno de obstáculos, para lograr un objetivo. La analogía les resultó simbólica, atractiva e irresistible.
Rápidamente pensaron en los roles que cada una tendría como equipo participante de este rally llamado Trophée Roses des Andes: Alicia manejaría y Patri seria la copilota, la encargada de que no se perdieran: ”Tenia que leer el mapa de ruta, y no podés usar el GPS, no hay señal de celular y además está prohibido, lo único que se puede usar es la brújula. Se nos pinchó una rueda, nos perdimos, nos atascamos dos veces, pero siempre encontramos la manera de seguir”, cuenta Patricia.
El objetivo no es llegar primero, sino que es una carrera de regularidad, orientación y precisión, en el que la idea es llegar a la meta haciendo el menor recorrido posible. Para eso, durante los 6 días que dura el rally, las participantes deben pasar si o si por puestos virtuales, lo que implica no perderse, para luego arribar de noche a un puesto en donde las 120 participantes comparten sus vivencias, cenan y descansan en carpas. Las ultimas dos noches son “de autonomía”, es decir que cada equipo, al llegar la noche, si no llegó al campamento, debe quedarse en donde está.
“Las jornadas de manejo son de entre 7 y 9 horas, y está prohibido viajar de noche, si nos agarraba la noche teníamos que parar donde estuviésemos (después, un miembro de la organización las llevaba con el resto), entonces la idea era poder llegar. Era agotador, pero con la adrenalina que tenés para estar ubicada, que a la camioneta no le pase nada, ir por el lugar correcto, la arena… te olvidas de todo: el hambre, el sueño. Son jornadas durísimas pero el cansancio lo sentís cuando llegás”, recuerdan.

LA TRAVESÍA

“La primera noche, queríamos armar la carpa y no nos salía, del frío teníamos las manos duras, Patricia fue a buscar unos policías para que nos ayuden, las estructuras metálicas de las varillas se ponen muy frías y no podíamos doblar las manos. Fue gracioso porque después de conseguir a los policías, nos acostamos y Alicia empezó: ‘yo en mi infancia toda la vida de campamento y odiaba la carpa”, y yo, metida en la bolsa, le digo: ‘y esta va a ser mi primera vez en carpa, nunca en mi vida acampé’. Ahí empezamos a reírnos de los nervios. Hacía muchísimo frío a la noche en la carpa. El año pasado fue peor (corrieron el rally en dos oportunidades durante dos años consecutivos), porque cuando salimos empezó a nevar. Y hubo noches de 15 grados bajo cero”.
Además del frío, tuvieron que enfrentar eventualidades como que se les quedara el auto en la mitad del trayecto, por un motivo no exento de humor: “A Alicia unos salteños que andan trabajando en perforaciones de montaña le habían dicho que había que poner una cebolla en el motor, en el filtro de aire, para que no se apune. Entonces ella aparece con las cebollas para repartir entre los equipos de Argentina. Y me dice ‘yo metí la cebolla en el filtro de aire’, ‘Y en qué parte’ pensé yo. Y en un momento en que queremos acortar camino, se nos queda el auto, y ahí estábamos las dos haciendo el diagnostico de qué pasaba. Cuando le digo “arrancá”, nada. Y le digo acá se acoda algo, ya venían los de la organización a ver que había pasado, entonces Ali va a chequear el filtro y me dice ‘la cebolla se fue’, y yo pensaba ‘cómo se va a derretir si acabamos de salir’, hasta que vino a ayudarnos un francés y cuando abre el filtro de aire, mete la mano y dice “oniooooon”, y dice ‘¿qué hace esta cebolla acá?’, la cara del tipo no lo podía creer” cuenta Patricia entre risas.
Y haberse encajado en Salinas Grandes, en Jujuy, frente a todas las cámaras de televisión que seguían el recorrido de las participantes, fue otra anécdota para el recuerdo: “En el medio del trayecto está la salina, pero no podes pasar por el medio porque hay un colchón de agua y se te puede hundir toda la camioneta. Lo que sí, tenés bordes que son entre las montañas, lo ideal es ir bien por el borde casi sin meterte en la salina , o jugártela a cruzar un pedacito, ese fue el error. En realidad. había una huella que se veía que había pasado alguna camioneta, y bueno yo dije “pasamos”, estábamos en el ultimo tramo donde tratás de acortar. Justo venia un auto con todos los periodistas atrás nuestro, largaron el dron, y filmaron todo el proceso nuestro cuando nos sacaron, cuando vino la organización, y después salimos en todos lados encajadas”, rememora Alicia.

