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Chongo, amante, saliente: "No sé cómo definir mi relación"




Parece casi una obviedad que el deseo viene en formatos múltiples. Pero, a pesar de esto, parece que hay un binarismo que se resiste a ser desarmado: o estás en pareja o estás soltera (o peor: "sola", como dicen algunos). En el medio, la nada. Sin embargo, parecería que esas dos categorías no alcanzan para describir los infinitos grises de las relaciones contemporáneas: "estoy en una", "ando en algo", "más o menos", contestamos, a veces con vergüenza, otras con nerviosismo, y si tenemos suerte, con una sonrisa. ¿Qué hay detrás de esa indefinición? En esta nota, algunos botes salvavidas para surfear la incertidumbre.

¿Por qué nos cuesta tanto?

En los últimos cincuenta años atravesamos una revolución sexual cuyos efectos todavía no acabamos de comprender: a partir de innovaciones políticas, sociales, culturales y hasta científicas (la píldora anticonceptiva, el divorcio vincular y la incorporación masiva de las mujeres al mercado de trabajo, por citar las más importantes), la moral rígida y desigual se fue derrumbando de a poco. Hoy, en Argentina, todas las personas pueden tener vínculos sexoafectivos que no conduzcan a un noviazgo ni a un matrimonio. Se puede invitar a otra persona a salir sin que eso sea una señal de compromiso o de amor, e incluso se puede pasar mucho tiempo teniendo relaciones sexuales con una persona sin que eso "decante" en una relación "formal". ¿Qué quiere decir todo esto? Que hoy una salida, un beso, una fiesta compartida y una relación sexual no tienen significados unívocos compartidos por todos: de ahí, entonces, la incertidumbre en que vivimos. En libertad, esos significados tienen que ser conversados y construidos: no pueden ser dados por sentado. Si lo ponemos en contexto, se nota, es una especie de buena noticia: sin embargo, en la vida real y cotidiana de las personas –y en especial de las mujeres– puede producir mucha ansiedad.

Combatir la ansiedad

"Como personas, en general, lo no nominado nos produce un poco de ansiedad, es decir, no poder ‘encasillar’ o nombrar o definir lo que está pasando en el vínculo", explica el psicoanalista Gustavo Casals. "La ansiedad no viene por la falta de nombre en sí sino porque la falta de nombre tradicionalmente estaba asociada con algo que estaba por fuera de la ley y, generalmente, para un vínculo que era poco serio. Obviamente, hoy en día existen otro tipo de cosas, pero también precedidas de una charla, en la que ambas partes coinciden y deciden juntas: ‘Bueno, juntémonos y tengamos una relación en la que ponemos nuestras propias reglas’. En ese caso, la ansiedad puede existir, pero por lo menos parte de una buena intención, que es mucho más que lo que se puede decir del histórico vínculo no nominado que era simplemente una manera de salirse con la suya del ‘macho’, entre comillas, de la relación", concluye.

Pétalos para deshojar

Ya convenimos en que las opciones son infinitas y en que cada par o grupo de personas tiene que inventar las suyas; pero, solo para divertirnos un poco jugando a deshojar margaritas, te proponemos un menú con algunos de los escenarios más comunes para que, si no ponés el nombre, que no sea porque no se te ocurrió.

  • Estoy chongueando. Salen, se divierten, se ven relativamente seguido, pero no hay etiquetas ni conversaciones sobre formalidad. Se acompañan a alguna fiesta, pero, por ejemplo, jamás a una reunión familiar. Estos vínculos, llevados sin ansiedad, pueden ser tan divertidos como enriquecedores. Puede haber sentimientos intensos y también perfectamente puede ser la antesala de "otra cosa", pero, nuestra recomendación: no lo pienses de ese modo, como una transición, como una espera. Disfrutalo todo lo que puedas con la libertad que te permite y, si realmente en algún momento necesitás otra cosa, decilo.