LO QUE LA EXPERIENCIA LES DEJÓ

Una de las cosas que más rescatan de esta experiencia es haber afianzado, aún más, su vínculo. “El rally fue una convivencia intensa, no es solo un viaje con una amiga, son situaciones extremas, de hacer pis en el medio de la nada, de tener frío, hambre, estar cansada, angustiada, mal dormida, y que seamos una la contención de la otra. No solo no nos peleamos, sino que sentimos una unión muy especial, porque cuando una comparte estas cosas, y con lo que era para nosotras ese festejo, fue algo muy especial, muy simbólico” dicen.
Y Alicia agrega: “El poder convivir con este multicultural grupo de mujeres también estuvo bueno, el ayudarnos, sentir que no estás sola en el medio de la nada, el sentir que vos podés, podés sola. Incluso con los varones te dicen ‘como vas a hacer con la mecánica’, mismo se nos pinchó una cubierta, y la cambiamos solas”
Y por otro lado, la satisfacción de hacer todo esto con un fin es solidario. “Se hacen donaciones que van a un centro de equinoterapia que hay en Salta. El útimo día nos llevaron a ese centro y es muy emocionante, ver los chicos con síndrome de down, o con problemas neurológicos, subirse al caballo y hacer la rehabilitación ahí. También donamos colchones para una escuela de San Antonio de los Cobres, y junto a los otros equipos argentinos llevamos la camioneta llena de donaciones para repartir útiles, ropa y juguetes en los pueblitos, también esa es otra parte de la experiencia, muy fuerte. Pasas por barriadas que son 5 casitas y una escuelita, a lomo de burro. Es conocer la realidad profunda de nuestro país”, recuerdan emocionadas.
Por último, adueñarse del tiempo, habérselos dedicado íntegramente a ellas mismas: “Hay muy poca señal para mandar Whatsapp, no te pueden seguir. Esa desconexión con la familia y con todo es espectacular también, son 6 días tuyos, exclusivamente”, rescatan.
Y el hecho de que todo esto haya sido con el fin de celebrar el haberse librado de un cáncer, las lleva a pensar qué cambió en ellas luego de haber atravesado ese proceso. Alicia dice: “me hizo replantear un montón de cosas, sobre todo las prioridades en la vida, en los afectos, en las cosas que te gustan… Modifiqué muchas cosas en mi trabajo, de no tanta exigencia y hacer realmente lo que me gusta, pero más acotado, redireccionar la energía. Priorizar los afectos, la familia, los amigos, yo creo que estas cosas tienen que ser un llamado de atención, tienen que servir para algo, por eso uno tiene que buscarle el sentido. Disfrutar los pequeños momentos, la familia, los amigos. Que sea un giro fuerte que uno pueda realmente darle un sentido distinto a la vida.”
Algo parecido siente Patricia: “En lo laboral baje mucho un cambio, dejé el Hospital en el que estaba full time y me quede solo con el consultorio, y también la relación con los pacientes la cambié bastante: escucharlos más, darle bolilla a lo que realmente fuera importante, a lo que no, lo que no les servía no, porque por ahí yo me enganchaba con cosas personales de los pacientes que tampoco tenían sentido”, reflexiona.
Alicia coincide: “Está bueno verse del otro lado, esto te permite no solamente en lo personal sino en lo médico, entender lo que es estar del otro lado con algo grave, poder entender al otro con la vivencia personal, como médico es un giro distinto. Haber estado como paciente en una situación grave, te permite después como medico entender más, tener más empatía”.

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