  • Tengo amante. Estamos ante un clásico que no pierde vigencia. Tenés otro vínculo formal, quizá sabés que él o ella también se tira una caña al aire cada tanto, pero ya van demasiadas veces seguidas que te viste con la misma persona y un poco se te está yendo de las manos. Si te divierte y querés sostenerlo en el tiempo, lo más responsable es conversar con todos los involucrados y tratar de que todos manejen más o menos la misma información. No necesariamente es un indicador de que tu pareja no anda bien, y tampoco implica que quieras salir de tu pareja para entrar a otra con esta tercera persona. Movete con cuidado y empatía y no tomes decisiones apresuradas.

  • Salgo con varios. Como en el caso anterior, cuando son varias personas las involucradas, lo más importante es manejar los flujos de información. Incluso si ningún vínculo es formal, lo ideal es que, si son personas del mismo ambiente, más o menos sepan quién es quién para que los cruces no sean demasiado incómodos. Tené en cuenta, también, que el amor quizá sea infinito, pero el tiempo no lo es. Si algún vínculo se pone más intenso, probablemente tengas que reorganizar al equipo.

  • Tengo sexo con... Y acá podés completar con lo que quieras: un amigo, una amiga, un ex o una ex. Estas situaciones, se supone, se caracterizan por la confianza y el afecto, pero también por cierta comodidad. En teoría, no están tratando de proyectarse hacia el futuro y, paradójicamente o no, eso permite disfrutar del presente sin presiones. Teniendo en cuenta que hay una historia y un afecto que cuidar, lo ideal es que si aparecen sentimientos más complejos, puedas conversarlo.

  • Estoy experimentando. La novedad puede tener múltiples formas: puede ser un vínculo poliamoroso, una experiencia BDSM o quizá frecuentar a una persona de un género con el que no saliste nunca, etcétera. Pero muy cada tanto una se encuentra estrenando algo que quizá jamás probó o hace mucho que no intenta. Puede ser salir con una chica o con un chico, probar un vínculo con condimentos sadomasoquistas o una pareja de tres. Animate a gozar la novedad sin tratar de "entender" todo el tiempo, sin darle explicaciones a nadie que no quieras (no tenés por qué) y sin obsesionarte con la pregunta de si esto es "algo pasajero" o es "lo que sos ahora".

Responsabilidad afectiva

El quid de la cuestión es que nuestros vínculos –tengan la forma que tengan– partan de una buena intención, de una voluntad de cuidado del otro; que la "indefinición" o el gris elegido sean vividos como una búsqueda mutua y respetuosa y no como un maltrato de un miembro al otro de la pareja.

Para eso hacen falta dos cosas: la primera, un sentido de cuidado o responsabilidad respecto de las demás personas. En las conversaciones contemporáneas se suele llamar a esto "responsabilidad afectiva"; se trata de ser cuidadosa con los sentimientos de los demás y, sobre todo, de tener en cuenta que nuestras acciones producen expectativas y tenemos que hacernos responsables de ellas. Que no haya nombre no quiere decir que no haya ningún tipo de compromiso; que podamos desaparecer de la vida del otro sin avisar. Por supuesto, el grado de ese compromiso será diferente en cada vínculo: la peculiaridad de esta época polisémica y libre es que no hay reglas, pero no que no haya afectos, necesidades y deberes para con los demás.

Lo segundo es hacerse cargo del propio deseo y tratar de mirarlo a los ojos, por más difícil que sea. No sirve "intentar" estar cómodas con un vínculo que no es lo que queremos tener solo porque nos parece canchero o "progre". Además de la responsabilidad de cuidar a los demás, entonces, tenemos otra: cuidarnos a nosotras mismas. •

El fin del amor. Querer y coger en el siglo XXI. Tamara Tenenbaum. (Ariel, $669).

Experto consultado: Gustavo Casals. Psicoanalista.

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